Pecados Capitales Contra el Medio Ambiente y la Educación
Pecados Capitales Contra el Medio Ambiente y la Educación
Enrique E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Han sido variados y múltiples los compromisos para combatir el cambio
climático y mitigar sus impactos negativos sobre los ecosistemas. Es claro que los esfuerzos requieren un
proceso educativo sólido de toda la ciudadanía, en especial de las nuevas
generaciones. Algunos de los compromisos por los países están presentes en el «Convenio
sobre la Diversidad Biológica» adoptado en la «Cumbre de la Tierra»
de Río de Janeiro en 1992. En 2024 se realizará en Cali - Colombia la COP 16
para analizar los avances sobre el cumplimiento de las 23 metas fijadas para la
protección de la biodiversidad.
No existe en la Sagrada Biblia un listado de los siete pecados capitales,
aunque sí están dispersos a lo largo de todo su contenido. A comienzos de la
Edad Media, algunos monjes identificaron, con base en el libro sagrado, las
acciones humanas pecaminosas o los vicios signados de pensamientos impropios
para un cristiano. La lista inicial fue algo extensa, pero el Papa Gregorio
Magno, en el siglo VI, redujo, para siempre, la lista a los siete que, desde
entonces, forman parte de la teología cristiana, los cuales se les recuerdan a
los creyentes que deben evitar si desean salvar su alma.
Esos siete pecados son: avaricia, envidia, gula, ira, lujuria,
pereza y soberbia. Son llamados capitales (del latín capitalis, caput
= cabeza), porque ellos engloban muchos otros pecados. Tomándolos
como base, se adelantan acciones de
evangelización y de enseñanza de la moral y de la ética que deben orientar el
comportamiento de cada cristiano para evitar daños a sí mismos o a la sociedad.
Han formado parte del catecismo católico, incluida su última actualización en
1997. (https://shorturl.at/sjqJ2).
La moral y la ética cristiana contraponen, para cada uno de los pecados
capitales, las virtudes supremas. Así, para la avaricia, la generosidad; la
caridad, frente a la envidia; voluntad o templanza frente a la gula; para la
ira, paciencia; para la lujuria, la castidad; frente a la pereza, la
diligencia, y para la soberbia, la humildad (https://shorturl.at/Easrc). La clasificación de los pecados capitales
adquirió fuerte vigencia cuando Dante Alighieri, en su obra la «Divina
Comedia», los retomó y los hizo corresponder con cada uno de los círculos
del infierno, donde él situó a los personajes que se merecían la condena
eterna.
Si bien se trata de una doctrina religiosa, se pueden tomar como virtudes
supremas que tienen alcance universal, con base en las cuales asegurar la
convivencia colectiva, las relaciones armónicas entre los humanos y el
mejorestar colectivo. O sea, que es
dable afirmar que no sólo las personas del común, sino que también los gobiernos instituidos
por la gente para la promoción y defensa de sus derechos y de su bienestar,
deben evitar caer en ellos, poniendo énfasis en la empatía, la solidaridad, la
solución pacífica de los conflictos, la superación de la soberbia, el fomento
al desprendimiento y al altruismo construyendo, por la vía de la generosidad,
los mejores aportes para el progreso colectivo y la superación de las
desigualdades.
Sabemos que en el mundo han existido desde siempre gobernantes lujuriosos y
carentes de la paciencia parar tolerar a los demás y para poner el bienestar
colectivo y el progreso de los ciudadanos por
encima de los intereses particulares o partidista de los dueños del poder que
tienen las puertas casi siempre abiertas para la corrupción. (https://shorturl.at/HbzuH).
El cambio climático nos está llevando de manera acelerada a una extinción
masiva de todas las formas de vida en el planeta y a incrementados sufrimientos
humanos, crueles e indeseables. Se ha pactado internacionalmente la necesidad
de mitigar los efectos de dicho cambio, pero hay gobernantes y naciones que
prestan oídos sordos a esta angustiante realidad tan presente y tan notoria. Ha
abundado entre ellos más la soberbia que la sensatez. Otros, simplemente,
ignoran el cambio, señalando que se trata más bien de una conspiración que
algunos niegan, irrigados de ira, con contundente furia y hostilidad, la
evidencia observable a diario. Con insensata avaricia desechan la generación y
el uso de energía limpia. De modo parecido, otros acaban con los bosques,
destruyen los ecosistemas, ante gobernantes que se hacen de oídos sordos y
cómplices del atropello y arrasamiento de los pocos recursos naturales
renovables que aún quedan; les importa más que el bien común, la generación de
más capital, aunque cometan el pecado capital de la avaricia y, también, el de
la gula.
Se ha carecido de diligencia frente al inadecuado y descuidado manejo de
los desperdicios y del consumismo exagerado para fomentar el crecimiento de las
economías, sin importar el efecto pernicioso sobre el clima de los gases con
efecto de invernadero. Esa ausencia de diligencia, asociado, por la inacción u
omisión, por apatía, negligencia o
desidia, al pecado capital de la pereza, se muestra al saber que tres cuartas
partes de los compromisos adquiridos para 2030 en el «Acuerdo de París»
no permitirán detener la crisis climática que vivimos; hecho que se acompaña
del recelo y competencia (asociados al pecado capital de la envidia) entre
algunos países por controlar y explotar para su beneficio los recursos no
renovables.
El «Acuerdo de París», de 2015, fue
un consenso «histórico para combatir el cambio climático y
acelerar e intensificar las acciones e inversiones necesarias para un futuro
sostenible con bajas emisiones de carbono». (https://shorturl.at/PYQoc). Hoy
se sabe que los países firmantes del Acuerdo, que fueron 189, «están muy por
debajo del objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a
1,5 °C para fines de este siglo. Y aunque se esperaba que los gobiernos
presentaran contribuciones nacionales mejoradas antes de finales de 2020, menos
de la mitad lo hicieron». (https://tinyurl.com/bdehtm7u). Ello demuestra que ante la catástrofe climática que
vivimos, la que se intensificará mucho más, si no se toman las medidas
adecuadas para detenerla, hemos estado frente a gobernantes lujuriosos, llenos
de indecencia, deshonestidad con abierta violación de normas morales.
En cuanto a los compromisos con la educación, muchos lujuriosos, soberbios
y ávaros gobernantes han caído en los siete pecados capitales al
ignorar las pulsantes condiciones que reclaman una educación igualitaria,
inclusiva y de calidad para todos; a ellos no les ha importado si su país
acogió los «Objetivos del Desarrollo Sostenible» y firmado la
correspondiente «Declaración de Incheon». (https://tinyurl.com/yc2hbbye, https://tinyurl.com/3fpph8bj). Más bien, han incurrido en un severo descuido
de la calidad de la educación de diversas maneras. Por desidia y negligencia,
que equivalen al pecado capital de la pereza, han recurrido al uso de abierta o
sutiles formas de represión frente a los reclamos de la ciudadanía, de los
maestros y alumnos. Ha sido una forma iracunda e irascible, acompañada de
descalificadoras respuestas o de promesas de que son capaces de manejar y
mejorar la educación, sin mejorarla (soberbia), aunque se sigan notando los
efectos en el progresivo deterioro de las realidades educativas que deben ser
cambiadas y mejoradas.
Para muchos importa más cómo
manejar y distribuir, con favoritismos políticos y clientelistas, los jugosos
contratos del presupuesto asignado a la educación, con inversiones en proyectos
fallidos por innecesarios. Se trata de voracidad y avidez sobre ese presupuesto
al que le llegan las alegres clientelas que, con insaciable gula y la avaricia,
permiten privilegiar sus intereses particulares, alejando las reales
posibilidades de mejora y progreso educativo.
Es ese un contexto y
ambiente habitado por indecorosos comodines que, como obsecuentes plañideros
del gobernante, claman con demostrada lujuria, el favoritismo en la feria,
siempre abierta, para la corrupción y el destino impropio de los dineros
públicos. El erario es la fuente nutricia de la desbordante lujuria. En este
ambiente de fruición y gozo se da la competencia entre los comensales del
presupuesto para alcanzar una porción mayor de la torta; ocurre la
descalificación ponzoñosa de unos y otros y la envidia frente a aquellos más
cerca de la arrasada fuente nutricia para tantos comensales a los que la
educación de las nuevas generaciones les importa nada, sólo sus intereses muy
privados.
Dante Alighieri, bien dejó claro en su
mensaje de que en sus nueve círculos infernales sí hay espacio para tanta
gente. Allá, en ese ardiente infierno, Caronte, con su barca, que no tiene
cambio de reversa, está listo para transportar a cada uno de aquellos que
incumplieron de manera antihumana con las necesarias virtudes que deben
acompañar a un buen gobernante. Pueden tener la seguridad, ribeteada de
desesperanza que, navegando por el río Aqueronte (que significa sumo dolor) de
aguas ardientes, negras, corrosivas y profunda, los vigilará Cancerbero, el
feroz perro guardián de las puertas del infierno, que estará vigilante para que
cada uno, sin modo de escapar y sin tiempo de arrepentimiento alguno, cumpla su pena y no tenga oportunidad nueva
alguna. Al llegar ahí, lo que fue, fue. Y habrán perdido toda esperanza.
Sí, allá, lo dijo Dante, hay espacio para mucha más gente.
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