Escuelas con Futuro o El Futuro de las Escuelas: Más allá de las Reformas Educativas
Escuelas con Futuro o El Futuro
de las Escuelas: Más allá de las Reformas Educativas
Enrique E.
Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
«School will be a different world within 10 years… If it still exists» - Neil Selwyn
Es frecuente conocer las intenciones y ´propuestas para
reformar la educación, contexto en el que surgen, y son válidas, las inquietudes
sobre si la escuela dejará de existir, si ella tiene futuro, si tendremos que
ir a algún ignoto exoplaneta o a algunos de esos otros universos paralelos al
nuestro, para que tengamos, al fin, una escuela que responda a las necesidades
de las nuevas generaciones y de la sociedad actual y de la futura. Tal vez, en esos otros
universos podamos volver a entender la importancia del conocimiento y de la
formación en el carácter y en el desarrollo pleno y sano de la personalidad de
los niños, universos que permitan tener maestros con la riqueza interior que les
facilite apoyar el progreso continuo de los discípulos.
Unos universos en donde se recupere la alegría de
aprender y el progreso constante de los alumnos, libres de los grilletes que
los atan a la obligación de tener que aprender a la fuerza, con los dolorosos latigazos
de las siempre amenazantes (y nada amenas) calificaciones, con sus variados
sistemas de exámenes. En nuevos universos para que la escuela sea un mundo amigable,
en donde el fomento de las habilidades de alto orden sea un proceso ordenado,
facilitado por los mismos estudiantes y por sus maestros.
El ciberespacio, la realidad aumentada, la inteligencia
artificial y los metaversos pueden estar marcándonos el camino para atravesar,
como si fuese por agujeros de gusanos intergalácticos, las murallas de
nebulosas que impiden a muchos visionar una escuela en el futuro, con futuro. La
ya desgastada escuela vigente se podrá dejar como reliquia a aquellos que
carecen de la voluntad para asegurar un futuro próspero a las nuevas
generaciones, a aquellos que no desean ver, a los que no reconocen el légamo,
odioso limo, que impide a niños y jóvenes la alegría y voluntad de aprender, a
aquellos que reforman sin cambiar. Se precisa comprender la necesidad de preservar la
institución «escuela», pero alterada en su esencia, con la expresa y
consciente intención de crear nuevas condiciones y ambientes para la enseñanza
y el aprendizaje.
El 24 de
enero de cada año se celebra el «Día Internacional de la Educación»,
como una recordación en extremo transcendental sobre la conciencia que todos en
el mundo debemos tener sobre la importancia y magnitud de los procesos
formativos de las nuevas generaciones y de la creación de sociedades pacíficas
y concordia entre los pueblos y culturas, así como el cuidado y preservación de
los ecosistemas. Con frecuencia, este día pasa desapercibido para la inmensa
mayoría de las personas en todo el mundo, contexto en el cual importa señalar
que todavía
no hay una «Día Internacional de la Escuela», hoy la más importante de todas las instituciones
sociales existentes.
Reformar significa «rehacer», «formar de
nuevo»; con el énfasis puesto en «nuevo», y no en lo viejo, caduco y
retocado. De lo contrario, es un pestañeo insulso, nada productivo. Reformar,
podría asociarse con ruptura de paradigma, pero, para algunos, las reformas son
su antónimo, presentes en los verbos «conservar», «mantener» y, a la larga, en
«archivar», en preservar el statu quo y los privilegios; o sea, dejar
todo igual o peor, con apariencia de cambio para calmar reclamos o peticiones
de momento. Es el cambio sin cambiar que, en el caso de la escuela, no le
ofrece a esta institución social la posibilidad de futuro. Y con ello, la
ausencia de un futuro cierto para las nuevas generaciones.
Reformar la
escuela consiste en su transformación, directa, explícita y consciente,
mediante una innovadora nueva forma, pero que efectivamente sea eso: «nueva».
En el complejo mundo en el que estamos inmersos, tenemos una escuela que arrastra
concepciones y prácticas escolares desde finales de los años 1500, cuando
surgió la primera escuela pública, y también desde los años 1800 cuando surgió
la escuela por grados actual con su sistema de calificaciones.
Es preciso reconocer que,
en general, se carece de la formación, de la cultura y del conocimiento de las
diversas estrategias necesarias para abordar la complejidad de la
transformación escolar que se necesita para que efectivamente podamos tener una
escuela con futuro https://futureschools.education/. La primera escuela pública
surgió a finales de los años 1500 en medio del movimiento llamado «Renacimiento»,
con el cual se impulsó el regreso a los orígenes de los conocimientos y la
visión del mundo de los antiguos griegos. Ese fue un renacer, en el cual la
formación de las nuevas generaciones empezó a ser una preocupación, ya más
formalizada, tal como lo expresaron los primeros pedagogos de la modernidad.
El futuro es ya, con énfasis
autoevidente, empieza en el próximo segundo y se perfila de nuevo en el
siguiente. Una escuela sin futuro, no lo es, está en el camino acelerado para
desaparecer como significativa, valiosa y esencial institución social. Ella es
necesaria para la construcción de nación, de culturas, de afectos y de
democracia. La escuela, surgida de los avances progresistas de la clase
burguesa hace cinco siglos, centrados en la igualdad y el acceso universal a
los conocimientos, carece hoy de futuro. Anclada en el pasado remoto, la
escuela está en vía de desaparición como elemento vital de las sociedades; pervive una concepción de escuela
que no sirve y tampoco interesa a las nuevas generaciones; concepción que persiste
en aquellos embelesados en retocar el modelo existente mediante la elaboración
de reformas educativas, que resultan ser cosméticas o mímicas de
transformación, porque no hay innovación esencial para responder a las
obligantes necesidades de cambiar de rumbo para que ella, la escuela, pueda ser
un elemento fundamental en la vida de todos los miembros de las nuevas
generaciones.
Volver a crear e innovar son los ingredientes esenciales de una reforma educativa que facilite la permanencia de la escuela como patrimonio universal, irrenunciable e impostergable. El común de las reformas educativas que se plantean asume que el modelo de escuela actual sólo necesita algunos retoques para poder responder a las exigencias de las sociedades en el mundo; modificaciones que se formulan bajo la errónea creencia de dejar el modelo abierto para sucesivas e inútiles reformas de la escuela, con desconocimiento del contexto actual y con la preservación incólume de las creencias sobre modos aprender y de enseñar y, en general, de la formación escolar de hace cinco siglos.
Con la evolución de las sociedades, afectadas en sus diversos componentes sociales, culturales, políticos, ideológicos y morales, se ha impuesto la necesidad de una nueva escuela. La actual, encumbrada sobre viejos pedestales, corre un riesgo alto de desaparecer. Hoy carece de futuro cierto, porque se le ha agotado su capacidad de ser adecuada a nuevos tiempos y circunstancias y, porque en su vital función, ha sido ignorada o tratada con descuido sumo, en medio del conformismo de gobiernos y de los más distintos sectores sociales. En algunos países, como en Colombia, ha desaparecido incluso la misma denominación de «escuela», para ser sustituida por una de carácter burocrático y asaz ambigua, como lo es «institución educativa». No es lo mismo la escuela que esa «institución», así llamada por sus fines burocráticos, economicistas y de gestión de los recursos humanos. Pero la escuela sigue ahí en espera de su verdadera transformación.
Es necesario contar con una escuela diferente, con futuro. Con características
sustancialmente distintas de aquella en la que estudiamos y en la que se han
formado muchísimas generaciones. Una escuela para el futuro, con futuro, abierta
e innovadora, con metas y estrategias de enseñanza y
de aprendizaje acordes con los avances en ciencias y tecnologías, según los
cambios sociales y la vigencia de nuevos derechos y valores. Proceso que se
basará en transformados métodos pedagógicos construidos y validados por
maestros y alumnos de modo creativo y pertinente para alcanzar las metas
formativas de manera activa y sistemática, pero bajo claros principios éticos
orientados por el bien común y el progreso colectivo. (https://rb.gy/z91r7s).
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