Violación Abusiva del Derecho a la Intimidad: Nuevo Capitalismo de los Gigantes Tecnológicos
Violación Abusiva del Derecho a la Intimidad: Nuevo Capitalismo de los Gigantes Tecnológicos
Enrique E.
Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
«Solo hay dos industrias que llaman ‘usuarios’
a sus clientes: el narcotráfico y la tecnología»- Edward
Tuffe.
Esta es una segunda parte de otro
artículo que escribí sobre las estrategias de
varios gigantes tecnológicos, una variedad de compañías en la Web,
algunos gobiernos y también delincuentes digitales para usurpar con tramoyas leguleyas,
engaños o con malware de diversas clases los datos personales para convertirnos en mercancía de muy alto valor monetario o súbditos entusiastas de sus perversos
intereses. (https://rb.gy/xlbnv, https://rb.gy/2jirr).
Los derechos a la intimidad, la
privacidad y a una vida digna, libre de cualquier forma de esclavitud, incluida
ahora la digital, los posee cada uno por el hecho ser una persona. En el contexto global, la intimidad personal es
concebida como un derecho asociado a muchos otros. Vulnerarlo
es un quebrantamiento de la ley,
un abuso de confianza que, a la vez, viola el derecho a la dignidad humana; es
una transgresión de las leyes que con
frecuencia está acompañada de engaños, ofensas, agravios, intimidaciones, extorsiones
y hasta el robo y suplantación de la identidad. (https://rb.gy/q75pe).
Estamos
vigilados en grado extremo, supervisados por unos poquísimos voraces empresarios que sin desmedida gula y desbordados
apetitos capturan, con fines empresariales y manipulación de nuestras mentes,
los datos personales; es decir, nuestra esencia, incluido el muy personal y secreto ADN. Nos han convertido en esclavos digitales
consolados como pago por el uso, supuestamente gratuito, de una plataforma
digital, de un sitio web o de una App. La vigilancia se ha convertido en la
nueva avenida que poderosos socios
capitalistas en el mundo aprovechan para sus exorbitantes e inmorales ganancias.
Los supermillonarios
hoy en este mundo no llegaron a serlo por trabajos en la industria mecánica, en
la agricultura, la producción de bienes materiales o productos farmacéuticos
para mejorar la salud y calidad de vida de la gente, sino por la construcción y
ofrecimiento de algunos servicios digitales en compañía con otros que hacen analítica de los datos que, con
inocencia y altísima frecuencia, entregamos para a continuación ser convertidos
en productos negociables y vendidos a otros empresarios en una cadena de ganancias
pingües para unos cuantos en el mundo digital. Nuestros datos son vendidos en mercado abierto y también en el mercado
negro. Son empresarios de fabricación digital, pero de moneda dura real. (https://rb.gy/2hl8r).
Sí, estamos vigilados, supervigilados,
intervenidos y controlados. Como lo detalla la autora Shoshana Zuboff en su extenso
libro de 2018 (edición en español de
2020) «La Era del Capitalismo de la Vigilancia», catalogado como «Best
Seller» y como uno de los mejores
100 libros del siglo XXI. (https://rb.gy/jujrm). Sobre
el mismo se encuentran en la Web entrevistas, cortas y largas, (https://youtu.be/V1iKDuYhXn8)
que
ella ha concedido; también están disponibles en la Red versiones digitales
cortas de ese libro. (Véase: https://rb.gy/4pikh).
La autora Zuboff presenta las siguientes definiciones: Existe
un nuevo orden económico que toma para sí
de manera gratuita la experiencia humana como materia prima gratuita
para prácticas comerciales ocultas de extracción, predicción y ventas, guiados
por una lógica económica parasítica en la que la producción de bienes y
servicios se ata a una nueva arquitectura global de modificación conductual. Ese nuevo orden económico ha impuesto un nuevo
ordenamiento colectivo basado en la existencia de una certeza absoluta y ha
creado una mutación inescrupulosa del capitalismo, sin precedentes en la
historia humana, regido por grandes concentraciones de riqueza, conocimiento y
poder, teniendo como regente básico a la economía
de la vigilancia. Ese capitalismo se ha configurado como una amenaza grave para
la naturaleza humana en este siglo, tal como
lo fue el capitalismo industrial en los siglos XIX y XX. Este capitalismo
domina a la sociedad generando pavorosas contradicciones para la democracia de
mercado, a la vez que expropia derechos humanos en un proceso de derrocamiento
de la soberanía de los pueblos.
Vivimos, dice la autora, «una
arquitectura digital omnipresente de modificación de la conducta que amenaza
con transfigurar la naturaleza humana» y, agrega, que: «Estamos frente a la
amenaza de una ‘colmena’ controlada y totalmente interconectada que nos seduce
con la promesa de lograr certezas absolutas a cambio del máximo lucro posible
para sus promotores, y todo a costa de la democracia, la libertad y nuestro
futuro como seres humanos».
En una entrevista con Moisés Naím, (https://youtu.be/KAbJxy_BXd8) afirmó
la autora que los monstruos de Internet lo saben todo de nosotros, somos
seguidos, vigilados, monitoreados, y todas nuestras acciones convertidas en
datos que se vuelven propiedad de las grandes empresas capitalistas de la vigilancia,
llegando al límite de ponernos a vivir en una distopía accidental en la que
nadie quería llegar. Toda la estructura de este capitalismo se sustenta hoy en
la comercialización del comportamiento humano, datos que son organizados con
poderosos algoritmos con los que se generan, en cada empresa, millones de
perfiles cada día, perfiles de cada uno de nosotros que no sólo pronostican
nuestros comportamientos, sino que nos llevan a obrar acorde con los perversos
intereses de esas compañías, tales como
comprar productos que no necesitamos o votar de determinada manera en los procesos electorales; así, acabamos
actuando y trabajando, de manera no muy consciente, para otros. Los perfiles
son comprados por ávidos empresarios en los sectores interesados para generar riquezas en variedad de campos
como la salud, educación, empresas comerciales, transporte, seguros y financiero.
Señala autora la imperiosa necesidad
de que los gobiernos y organizaciones supranacionales actúen para preservar los
derechos de las personas, acabar con el superpoder global de esas empresas para regular esos servicios y acabar con el
atropello global al cual estamos sometidos, como sumisos, pero reales esclavos digitales.
De no ser así, en la distopía actual se agudizará esa esclavitud con la destrucción
de la democracia y debilitamiento de sus instituciones.
Algunos gobiernos también elaboran perfiles de sus
ciudadanos. En la distopía en la que estamos envueltos somos productos
digitales, adictos a las plataformas digitales y forzados a comportarnos, agradecidos y satisfechos de determinada manera, como la de expresar
gustos y disgustos. Un asunto grave en extremo es que se modelan también comportamientos de odio,
que llevan a que algunas personas realicen ataques violetos a determinados
grupos sociales o étnicos. Una estrategia empleada por algunos ha sido la de
difundir información falsa (fake news y deep fakes) o crear
teorías de conspiración con miras a la obtención de algunos beneficios
personales o políticos.
Conviene ser conscientes de la
necesidad de obligar la suspensión de semejante atropello a toda la humanidad
en cabeza de unos muy pocos que se enriquecen a costa de nuestra intimidad. El
asunto es sencillo, pero trascendental: Cada uno tiene derecho a decir qué
desea que se sepa de él y cuáles de sus facetas de intimidad personal y
familiar tienen, por sus expresos deseos, que estar libre de usurpación de los
derechos. Adquirir esa conciencia es parte del derecho fundamental de llevar una vida digna y en libertad (condición
esta última esencial para la democracia), con acceso libre al conocimiento y la
ausencia de manipulación por los voraces empresarios del «Capitalismo de la
Vigilancia». Con reiteración, se precisa construir para todos una vida
digna, regida por valores universales y por leyes legítimas que preserven los
derechos a la intimidad, y sus conexos, como asunto privado, libre de
interferencias o de intromisiones por parte de quienes promueven, para su
beneficio personal, una nueva realidad epistemológica, de la naturaleza humana,
de la economía y de la sociedad basada en la creencia de nuevas verdades
absolutas.
Se puede resaltar aquí, como ejemplo,
que sólo seis meses después de que la empresa OpenAI lanzó su ChatGPT de
inteligencia artificial fue demandada por violar los datos personales por transgresión masiva de la privacidad, con
ánimo de lucro, de millones de internautas, entre ellos menores de todas las
edades; fue demandada, a la vez, esa
compañía por derechos de autor (https://rb.gy/23d61).
Las leyes de protección de datos han
sido un avance, pero se han quedado cortas en exigir a las empresas estricto
cumplimiento a las mismas con abierta supervisión, estatal ciudadana, y
rendición de cuentas.
Dejemos de ser «usuarios»,
usados. Asumamos el rol de ciudadanos digitales libres, con capacidad y
voluntad conscientes para preservar los
derechos morales de todos, en especial los de los niños y jóvenes, para
asegurarles su futuro. La vida de ellos y la de todos deben estar bajo el control social y
personal propios y no bajo los cánones
de los muy pocos capitalistas de la vigilancia que, con su inmenso poder
tecnológico y económico, controlan, reclutan
y secuestran nuestra voluntad, ponen en riegos la democracia y la vida pacífica
entre humanos y de estos con la naturaleza. Es el camino para el
libre albedrío y la construcción solidaria de un porvenir basado en la libertad
y la igualdad.
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