Los Sadlings Seguidos por Muchos Humanos se Han Robado la Alegría en las Escuelas
Los
Sadlings Seguidos por Muchos Humanos se Han Robado la Alegría en las Escuelas
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Desde un bizarro
mundo, en otro universo distinto al nuestro, llegaron, atravesando
fronteras de más de seis dimensiones, odiosos y envidiosos sadlings que en su
aburrido y decaído universo carecían de alegría, la cual abundaba en la Tierra
en las escuelas, entre tantos y tantos niños felices. Dice la leyenda que
pasaron por este planeta y se robaron la alegría que tanta falta les hacía.
Desde entonces las escuelas nuestras carecen de alegría, son penosamente
aburridas.
Las escuelas están
triste, muy triste y así lo están sus habitantes: maestros, alumnos, directivos
escolares, padres de familia y, desde fuera, la sociedad en general, los
sectores productivos y la complicidad pasiva de muchos gobernantes ajenos a los
oficios y vicios de los entristecidos modelos educativos. No fue el reciente
flagelo sanitario mundial el culpable; fueron los sadlings y la mala leche que
dejaron entre muchos aquí.
La pasiva sociedad,
contaminada por los sadlings en su paso por la Tierra, también perdió la
alegría e incrementó la astenia, el desaliento y el deseo de hacer algo para
remediar tan horrible mal. Con respecto a la educación, además de tristeza, la
sociedad sufre frente a ella un mal de rigidez catatónica.
Algunos, con
sensibilidad social que se les reconoce, han pretendido cambios, los cuales se
han quedado en lo superficial. Propuestas bien intencionadas, pero formuladas
sobre las mismas bases de arenas movedizas en la que se estremece y hunde,
aparentemente sin remedio a la vista, la muy añeja e impropia escuela. Han sido
sugerencias puntuales para remozar, con apariencia inicial de transformación y
hasta de revolución, pero los frágiles cimientos muy rápido han mostrado
fisuras y hundimientos acelerados. Las estructuras de gobierno en todas partes
padecen del mismo mal, abulia, desinterés y carencia de voluntad, esos males
que dejaron los sadlings.
Los gobiernos, igual
de apáticos e impotentes, son entes en exceso rígidos, centrados en volúmenes
de normatividad insulsa, con poder para controlar más que para innovar;
sostienen así las estructuras que avalan, en burocrática complicidad, la
vigencia de la escuela triste, muy triste. No les importa a muchos gobernantes
que sucesivas misiones de sabios en los más diversos campos elaboren
recomendaciones para entronizar la alegría de aprender y acrecentar el corazón
gozoso de los niños.
La tristeza acendrada
de las escuelas no se supera con meros y lujosos proyectos inmobiliarios o con
los denominados megacolegios, porque sin la riqueza interior para facilitar
ambientes múltiples interactivos, sanos y seguros que faciliten aprender con
alegría, se seguirán construyendo ya no ambientes de simple tristeza sino de
megatristezas.
No hay agua potable,
¡qué tristeza!; aulas con mucho calor y con techo de eternit, hay goteras,
baños no higiénicos, edificio derruido y arruinado, no hay medios educativos,
no hay Internet, mobiliario impropio, no hay energía, no hay compromiso social
ni gubernamental con maestros y escuelas, no hay…: ¡Qué tristeza, nuestras
escuelas tan abandonadas!
En cierto modo, tienen
razón quienes afirman que tenemos una escuela con cuerpo y espíritu triste,
escuela cariacontecida que no permitirá que aprender y crecer sea una realidad
más allá del simple deseo y de quiméricas promesas. Crecer y aprender con el
gozo y la alegría natural de ellos, las que hurtaron los sadlings y
reprodujeron con poder maléfico de herencia, parece que por siempre, los
adultos y sus gobernantes.
La superación de la
aflicción y pesadumbre de las escuelas y los escolares se puede alcanzar con la
sustitución disruptiva de la muy bien reconocida crisis de los modelos
educativos en todo el mundo. Bien sabemos, y reiteradamente se ha dicho,
que es difícil cambiar la orientación de las escuelas y aceptar con convicción
y firme decisión que se requiere una intensa y profunda transformación de la
misma con una nueva cara, la cara de júbilo, felicidad y entusiasmo para
aprender. Transformación que no se asoma, pero que se puede prever y que
seguramente con los desarrollos y cambios que observamos hoy en el mundo, la
escuela puede ser y será diferente, muy diferente de la actual que al
concretarse será muy difícil de reconocer, ya que, lejos del robo de los
sadlings, ella será alegre y sólida para el bien de cada educando, sus padres,
los maestros y la sociedad toda.
Será una escuela de
alegría y para la alegría de aprender, crecer y gozar y, como se ha
dicho, para recordar aquel texto escolar que bien se tituló «La alegría de
leer», la que se convertirá en la alegría de estudiar, la alegría de aprender,
la alegría de progresar, la alegría de ser una persona feliz, la alegría de
amar y de ser solidario para, al fin, dejar atrás la triste escuela, la que
tanta crítica recibe y muy poco de esfuerzo colectivo se hace para que ella sea
el recurso social más importante y crucial para el progreso y
satisfacción colectiva.
El arrojo y convicción
para superar la depresión que se sufre en las tristes escuelas llevará a la
creación y consolidación de nuevos (así, en plural) modelos escolares. Será una
escuela viva, muy cercana al corazón y al intelecto de los estudiantes, lejos
de las abyectas condiciones que han llevado a la catástrofe inconmensurable e
intolerable de la tristeza escolar.
La sabiduría será una
marca indeleble en los nuevos modelos educativos que configuren la nueva
escuela, la escuela que derrote la inacción frente a lo ya muy caduco, el
pesimismo, la violencia, la exclusión, la negación de los derechos
fundamentales de cada persona. Una escuela que gane credibilidad, respeto y
valía para sus habitantes y también para la sociedad en general. La escuela
viviente (la living school), llena, rebosante y robosadora de alegría.
Será una escuela que,
con su propia comunidad alegre, promoverá entre los alumnos un proceso continuo
de formación para una vida alegre y una sociedad donde la solidaridad y la
felicidad se construyan desde la alegría de vivir y convivir, de crecer, de
saber, de soñar sueños de éxito y progreso, y también de disfrutar el sonido
del viento e indagarle por su errabundo destino.
Una escuela para la
alegría del descubrimiento, de la dicha de saber y saber compartir, de vivir en
paz y armonía con la naturaleza, de ser un consumidor inteligente, de tener
autonomía cognitiva, política y moral, de vivir y apreciar el arte y las
distintas manifestaciones de la cultura, el goce, la protección y cuidado de
los bienes públicos y de los patrimonios culturales, arquitectónicos y
naturales. Una escuela para la sana convivencia, una escuela con la alegría
para apreciar la multiculturalidad, la biodiversidad y las aguas. La alegría de
ser parte de una humanidad globalizada alrededor del bien común, alegría de
formarse y crecer en una cultura de la legalidad y contraria a toda forma de
conducta punible que atraque al erario, alegría de aprender a ser un ciudadano
formado en sus derechos y también deberes, formado para promover la expedición
de leyes justas y con el conocimiento para hacer uso de los recursos del Estado
Social de Derecho para oponerse o lograr modificar las injustas.
Será la escuela
de la alegría para formar en el cumplimiento de los derechos inalienables de
todos, la alegría de saber cuidar la salud propia, la de los demás y del
planeta, de disfrutar la música y otras expresiones culturales propias y de
otras etnias o comunidades, la alegría de amar y proteger a su patria, la
alegría de no ser abusado, excluido, maltratado, discriminado o ignorado en sus
necesidades de afecto y en la obligada satisfacción de las
necesidades básicas, alegría de ser capaz de reconocer su identidad cultural en
su lengua madre.
Por encima del muy
dañino mal traído por los sadlings predominará la alegría de saber la valía de
las ciencias, las artes y las tecnologías para el bienestar humano, así como
sus limitaciones y riesgos éticos en sus usos, la alegría de experimentar sanas
emociones, la dicha de alcanzar madurez emocional, de pensar y actuar
inteligentemente, la dicha de conocer y asignar valía a la historia de su
comunidad y sobre cómo se ha constituido la nacionalidad, la alegría de
reconocer sus más cálidos sentimientos y de su capacidad para construir empatía
con los demás, la alegría de saber que en momentos difíciles tiene
recursos yoicos, autoestima y seguridad en sí mismo con los que
fundamentar su actuar para superarlos.
Los sadlings,
ignorantes de los desastres hechos y de los males causados a las escuelas
y a los niños, podrán regresar y llevarse consigo toda la alegría
que deseen, porque con la nueva escuela los niños tendrán alegría de sobra.
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