Acabar con la Caja Negra en el Aprendizaje Escolar
Acabar
con la Caja Negra en el Aprendizaje Escolar
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
En multitud de acciones
cotidianas actuamos en presencia de cajas negras. A guisa de ejemplo, niños y adultos utilizan computadoras, dispositivos
móviles y una variedad amplia de herramientas digitales, o no, con presencia de
esas cajas. Ocurre porque se emplean sin entender o saber qué hay allá dentro
de ellas que las hace funcionar. Para algunos es magia de las tecnologías y
para otros es un sinsentido siquiera intentar averiguarlo porque lo importante
es que ellas hagan las tareas para las cuales fueron diseñadas.
Dentro de los procesos de
alfabetización informática y digital es fundamental que desde los más pequeños
entiendan que hay un complejo de interacciones entre software y hardware que
hace que las máquinas, los computadores, los automóviles autónomos, un GPS, una
consola de videojuegos funcionen. Es preciso, como proceso formativo para el
resto de la vida, que reconozcan siempre
que hay un conjunto de programas que
subyacen y los hace operar o realizar determinadas tareas; convienen que sepan
que en sus interacciones con tales dispositivos o herramientas hay procesos internos que para ellos son una
caja negra.
Las cajas negras han estado
presentes en los procesos de cognición humana y en la práctica de los oficios y
profesiones. Por ejemplo, muchas de las prácticas médicas se han basado en
diagnósticos de cajas negras cuando no se puede ver lo que hay dentro del
cuerpo de quien padece una enfermedad; sin embargo, mediante la configuración
de algunos indicadores, marcadores o parámetros
se ha podido inferir «lo que hay allí adentro», situación que cambió
cuando aparecieron los rayos X y las endoscopias con los que se logran más
precisos diagnósticos, se reduce la incertidumbre y se superan muchos de los
falsos positivos y negativos que los diagnósticos de caja negra habían permiten,
situación que mejora grandemente con desarrollos de inteligencia artificial.
La presencia de la caja negra
implica riesgos que deben conocerse en los procesos formativos en el campo de
la informática. Tanto en la cibernavegación como en el uso de la amplia
variedad de herramientas digitales todos tenemos que reconocer el riesgo de
navegar como caballo cochero, sin libertad para mirar en distintas direcciones
o para tomar rutas alternas y evadir las no deseadas. Se precisa mitigar los
riesgos de navegación a ciegas, sin conocer que existen en la caja negra programas
que pueden llevar a consecuencias negativas. Una manera de expresar el riesgo
consiste en reconocer que en la Red, en
mitad de su innegable importancia, hay caminos culebreros, trampas y software
maliciosos y malintencionados conocidos como «malware», enlaces
perversos y trampas en correo electrónicos conocidos como «phishing»
(correo o páginas maliciosas que tienen la intención de engañar a las personas,
robar su identidad e información personal para luego ser usada de modo ilegal).
Es necesario insistir en que
muchos recursos de uso cotidiano, como las redes sociales, sitios de
videojuegos y ahora con apuestas están diseñados para volver adictos, como
cualquier droga, a quienes las emplean. Por ello, la ciudadanía global precisa
regular los atropellos que, con distintas modalidades, se cometen en cada
instante violando la privacidad y abusando de la buena fe de quienes limpiamente
recurren a la Red. Recordemos que multiplicidad de servicios en ella está en
manos de empresarios en quienes el móvil central es la ganancia económica, sin
que les importe la integridad de los niños y tampoco de los adultos
cibernavegantes necesitados de información o de otros recursos disponibles en
la Web.
En los procesos de formación de
cada niño, joven o adulto en la utilización de diversas herramientas y recursos
informáticos es preciso focalizar los esfuerzos para que no sean simples pasivos
receptores de información o productos, cualesquiera que ellos sean. Deberán
reconocer que la «caja negra» estará ahí y que la explicación de los muy
complejos procesos internos de procesamiento de información o ejecución de
tareas está en manos de los especialistas cuya complejidad muy pocos entienden.
A medida que se incrementa el
número de aplicaciones disponibles y la diversidad de usos con implicaciones en
la vida diaria y en variedad de procesos y decisiones sociales se hará más y
más evidente la necesidad de acceso oportuno y claro a la necesaria información
y caracterización de aplicaciones para
comprender, al menos, las ventajas y riesgos.
Situación que se torna cada vez
más compleja, tal como se observa con los avances en la inteligencia artificial,
la cual se construye y se sustenta su operación sobre un conjunto muy complejo de algoritmos (de
manera breve son conjunto de instrucciones que definen pasos para solucionar un
problema). Si con base en ellos se toman decisiones, conviene saber que ellas
no está viciadas ni recorridas de exclusión o con favoritismo en la toma de
decisiones para unos sectores con
exclusión de otros.
Conviene, al menos, tener la
certeza sobre cómo y por qué se comporta un modelo de operación de dispositivos
y herramientas, saber que ellas tienen inocuidad social, laboral o ambiental
frente a las acciones que se deriven de sus aplicaciones. No basta la confianza
de que elaborados modelos estén bien construidos y orientados o que las
herramientas y dispositivos de diversas clases tengan una presentación
atractiva y realicen tareas sorprendentes; siempre conviene eliminar la
posibilidad, omnipresente de sesgos de diversa índole, de una «caja negra»
que encierra los peligros subyacentes.
Si bien en la tradición del
pensamiento científico, de las teorías económicas y de los desarrollos
tecnológicos se ha concebido que una «caja negra» es cualquier sistema
físico o social en el que se conocen los insumos, se observan resultados, pero
que no se sabe que ocurre entre unos y otros, tal como ocurre cuando se usa un
televisor, se navega en un GPS, se abre un navegador web o simplemente se marca
un número en un teléfono celular. No ha importado saber cómo funcionan. Así ha
sido, pero no puede seguir siendo de
ese modo en educación. Los insumos son políticas de gobierno, recursos económicos,
medios educativos, maestros y sus salarios, entre otros, y se esperan
resultados valorados con exámenes, sin que se sepa con precisión a qué se deben
los resultados observados. Pruebas cómo las estandarizadas para bachilleres en
los distintos países y otras cómo PISA, trabajan con un enfoque de «caja
negra» bajo un falso supuesto y
complicidad delatora, ya que ignoran
dicha caja y con las puntuaciones en los exámenes esperan, siempre sin fortuna,
que entre los insumos y las mediciones demuestren mágicamente logros académicos
superiores, los logros de calidad y atributos socialmente valorados. (https://rb.gy/jw90vm).
Algo parecido, a pesar de los
avances en neurociencias, ocurre con nuestros procesos cognitivos y afectivos y
con el aprendizaje escolar. El servicio educativo en todo el mundo, con la
evaluación de sus resultados, está anclado en procesos que desechan lo que
ocurre al interior de los procesos formativos, a las complejas interacciones
pedagógicas, a la interacción maestro – alumno, entre los alumnos, entre los métodos
y motivaciones, entre los alumnos y maestros con respecto a la evaluación
punitiva, entre otras interacciones. Estas quedan escondidas dentro de la «caja
negra»; se niega intencionalmente
verla y, con reiteración, es preciso señalar que si no se hace el esfuerzo
consciente de reconocerla hay no sólo ignorancia selectiva sino omisión
de los procesos más importantes en el aprendizaje y progreso escolares.
La «caja negra», a pesar de todo,
sigue ahí incólume a la espera de que la abramos, clarifiquemos y sepamos qué
efectivamente y con qué clase de interacciones se alcanzan los mejores logros.
Se sigue sabiendo qué se mete (y también que no) en la «caja negra» (los llamados «insumos»), pero
observamos que se escurren responsabilidades, se expresan acérrimas críticas y
se dan golpes de pecho cuando se conocen puntajes (mas no logros efectivos) en
los muy impropios exámenes de Estado o en los internacionales las mismas
pruebas que con omisión cómplice ignoran las complejidades de interacción de variables,
emociones y otras que ocurren en los ambientes de aprendizaje escolares. Pobres
los maestros, los que abundan en calidad y compromiso, quienes pagan los platos
rotos ante las inicuas pruebas estatales. Esas interacciones, las que no se
ven, ni se miden, son las más importantes para explicar los aprendizajes en
contextos escolares. (https://rb.gy/6rukx7).
Es un hecho cierto que padres de
familia, Ministerios de Educación, otras autoridades educativas, agencias
nacionales e internacionales de logros y la ciudadanía en general no saben qué
pasa en las escuelas. De manera abiertamente errónea, todos han sido llevados a
centrarse en las aleatorias e imprecisas calificaciones y en los puntajes en
pruebas estandarizadas. Sin embargo, se desconoce que es más crucial lo que
ocurre en los espacios escolares y en las interacciones para el aprendizaje que
las calificaciones. Si bien maestros y alumnos pueden decir lo que ocurre en las
escuelas, ninguno de los dos está consciente de los que ocurre en el cerebro y con
las emociones; el aprendizaje y la cognición
humana son asuntos de emociones; los alumnos y maestros deben
entender cuál es la naturaleza de sus
procesos cognitivos y metacognitivos (en resumen, conciencia de los propios
procesos de aprendizaje), para iluminar
la «caja negra» y así convertir a la escuela un centro de
aprendizaje, una escuela viviente (la Living School que ha sido
postulada) iluminada para el progreso permanente cognitivo, afectivo y volitivo
de cada alumno, sin excepción.
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