Regreso a la Presencialidad Escolar con Atención a la Salud Mental y Física de los Alumnos
Regreso a la Presencialidad Escolar con
Atención a la Salud Mental y Física de
los Alumnos
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Ya es bien sabido que uno de los
efectos discernibles de la actual crisis sanitaria mundial ha sido el crecimiento de la pobreza. Así mismo, ha sido claro el debilitamiento de las
condiciones de calidad de vida de amplios sectores de la población y el severo retraso en los niveles de aprendizaje de los
estudiantes en todos los niveles educativos. En general, se puede afirmar que la pobreza de aprendizaje
fue engrandecida por la pandemia del coronavirus.
Especial consideración en el
regreso a una educación presencial tiene
que ser la detención y mitigación del efecto negativo que estos dos años de
crisis ha tenido en la habilidad para leer y comprender textos, para la comunicación
clara y fluida oral y por escrito, habilidad más que esencial en esta época
cuando se tienen y se precisan, otras formas
no sólo de acceder a información sino, a la vez, de su comprensión y difusión
en distintos formatos digitales. La habilidad lectora, ahora en
multimedios, por siempre ha sido reconocida como una condición esencial
poder aprender las complejidades de las ciencias, las tecnologías el arte, y
los elementos culturales y éticos que se fijan como de alto nivel e
imprescindibles fines de la educación.
Bien se puede reiterar que todos los
alumnos deben alcanzar las metas educativas que se esperan como resultado de
los procesos formativos escolares. Para lo cual son imprescindibles nuevos modelos
educativos con estrategias pedagógicas y didácticas que favorezcan la
explosión de la creatividad y de la diversidad de talentos presentes entre los
estudiantes, una educación que rehúya la unicidad en favor de la riqueza de
aprendizajes activos, situados y adaptativos.
Aparte de la importancia insustituible
y por nada soslayables o excusable de las habilidades de lectura, de comprensión
y comunicación clara y enriquecida, está la formación para la salud mental y
física propia de todos y, así mismo, con acendrado énfasis, para la biodiversidad
y sustentabilidad de la vida en el
planeta. La salud mental es una condición necesaria para alcanzar la deseable
formación para las relaciones sociales enriquecidas y enriquecedoras. «Mente
sana y cuerpo sano», se podría volver a reiterar con el viejo y muy
conocido adagio. Las perturbaciones mentales, por leves que sean, son
contrarias a los fructíferos procesos escolares. Ellas contribuyen a empobrecer los logros educativos
razón por la cual el cuidado y formación para la salud mental es una tarea
fundamental en las escuelas.
El súbito abandono de las aulas,
el confinamiento forzoso, enfermedades, muertes, desempleo, pobreza y hambre en
las familias han afectado la salud mental de los alumnos.
Se ha destacado que la educación circunscrita a lo virtual, para quienes
pudieron hacer uso de ella, perturbó la salud mental de los alumnos. El regreso
a la presencialidad plena no puede desconocer este hecho y, por lo tanto, es
un asunto de plena consideración y la base para el impulso a acciones que
permitan crear condiciones de sanidad mental para evitar daños y retrasos adicionales
en el aprendizaje, carencias perdurarán por años en la vida de muchos, con
amplios efectos negativos en todos los alumnos.
Diversas organizaciones en el
mundo han indagado sobre qué se ha perdido en la formación escolar y qué
efectos negativos ha producido la
pandemia del coronavirus. Resumo lagunas pérdidas: Más pobreza de aprendizaje,
retraso y abandono escolar, pérdida de familiares, de buenos amigos y de
entrañables maestros, ausencia de contactos
para la continua socialización, falta de ejercicio físico y de
recreación al aire libre, pérdida de empleo, violencia intrafamiliar, ausencia
del complemento nutricional escolar y con ello aumento de la desnutrición
con los consabidos efectos en el
desarrollo físico y en el retraso en el aprendizaje, ausencia o discontinuidad
en tratamientos médicos, carencia de orientación académica y vocacional, pérdida de motivación para el estudio y del
sentido de valía de la escuela. A todo lo
anterior se agregan desde la salud mental: Reacciones de evitación, alteración
súbita de estados de ánimo, agotamiento emocional, depresión, comportamientos obseso compulsivo, ansiedad
difusa, desespero, angustia, estrés y confusión
generalizada. Es una escena y un contexto dantescos, pero reales que llevan a
la inaplazable tarea de crear nuevas
condiciones para la enseñanza y el aprendizaje. Mucho ha pasado y mucho más
ocurrirá. El regreso pleno a las
escuelas, sin rodeos ni excusas inútiles, tiene que ser bajo una nueva
presencialidad.
Todo esto se ha dado en un
contexto de supuesto aprendizaje por medios digitales que no muchos entendieron
y que fueron empleados con la misma pedagogía tradicional por maestros que
no sabían o no podían usarlos y a la que
muchos alumnos, por carencia de recursos informáticos, nunca pudieron acceder. En
fin, una vida anómala, impredecible, acompañada de una percepción de caos incontrolable acerca del
futuro inmediato y de la suerte lejana, como si no supieran cuándo
escampará y dónde poder guarnecerse para
evitar mayores males y más adversas consecuencias. (https://rb.gy/5wtcyw).
La vida psíquica, con sus
componentes sociales y emocionales, de
alumnos y maestros, ha sido intensamente perturbada y agravada en aquellos que
ya padecían alguna forma, leve o grave, de trastornos o dificultades psíquicas,
o de otras enfermedades preexistentes. Se requiere apoyo emocional profesional.
Con el mero hecho del regreso a presencialidad plena los estudiantes
traerán consigo angustias, temores,
posibles aumentos en la violencia escolar instigada por la irritabilidad y nerviosismo que han vivido, adquirido y
sufrido de modo pasivo en medio de la confusión que les ha generado el cambio
radical en sus modos habituales de vida.
En el retorno posible a una
presencialidad plena (si no se interponen nuevo brotes y adicionales mutaciones
del virus) dada las condiciones de salud mental y el atraso escolar
generalizado encontrarán los miembros de
las comunidades educativas que sus instituciones carecen de profesionales,
experiencia y recursos de diversa índole para apoyar la estabilidad y el
crecimiento psicológico de cada uno de ellos. Se tiene un riesgo muy alto
de más retraso en el aprendizaje y de que
un número mayor de alumnos, desde la educación básica hasta la superior, deserten de los estudios, con las consecuencias
personales, familiares y sociales que
semejante fenómeno causa. En la
educación superior se ha indicado que: “La población universitaria es
especialmente vulnerable a variables psicológicas como el estrés, ansiedad y
depresión, lo cual afecta sus áreas del funcionamiento, desarrollo personal y
desempeño académico”. (https://rb.gy/ff1uuv).
La UNICEF ha reportado que los jóvenes entre los 18 y 24 años han
sido los más afectados por ansiedad y depresión
(https://rb.gy/blafvy).
De otra parte, el Banco Mundial,
la UNESCO y UNICEF han señalado que el impacto del Covid-19 costará a los
alumnos actuales una pérdida de ingresos en su vida de US $17 trillones (17 millones de millones). Agregaron que la proporción de niños con pobreza
de aprendizaje que era de 53% en
países de ingresos medio y bajos pasará al 70% debido a los efectos de la
pandemia y a la inefectividad de las estrategias empleadas de aprendizaje
remoto. (https://rb.gy/5wztjl).
Ante la crisis de logros formativos escolares generada por la pandemia del
coronavirus, es evidente que es necesario regresar a las aulas presenciales,
pero el mundo en su totalidad ha cambiado y con ello las perspectivas,
anhelos y proyectos de todos. Ha cambiado la vida social y causado grandes
efectos en la salud mental de los alumnos y de toda la población, con
indicadores de trastornos psicológicos agudizados que tienen el potencial de
permanencia en el tiempo si no se intervienen desde ya. No serán iguales ni la
concepción anterior del aula, ni las
prácticas didácticas que fomentan la pasividad de los alumnos para «aprender
lecciones» y tampoco la rehuida relación con los medios informáticos de
apoyo a la formación presencial.
Regresar a la plena
presencialidad no significa poner un punto y coma y continuar con la consabida
frase, atribuida a Fray Luis de León, «como
decíamos ayer», asumiendo que nada ha pasado e ignorando un evento tan catastrófico por sus
consecuencias en maestros, alumnos y sus familias.
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