Inteligencia Artificial Ante la Gran Singularidad Cognitiva y Afectiva
Inteligencia
Artificial Ante la Gran Singularidad
Cognitiva y Afectiva
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Desde mediados del siglo pasado se formuló la predicción de que la inteligencia
artificial ayudaría a resolver con prontitud todos los problemas de la
ciencia. Más de seis décadas han pasado, la predicción no se ha cumplido, pero
sí se han acrecentado las expectativas que diferentes avances
tecnológicos pueden ofrecer para la solución a la gran variedad de
preocupaciones y retos que enfrenta la humanidad.
En física la
singularidad, en términos breves, se refiere al momento en el universo donde
por alguna razón las leyes que conocemos de la física dejan de ser válidas.
También, de modo breve, la singularidad tecnológica será aquel evento al que se
llegará con el desarrollo acelerado de máquinas inteligentes que tendrán la
capacidad de mejorarse a sí mismas sin intervención humana, seguirán
aprendiendo de modo autónomo, se reproducirán por sí solas en generaciones
sucesivas cada vez más superpoderosas,
luego de lo cual perderemos, en medio de
estallidos de superinteligencias, el control de ellas. La inteligencia
artificial superará por mucho a la humana. Se ha predicho que ese momento de la
singularidad tecnológica se alcanzará
hacia mediados de este siglo, después de lo cual nada será igual entre los
humanos. (https://rb.gy/k8elr9).
La operación de
la inteligencia artificial se da en el campo humano de la toma de decisiones.
Son centrales en ella los procedimientos que se engloban bajo la denominación
de «analítica de datos», los que permiten que las máquinas programadas
con software ultra especializado analicen gran cantidad de información, a velocidades y con precisión
que supera a la de los humanos. En la toma de decisiones se pretende reducir
los errores y sesgos humanos facilitando precisión en una variedad amplia de
procesos cognitivos.
En el mismo
contexto de la analítica de datos surgen diversos paradigmas o formas de
inteligencia. Una de ellas es la inteligencia artificial; también nace la “la
inteligencia de datos” (data intelligence) que es colectiva por qué ocurre en interacción social
para facilitar crear, innovar, sugerir las opciones más viables de intervención
o solución de problemas en diversos escenarios o contextos, o probar hipótesis.
Se encuentra también la «inteligencia incorporada o imbricada» que, como
forma operativa de la inteligencia artificial, está presente en multitud de
robots, vehículos autodirigidos, impresión en 3D, entre otros. (https://rb.gy/4qomvr). Al proponerse que
en el fondo la principal cuestión sea mejorar los juicios humanos, surge una «inteligencia
aumentada», la que se concibe también como «la
nueva inteligencia».
Son muchos los
campos donde la inteligencia artificial ha sido empleada de manera productiva:
La elaboración de diagnósticos y tratamiento médicos más precisos y oportunos,
mejora de la productividad de la agricultura y ganadería, reducción de la
contaminación por fertilizantes, pronósticos en producción y ventas, seguridad
ciudadana, optimización de los recursos hídricos, mitigar los efectos del cambio climático y desarrollo
de drogas. En educación, entre muchas
aplicaciones, están la personalización
de la enseñanza, el aprendizaje adaptativo, la predicción e intervención de
estudiantes potencialmente desertores y el uso de tutores virtuales (chatbots), con
disponibilidad 24/7/365 para atender a
necesidades diferentes de aprendizaje.
Todos estos
desarrollos son bienvenidos. Pero, con algunos avances de la inteligencia
artificial podemos estar en el camino de la gran singularidad cognitiva; o
sea, aquel momento en que no se pueda diferenciar la inteligencia humana
de la artificial basada en máquinas superinteligentes, contexto en el que, a la
vez, las máquinas podrán controlar la expresión de nuestros pensamientos. Surge
la necesaria inquietud de si esa gran
singularidad también será afectiva en el sentido de que no podamos diferenciar
los afectos cotidianos de aquellos presididos por el superdesarrollo de la «la
nueva inteligencia». Es decir, que pensamientos y emociones no serán totalmente nuestros o
totalmente humanos. En tal singularidad podrían las máquinas, programadas con
software superpoderoso, controlar la expresión de nuestros sentimientos y la variedad
de afectos humanos que reconocemos hoy. (https://rb.gy/us6ual).
Elon Musk,
clasificado como el hombre más rico del mundo, dueño de muchas empresas, entre
ellas Tesla dedicada a la fabricación de
vehículos eléctricos, quien tiene programado su viaje a Marte, situará 1500 satélites de baja altura para lograr el acceso
universal a Internet, el mismo que hace muy poco envió los primeros turistas
espaciales con pago a un paseo en la órbita terrestre, el de los carros
inteligentes sin conductor, ha anunciado su propósito de conectar un chip al cerebro humano, el cual
ya ha experimentado midiendo la actividad cerebral en cerdos. Visionando el éxito de su compañía llamada Neuralink,
Elon Musk espera, entre multitud de propósitos, ayudar a mejorar la memoria de
las personas, curar la enfermedad de Párkinson, la demencia senil y daños en la
columna vertebral. El chip con el que espera medir la actividad cerebral de los
humanos se controlará desde un celular. Ha
resaltado, además, poder llegar a la cognición superhumana para combatir la inteligencia
artificial que, en su concepto, puede destruir la raza humana. (https://rb.gy/zuon4b, https://rb.gy/gyulhc).
Neuralink (https://neuralink.com/) esboza el lema «Crear el futuro con
nosotros», mientras que con abierta
paradoja se propone potenciar el cerebro
frente a las amenazas de la inteligencia artificial. La propuesta de Musk ha sido calificada como teatro científico, mas no ciencia. «El premio real que buscan
los capitalistas no es la ganancia monetaria inmediata, sino los datos
recopilados por plataformas y dispositivos… Si bien no es inmediatamente
perceptible qué modelos comerciales surgirán para capitalizar los datos
neuronales… [se
pretenderá] sacar del laboratorio todo lo relacionado con el control
cerebral y convertirlo en un producto básico como objeto de comercio».
Además, científicos de muy diversos campos de las neurociencias han resaltado
la gran dificultad de tal implante debido a los grandes vacíos de conocimiento que tenemos sobre el
funcionamiento de alta complejidad del cerebro. (https://rb.gy/mwsktg, https://rb.gy/zgqwzt).
También existe el
riesgo de uniformar los modos de razonar y de expresar distintas
manifestaciones humanas y sociales asociadas a la inteligencia humana,
abriendo camino a una inteligencia digital extra humana, la cual mediante nano
chips se descargaría en el cerebro. Y quedará abierta la posibilidad
de hackear el chip, robar los datos neuronales, secuestrar la mente de la
persona e impulsarla a mantener y expresar determinadas creencias y algunas
formas de comportamiento.
Entonces, con
ciertos desarrollos del campo de la inteligencia artificial podemos estar en el
camino de la gran singularidad cognitiva y afectiva, dada la creación y uso
impropio que se pueda hacer con supercomputadoras, superinteligentes, cada vez
más avanzadas, imposibles de controlar y sin modo de apagar la fuente de poder.
La gran
singularidad tecnológica podría llevar a una indefinición entre humano y
máquina que, a manera de seres biónicos, seríamos parte humanos parte máquinas.
Una nueva especie humana, una humanidad diferente, hasta llegar como
posibilidad a una hecatombe.
En términos éticos,
nos corresponde abrir espacio para la autodeterminación de la especie, la
libertad para progresar y construir sociedades igualitarias, haciendo uso de
los mejores avances tecnológicos evitando que se produzcan desarrollos opuestos
al bien común.
Conviene crear y
mantener una actitud positiva frente a los beneficios de la inteligencia
artificial, conocer y anticipar sus riesgos. A la vez, es preciso mantenerse
vigilantes como ciudadanos para que ella
no se use en provecho de algunos y se constituya en amenaza para toda la
sociedad y aun de la misma especie humana.
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