Los Niños Crean su Propia Agenda Ambiental para Salvar la Vida en el Planeta
Los Niños Crean su Propia Agenda Ambiental
para Salvar la Vida en el Planeta
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Sin niños educados para salvar la
vida en el planeta no sobrevivirá ningún proyecto educativo. Si no es para la
sobrevivencia solidaria de la especie humana y de las demás formas de vida, no
tienen sentido los demás propósitos formativos.
Los niños pueden salvar la vida en el
planeta. Con el debido apoyo pedagógico y social les quedará a ellos más fácil
generar actitudes, valores, comprensiones y comportamientos biofílicos frente
a los diversos ambientes naturales. Ese será
su mundo, no el nuestro, el de los
adultos de hoy.
El 5 de junio
de cada año se celebra el Día del
Medio Ambiente, este año con énfasis en la restauración de los ecosistemas.
Es un día que sirve para resaltar la formación ciudadana en el cuidado
ambiental y en la formación de las más nuevas generaciones como líderes del
cambio de actitudes y de comportamientos frente al cambio climático y sus
catastróficas consecuencias.
Al formular
metas de desarrollo sostenible se ha enfatizado el beneficio para «las próximas
generaciones», pero vivimos el muy visible hecho de que esas futuras
generaciones, niños y jóvenes, ya están hoy aquí. Padecen el atropello que se
ha habituado por décadas sobre los recursos naturales no renovables y los seres
que en la naturaleza habitan.
Asumiendo
una actitud y esperanza positivas, a más tardar en tres décadas habrán
fructificado los esfuerzos de restauración de los ecosistemas. Bajo el rótulo
de «desarrollo económico», en lugar de «desarrollo humano pleno y sostenible», se
ha consentido, por acción u omisión de
muchos, el arrasamiento de los recursos
naturales de los cuales depende el armónico y bien establecido balance biológico y natural entre las distintas
especies vivas.
Los niños
alrededor del mundo, aquellos que hoy están estudiando en una escuela primaria, al cabo de tres décadas
serán adultos jóvenes. Reconocerán bien en sus procesos formativos escolares lo
que bien se ha dicho y reiterado: el planeta no nos necesita, pero nosotros sí
necesitamos al planeta para evitar nuestra propia extinción. Nada nuevo porque,
como bien se sabe, en la extinción hemos
sido precedidos por los hombres neandertales y denisovanos.
No se puede
seguir formando a los niños en la creencia ideologizada tan común que les
señalan que como adultos tendrán una vida prospera y feliz si tienen éxitos en
los estudios, una vida abundante en bienes y riquezas materiales. No. En tres décadas, cuando sean adultos jóvenes, deberán
vivir en ecosistemas saludables y sostenibles. Será necesaria una formación
escolar para que los niños prevean la vida que llevarán como adultos si no se cambian los modos actuales de apropiación o usurpación de los recursos
naturales. Hasta ahora hemos tenido una educación, incluida las universidades, en
alto grado complaciente con los severos atropellos a la naturaleza.
El
fenómeno del calentamiento global anuncia a diario, de manera evidente frente a
ojos ciegos y oídos sordos de muchos que, al final de las próximas tres décadas, el aumento de la temperatura global conducirá
a grandes cataclismos naturales de origen antropogénico, tales como la desertificación,
la desaparición de selvas, la sequedad de las llanuras, el aumento del nivel
del mar, el agotamiento de las fuentes de agua, incendios incontrolables,
temibles y destructores huracanes, el aumento
de enfermedades y pandemias, entre otros.
Las altas
temperaturas, hasta cuatro grados Celsius más, frente a las vigentes hoy, conducirá a que la vida de quienes están hoy en escuela
primaria sea afectada de modo grave con la muy baja producción agrícola,
catástrofes naturales, crecimiento de la
pobreza y del hambre, el desplazamiento sin control hacia otras zonas
geográficas (con sus efectos en la exclusión y discriminación rampantes),
conflictos étnicos, guerras fratricidas para el control y apropiación de los pocos recursos vitales disponibles, y relaciones
deterioradas entre grupos sociales, culturas y países.
Sí, ese es
el escenario negativo. Es preciso y conveniente que los niños aprendan sobre los
riesgos que enfrentan hoy y en el futuro para sus vidas. Es ineludible que
reconozcan que no se están preparando para un camino lleno de rosas y de dulces
aromas. Por ello, deben asumir desde ya la
dirección de sus procesos formativos para
que con el apoyo conjunto de los adultos con conciencia planetaria promuevan la
defensa de los diversos ecosistemas y de los recursos naturales no renovables. Para
fortuna, hay más adultos hoy que se preocupan por la vida en el planeta, viven
y promulgan la necesidad de su conservación y del desarrollo sostenible.
Los niños se pueden forman desde ya para crear su
agenda ambiental y dar vida a su propio calendario ambiental como compromiso
personal, social y ético. El papel de la sociedad en general, de los maestros,
de los sectores productivos y de los gobiernos es vital para alcanzar este
propósito.
Si a cada 5 de junio le corresponde el
Día Internacional del Medio Ambiente, se ha celebrado semanas antes el Día
del Planeta. Al lado de estos dos, existe una agenda muy amplia que hacen que todos los días sean los días de
los compromisos de los niños con la
salud del planeta, de todos los seres vivos y del uso racional y sustentable de
los recursos naturales. Esa agenda empieza en enero con los días de la educación
ambiental y la reducción de emisiones de CO₂, mientras
que en los meses siguientes se
celebran al menos otros 46 días más sobre el cuidado los recursos
naturales esenciales para la vida en este planeta azul. Entre esas
conmemoraciones se encuentran los días de: Humedales, vida silvestre,
eficiencia energética, agua, bosques, salud, reciclaje, diversidad biológica,
océanos, desertificación, plásticos, manglares, capa de ozono, abejas, aves
migratorias, reducción de desastres, cambio climático, protección de la
naturaleza, plaguicidas, suelo, y montañas. Cada uno y todos integrados cubren
distintas áreas de formación escolar. Con ellos los niños crearán y conducirán
su propia agenda ambiental para salvar la vida en el planeta y alcanzar en no
más tres décadas un futuro próspero, ambientalmente sano y de relaciones
armónicas entre personas, culturas y
países. (Véase un calendario de estas
fechas aquí: https://rb.gy/xfvqez).
Reconocerán los niños, con sus maestros,
y otros adultos con conciencia ambiental,
que el progreso personal y colectivo no dependerá de la educación tradicional
(una educación 2.0), la cual ha consentido y también formado para el arrasamiento de los recursos naturales y la
explotación inmisericorde de estos.
Ellos, los niños, no pueden ser
pasivos en la construcción de su propio futuro. Con una sólida formación
social, científica, cultural, ambiental y ética serán artífices, promotores y
practicantes de la producción de energía limpia y de la cero emisión de gases
de efecto invernadero, necesarias condiciones para el mundo amigable y sano que
les corresponderá vivir.
Es preciso redimensionar los fines
formativos de la educación e impulsar innovaciones pedagógicas para alcanzar las redefinidas metas
educativas, las cuales serán ejes articuladores de los demás procesos
escolares.
A guisa de disrupción, se prescribe una
educación en la que se adquiera compromiso con la defensa del planeta y de sus
recursos, que forme ciudadanos universales con clara conciencia ambiental. Una
educación con educandos, desde preescolar y
primaria hasta la universidad, dueños muy conscientes de su agenda
ambiental, de los diversos ecosistemas que debemos proteger y cuidar, de la
diversidad biológica, y la salud física y mental de todos, por un desarrollo
humano pleno y sostenible.
Una educación con niños socialmente
bien formados que dejen crecer a las abejas (consideradas como los seres vivos
más importantes) para que polinicen a las flores y las plantas den sus frutos,
que las flores expidan sus aromas y las
aves migrantes las empapen en sus alas para que, volando muy alto, los vientos
diseminen esas fragancias
a lo largo y ancho de la tierra.
Una educación para que un niño, amigo
del desierto, le pinte sombras para que se refresque del ardiente calor, para
que sus cactus florezcan, para que se llene de colores y dé abrigo a abundante variedad de vida.
Porque un desierto con las sombras que le pinten los niños será otro ecosistema
restaurado.
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