La Admisión a la Universidad con Pruebas Estandarizadas Perpetúan y Validan la Desigualdad, la Discriminación y la Exclusión
La Admisión
a la Universidad con Pruebas Estandarizadas Perpetúan y Validan la Desigualdad, la Discriminación y la
Exclusión
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Las pruebas estandarizadas para el acceso a la
educación superior no se relacionan con la calidad ni con la excelencia, sino con
exclusión, discriminación y desigualdad social. Ante los sustanciales cambios
en la creación y difusión de conocimientos y ante nuevas alternativas de
formación para una vida social, laboral y personalmente más productiva, esa
desueta práctica universitaria está obligada
a desaparecer. La persistencia de la selección para la exclusión es una de las prácticas que
han llevado a la consideración de que las universidades se transforman o
desaparecen.
En «El Observatorio de la
Universidad Colombiana» se ha vuelto
a plantear nuevamente la pregunta sobre la conveniencia del uso de los
exámenes de admisión en las universidades públicas (https://rb.gy/unftis). Es
importante precisar aquí que el uso de pruebas estandarizadas como medio de
selección de estudiantes a programas universitarios tiene un origen evidentemente racista. Se
remonta casi un siglo atrás, cuando en 1926 el profesor de psicología de la
Universidad de Princeton, Carl Campbell Bingham,
desarrolló el «Scholastic Aptitud Test – SAT», prueba que ha entrado en una
mayor crisis de credibilidad a partir de la presente pandemia del coronavirus y
por los movimientos sociales recientes por la igualdad, contra el racismo y la
discriminación.
El profesor Carl Campbell Bingham fue asesor de la Sociedad
Americana de Eugenesia. Como eugenista fue promulgador de la tesis política e
ideológica que afirma que ciertas razas y grupos étnicos son superiores en
inteligencia. En uno de sus escritos
afirmó: «Sería una pérdida de dinero intentar darles a estos idiotas e
imbéciles natos [negros, italianos y judíos] una buena educación anglosajona, y
mucho menos admitirlos en nuestras excelentes escuelas de posgrado en medicina,
derecho e ingeniería». Impulsó este
profesor legislación contra la
inmigración hacia los Estados Unidos. La empresa, denominada College Board, que
desde entonces ha producido y comercializado el SAT, ha intentado alejarse de
esa concepción, actitudes y prácticas, pero los abominables fundamentos siguen siendo parte de la historia de esa
organización, reflejada hoy todavía con fuerza en las pruebas estandarizadas
que distribuye y que son empleadas para la selección de aspirantes a programas
de educación superior. Ha sido reconocido y demostrado que esas pruebas tienen
un sesgo negativo contra grupos
minoritarios y pobres y que, así mismo, han contribuido a validar y perpetuar la desigualdad, la inequidad y la exclusión. Son pruebas con una naturaleza
impropia para la Sociedad 4.0, igualitaria e inclusiva, de este siglo XXI. (https://bit.ly/3u0GXYp). El SAT ha sido el fundamento y el modelo para las
demás pruebas estandarizadas de selección de estudiantes que se emplean en todo
el mundo.
A lo largo de su extenso, y ya desgastado camino, las
pruebas estandarizadas para admisión a programas universitarios se apoyaron en
el legado de la exclusión y en el
mantenimiento de una sociedad desigual
con los privilegios heredados por una minoría. Perpetuaron por años su sesgo
con el sello de la desigualdad; impropiedad justificada con base en puntajes
que no miden ninguna calidad de la educación, ni están asociados, como se anotó, a logros
en los estudios o al desempeño en la vida como ciudadano o
trabajador. Como en el efecto Pigmalión, unos y otros, los privilegiados y los
excluidos, se han comportado según las expectativas y estigmas sociales derivadas
e impuestas por las concepciones eugenistas mencionadas.
Con la pandemia del coronavirus la prueba SAT y, en
general, todas las pruebas estandarizadas
para admisión a programas educativos, como el American College Test –
ACT, han sufrido un duro revés. Ellas eran obligatorias en casi todos los colleges y universidades
de Estados Unidos. Un gran número de universidades las han vuelto opcionales y
muchas otras han descartado su uso. Para
la admisión al año escolar 2021 - 2022
cerca de 1600 universidades no las emplearán como criterio de admisión. Se ha dado
un efecto positivo derivado de esta decisión, manifestado en que muchos más estudiantes se han inscrito en
universidades de más alto rango, creando la posibilidad de que sean más diversas
en su población estudiantil. De otra parte, varias demandas legales han
sostenido que esos exámenes tienen construida una profunda marca de sesgos de
diversa índole y que, a la vez, no han demostrado que provean información
fundada acerca de las habilidades de los estudiantes para tener éxito en los
estudios y en la vida. Pero sí se ha demostrado que favorecen a la población
blanca, a aquellos con padres educados, y que excluyen y discriminan a los
negros, latinos e indígenas. (https://bit.ly/2Rs0yDD, https://bit.ly/33TYIxX).
Con base en la pregunta que se formuló en «El
Observatorio de la Universidad Colombiana» y las opiniones emitidas ahí,
conviene precisar que con la abolición de esas pruebas como criterio de
admisión no se busca promover un «ingreso indiscriminado» dentro de la misma
estructura y concepción del modelo
educativo vigente. Más bien forma parte de una transformación de fondo de los
procesos educativos, de reconceptualizaciones medulares y esenciales sobre cómo
se concibe la educación (desde preescolar hasta la universidad), de cambios
innovadores en las maneras, medios y estrategias sobre cómo se diseminan e
irrigan sus beneficios a toda la población sin exclusiones. Tampoco
se puede considerar que el asunto de fondo es si las universidades serán
o no «sostenibles financiera y académicamente», argumento que enfatiza lo
económico y financiero sobre la conveniencia y beneficios sociales el que, a la vez, puede servir de base para justificar
el uso de tales exámenes estandarizados y seguir con la exclusión. Las principales
propuestas y proyectos de salvaguardia de las universidades como instituciones
sociales se refieren a las transformaciones fundamentales, ya inevitables, en
su identidad, en sus funciones y en sus infundadas creencias, principios y prácticas
pedagógicas. Dada la gran cantidad de presiones sociales, culturales,
científicas, éticas y tecnológicas a las que están sometidas hoy tales cambios son
imprescindibles para poder sobrevivir, ser viables y legítimas ante la sociedad.
Muchos de quienes se apegan o defienden a tales
tests estandarizados acaban justificando la discriminación y la
exclusión con base en prejuicios contra evidentes como el que lleva a la falsa creencia de que con ellos se garantiza la excelencia; o sea, que
erróneamente se asume que son excelentes quienes puntúan más alto en las
pruebas estandarizadas, aquellos ya seleccionados
por la cultura, la clase social o la riqueza. La excelencia, su búsqueda y
consolidación, no se logra con ninguna prueba, se logra con el acceso por todos
a los conocimientos y mediante las opciones abiertas para que cada persona
pueda formarse para ser un ciudadano ético, social, laboral y personalmente
productivo. La excelencia no se
alcanza o se garantiza con la creencia
desprevenida e infundada en unos fríos números resultantes de una prueba excluyente. Algunos asumen, con
ligereza e impropiedad pedagógica, que con
dichos exámenes se compensan deficiencias del derecho fundamental a una
educación de calidad desde el nivel preescolar.
No le podemos ofrecer a
niños y jóvenes un mundo lleno de obstáculos que los
aliene, margine, excluya y discrimine con un servicio educativo que les construye
la quimera de un grado universitario como la única opción de progreso colectivo
y de bienestar personal. El acceso a la educación superior se ha tomado erróneamente
como la medida del éxito en la vida. El mundo educativo que vivimos los adultos
no se corresponde con el de ellos ni con los cambios sociales, culturales y
laborales de hoy. Con la pérdida de la valía de los títulos
universitarios y la existencia de alternativas de cualificación laboral, con mucha
mejor remuneración y futuro que los grados universitarios, es claro que se requieren modelos educativos alternativos
que abran las posibilidades de progreso a todos y cada uno de los estudiantes.
Es menester
cambiar el pensamiento, severamente acendrado en las creencias sociales
y recorrido por impropia ideología, que concibe que la educación tiene como meta el ingreso a la
universidad como lugar de salvación y camino expedito para una vida económica y
social productiva con acceso a mejores ingresos, empleos y trabajos.
Existen hoy otras y mejores opciones.
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