Nuestras Ciudades, Playas y Riquezas en el Mar Caribe Están en Serio Peligro
Nuestras Ciudades, Playas y Riquezas en el Mar Caribe Están en Serio
Peligro
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Colombia es un país Caribe más que
andino. Se intentó y se ha intentado crecer de espaldas al mar con gobernantes centralistas
y excluyentes de la periferia, gobernantes a los que no les han importado mucho
las inmensas riquezas culturales y naturales que encierra el mar, su valía
estratégica en el contexto geopolítico y tampoco la suerte y progreso de los habitantes de las costas.
El imperdonable descuido centralista
para defender la soberanía nacional y asegurar la posesión firme y perenne de nuestros
territorios en los mares llevaron a la pérdida de Panamá y de la costa de Misquito
con Nicaragua. Con la ligereza de un funcionario del Ministerio Relaciones
Exteriores que con un simple memorando, sin autorización del Congreso, se
entregaron a Venezuela, en 1952, la posesión de los islotes llamados Los Monjes
a sólo 19 millas náuticas de la Guajira. Aseguró el Ministro
de Relaciones Exteriores que «los islotes de los Monjes son formaciones
rocosas deshabitadas, sin valor económico aparente» (https://rb.gy/rv4xph).
Ignorancia supina e imperdonable de un Ministro de Relaciones Exteriores que desconociera lo que es
ejercer la soberanía nacional sobre nuestro mar territorial e ignorara las
ventajas geopolíticas de las posesiones en el mar, las riquezas en los yacimientos de gas y petróleo además,
entre muchos otros, de los recursos pesqueros. Un Ministro con mente de los que
pensaban y todavía piensan que Colombia empieza en Girardot y termina en Ubaté.
No hemos podido siquiera hacer valer
nuestros derechos soberanos en el Golfo de Coquivacoa, o de Venezuela, sobre los territorios marinos a los que tenemos
derecho acorde con la legislación internacional; el vecino país ha tratado de
imponer la insostenible idea de «costas secas»; es decir, que la
soberanía nuestra no puede ir más allá del punto a donde a las playas llegan
las olas.
Ha sido un proceso de negación
frente a las riquezas y ventajas estratégicas y competitivas que tienen los países
que sí conocen y valoran sus territorios marinos. Ha sido un conjunto de
decisiones, recorridas también de intolerable etnocentrismo que, centrado en
intereses regionales mezquinos, han rehuido
el mar y promovido un desarrollo hacia adentro. Ha habido mucho apego a
la consideración de que este es un país andino, en lugar de un país Caribe o de
un país marítimo.
En efecto, Colombia es un país con una
superficie de 2.070.408 km², de los cuales 1.141.748 km², el 55%, corresponden a la
parte continental, mientras que 928.660 km² (45%) son sus ricas
posesiones marítimas. (https://rb.gy/x3bzzs)
La zona andina con 282,540 km², representa sólo el 13.6 % del territorio continental
nacional. La sola región de la Orinoquia es más extensa que la andina. El
archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, que tiene una
extensión de 350.000 km2, es mayor que la región andina, siendo así
el Departamento del país más extenso (frente a 109.665 y 100.242 km2
de Amazonas y Vichada) y es a la vez el que tiene mayor riqueza. Ese
archipiélago nuestro es la sexta región natural de Colombia.
Desde Castillete,
en el lado oriental de la península de la Guajira, hasta Cabo Tiburón, en la costa
Caribe chocoana, (sí, el Chocó también es Caribe), el archipiélago de San Andrés,
Providencia y Santa Catalina y todas las posesiones insulares con sus
poblaciones costeras y playas están en inminente riesgo de ser inundadas y destruidas
por el mar. Todo el litoral Caribe de Colombia región de valía para todos los
colombianos está en peligro, como está en peligro la subsistencia de las
personas con sus distintas formas de empleos formales e informales. Se precisa
reconocer, así mismo, el agrandado efecto negativo sobre la creciente y muy importante industria del
turismo, la que representó en 2019 algo más del 4% del PIB nacional y que en
2018 originó más de dos millones de empleos.
Los huracanes
recientes, el «Eta» y el «Iota»,
con esos nombres de letras griegas, se acercaron de manera
estrecha e inusual a las costas caribes de Colombia causando fatalidades con
sus fuertes vientos e inundaciones, daños a viviendas, vías y cultivos, deteriorando
las playas y muchas de las viviendas y negocios de los habitantes costeros. Daños
que se acumularon sobre los que el mar ya venía haciendo sobre la línea
costera, sus corales, playas y viviendas.
De por medio ha estado
el cambio climático con las consecuencias directas que tiene sobre la elevación
del nivel del mar. De continuar el calentamiento global nos abocaremos a daños y
efectos negativos cada vez mayores con más sufrimiento por parte de miles de
personas debidos a la presencia de huracanes y tormentas tropicales cada vez más
fuertes y frecuentes, fenómenos meteorológicos que no sólo inundarán y acabarán
con las playas sino que ahogarán de
manera permanente a las ciudades costeras
en todo el mundo con efectos
severos sobre todas las poblaciones, costeras o no, en el mundo. De seguir el
calentamiento global se predice que para 2050
nuestras ciudades en el Caribe y en el Pacífico estarán bajo el agua, lo
que ocurrirá también en todo el mundo en ciudades como: Miami, Rotterdam, New Orleans, Luisiana, Bangkok,
Venecia, Bangladesh, Houston, Lagos - Nigeria y Yakarta. Se agregan, en esta lista muy breve Andalucía,
Londres, Shanghái, San Francisco, Rio de
Janeiro, Tabasco, Nueva York, Mumbai, Osaka y Guangzhou (https://rb.gy/1o9hdi, https://rb.gy/4srfjw).
Nadie estará a salvo de los efectos del cambio climático y de
las arremetidas de huracanes, tormentas tropicales, elevación del nivel del
mar, descongelamiento de los polos y de los glaciales y nevados, deslizamientos,
recesión, erosión, pobreza, desempleo, enfermedades y pandemias asociadas a las
catástrofes. El cambio climático hay que tomarlo en serio. Sus efectos son
visibles ya y los seguiremos sintiendo con más intensidad cada año.
En la presente
emergencia invernal el 80% de los 32 Departamentos de Colombia han sido severamente
afectados por lluvias, inundaciones,
deslizamientos, pérdidas de vidas y de viviendas, de cultivos y de animales en el
sector pecuario. Hay que cuidar todo nuestro país. Los efectos del
calentamiento global se sienten no sólo en los mares sino que afectan cada una
de las regiones con sus variados ecosistemas necesarios para la vida en el
planeta.
Son todos
desastres antropogénicos, resultados de la acción del hombre sobre el planeta y
la depredación de sus recursos. El peligro crece. Se ha afirmado que por
primera vez un huracán de categoría 5 golpeó a Colombia; ocurrió con
calamitosos resultados en nuestra bella isla de Providencia. Si no cuidamos el
planeta y reducimos el calentamiento global vendrán muchos más, más y más
sucesivos y con mayor frecuencia.
Todos y cada uno
de los territorios del país merecen
especial atención para prevenir los
efectos catastróficos que hemos vivido y sufrido en estos días. Se puede tomar, a guisa de
ejemplo, a Cartagena de Indias por su condición de patrimonio histórico de la
humanidad.
Algunas obras civiles
realizadas en esa histórica ciudad frente a sus
murallas coloniales han causado que estas hayan sido cubiertas por las
arenas del mar hasta en un tercio de la
altura original, obras civiles que, además, desestabilizan los cimientos de las
distintas fortificaciones y construcciones coloniales. Es preciso realizar las
obras urgentes de contención necesarias para evitar la catástrofe y la
desaparición de una bella joya nacional, orgullo de todos los colombianos y
patrimonio universal. No se trata de simples
planes de contingencia. Se trata de la
alta prioridad del «Plan maestro de drenajes pluviales» para salvar el
valioso patrimonio que la ciudad encierra, incluidas las murallas ya ahogadas
por la arena. Es un proyecto macro
que blindará a la ciudad de los embates del mar
frente a las consecuencias del cambio
climático. Proyecto que está formulado desde muchos años atrás, pero que su
clase dirigente, «caterva de pendejos», como la llamó el poeta, no ha
impulsado su urgente ejecución. La gravedad de las amenazas de los fenómenos
naturales, sumada a la desidia y corrupción de la clase política requiere una
consideración con mayor detalle, la cual abordaré en oportunidad próxima.
A todos los
colombianos nos corresponde cuidar al planeta y también a nuestros mares, salvar a una ciudad patrimonio
de la humanidad, al Caribe, a todo el país, a sus habitantes y a todos sus
ecosistemas.
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