La Universidad Después de la Pandemia del Coronavirus
La Universidad Después de la Pandemia del Coronavirus
Enrique E. Batista J., Ph. D.
Bien se ha señalado que
desde la creación de la Universidad de Bolonia en 1080 nunca se habían
cerrado temporalmente todas las instituciones de educación superior. Hecho creado
por un factor globalizado que las afectó a todas, sin excepción, y que parece que servirá para poner la inscripción
de clausura o de cierre a un número grande de ellas en todo el mundo.
También se ha destacado que ahora,
por primera vez en la historia, los estudiantes tienen el poder y la
responsabilidad de decidir qué universidades sobrevivirán. Su decisión hará
quebrar a muchas de ellas. Aparte de otras acciones formativas, más productivas
y pertinentes (como las micro credenciales, micro masters y micro títulos), muchos escogerán la
formación virtual como alternativa más conveniente. (https://rb.gy/vg4kbs).
El camino para
seguir no es hoy del todo claro. El reinicio requerirá inventiva, precisión
predictiva de ambientes y escenarios innovadores más allá del mero enfoque empresarial,
de ganancias abundantes o de rendimientos financieros, en los que muchas apoyan
hoy su imagen y credibilidad, con frecuencia lejos de compromisos sociales para
el progreso de todos en las comunidades en las que están insertas.
Su
reconfiguración tendrá que apoyarse sobre un modelo ético, con alta
sensibilidad social y en los valores del Estado social de derecho, la
democracia participativa, los derechos humanos, la justicia social, inclusión y
equidad. En ningún caso serán como lo fueron y funcionaron antes de la pandemia
del coronavirus. Las estrategias de enseñanza y de aprendizaje variarán
sustancialmente, así como el papel de los profesores. También, en todo caso,
lejos, muy lejos, del enfoque mercantilista, e inane en sus efectos sociales, lejos
de la búsqueda de figurar en los rankings, que como se ha dicho ranquean el
pasado. Serán valoradas y juzgadas socialmente
por sus responsabilidades ética, social, política, cultural y ambiental
probadas y sostenidas. Universidades con más sentido humano de afiliación afectiva a la sociedad y su progreso que a ingresos monetarios en sus arcas.
En los
escenarios que siguen podrá la universidad asumir un papel activo y decisivo en
la reconfiguración social, económica, política, cultural y ambiental del nuevo
orden mundial que se avecina. Liderazgo frente al riesgo de insolidaridad entre
pueblos y comunidades o de una lucha hegemónica de poderes trasnacionales por
encima del progreso colectivo mundial. Se
precisa evitar que todos seamos parte de una nueva guerra fría, alineados sin
razón a uno u otro lado.
En todos los continentes, en
todos los países sin excepción, las universidades han entrado en crisis
económica; las públicas desde tiempo atrás por la inadecuada y decreciente
financiación estatal, y las privadas por el efecto en la reducción del número
de alumnos antes de la crisis, agravada hoy por ella y agudizada después de
ella. El sustento financiero será sustancialmente distinto; variarán los muy
excluyentes criterios de admisión y las muy añejas e improductivas estrategias
de enseñanza, aprendizaje, evaluación y certificación de logros. Como se indicó, muchas fracasarán en
el intento de sobrevivir o tendrán que hacer alianzas con otras, incorporarse
como una sola o vender sus patrimonios para cerrar y salvaguardar, al menos
parcialmente, las deudas morosas a proveedores al decretar la extinción o la
quiebra.
Varias instituciones de educación
superior públicas establecidas en una misma región, con influencia y cobertura poblacionales entrelazadas, sin ninguna razón
lógica que hoy funcionan como independientes, con los mismos programas
académicos, con autonomía y normatividad burocratizadas que excluyen a las
otras y causan pérdidas y dificultades de reconocimiento de créditos académicos
los alumnos, acabarán uniéndose por la
fuerza de nuevas realidades en una sola (esfuerzo que en el pasado ha sido vano) para sobrevivir y optimizar el intercambio de
recursos y consolidar los programas de
beneficio a las comunidades que con recursos públicos las sustentan. En la
Unión Europea se ha reconocido que la pandemia del
coronavirus ha permitido hacer explícitas y reconocer las ventajas de compartir, entre otros asuntos de crítica
importancia para todas, las estrategias y resultados frente al aprendizaje
digital. (https://rb.gy/61x4pg).
A lo largo y
ancho de todo el mundo las universidades están pasando el tazón limosnero para alcanzar
el apoyo financiero por los nada benévolos Estados. En Chile las universidades
públicas y privadas se han opuesto a la suspensión ordenada por el gobierno del
pago de la matrícula y de otros servicios académicos mientras dure la crisis.
El gobierno de Taiwán ha comprometido inicialmente US$13 millones para sus
universidades. De por medio está la petición de financiación estatal, el alto costo de la
matrícula y los gastos de mantenimiento. No se pretenderá que universidades
privadas, y también las públicas, recaben apoyo estatal para volver al mismo e
improductivo escenario de funcionamiento anterior como si nada hubiese pasado. En Australia se ha dicho que las
universidades enfrentan una catástrofe
económica y pérdida masiva de hasta
21.000 de sus empleos, por lo que han reclamado al gobierno federal millones de
dólares en auxilios de emergencia. (https://rb.gy/h7fejz).
El cuenco limosnero, sin embargo,
tiene el inconveniente de poner en peligro la ya muy derruida autonomía
universitaria. Los gobiernos han decretado estados de excepción para atender la
pandemia, con poderes extraordinarios en
cabeza del ejecutivo, lo que ha llevado a varios gobiernos a actitudes
autoritarias. En esos contextos extraordinarios se prevé mayor control de las
universidades por parte de los gobiernos y mayor riesgo sobre dicha autonomía la
que siempre se ha considerado esencial
para su fortalecimiento libre de ataduras políticas y de gobiernos de
turno. Pero la participación democrática
y colegiada al interior de las universidades también ha entrado en riesgo con poderes
supremos otorgados a la dirección universitaria para que proceda con autonomía
como la delegación que el Consejo Superior Universitario de la Universidad
Nacional de Colombia entregó a su rectora.
En China la pandemia ha producido impacto sobre las comunidades académicas.
En mayo del 2020 dos profesores chinos han estado bajo investigación por sus
universidades; un tercero ha sido
arrestado por criticar la manera cómo se ha manejado el confinamiento. Desde las comunidades académicas en las redes
sociales han señalado varios académicos que
el manejo de la crisis del coronavirus es una buena ilustración del modelo de
gobernanza que ha atrasado a la China; han hecho la invitación para que el Partido Comunista Nacional diseñe
una nueva constitución. Han sostenido que la falta de transparencia ha evitado
el escrutinio público y acceso por el público a la información precisa sobre
los peligros del coronavirus, a la vez que han criticado las acciones del
gobierno que buscan opacar a los académicos que expresan sus ideas
abiertamente. (https://rb.gy/if8glx).
Alrededor del mundo, en países
avanzados o no, se ha generado alta
conciencia sobre los factores de exclusión y de inequidad en la
educación superior, agravado por el súbito cambio hacia una educación virtual.
Tómese, por ejemplo, a Zimbabue, Ghana y
Sudáfrica donde los estudiantes señalan que la educación virtual es impagable y
elitista. (https://rb.gy/q0crys). En el primero de estos países sólo el 40% tiene
electricidad en el hogar. Por eso, y otras razones de fondo, han expresado total rechazo a la propuesta de e-
learning del gobierno. No es el caso sólo de estos países en África.
En
todo el mundo ha habido una situación de desigualdad masiva en la educación
virtual que se ha ofrecido con
profesores que de la noche a la mañana se les impuso la tarea del tan esencial
compromiso de facilitar altos niveles de aprendizaje de sus alumnos usando una
variedad de recursos tecnológicos que desconocen; muchos de ellos opuestos
desde antes a la educación virtual. En
Australia también se ha reconocido que en términos de igualdad y equidad la
presente crisis ha afectado con mayor impacto negativo a las mujeres. (Un
análisis hoy de la educación superior en todos los continentes el lector lo
encontrará en artículos de la revista
digital “University World News. The Global Window on Higher Education”
en la cual me he apoyado para datos para este artículo: https://rb.gy/mwlcdd).
Esta pandemia también ha mostrado el camino para la reivindicación que se hace, y
se hará, en muchos países del mundo para alcanzar una educación superior
gratuita. El valor de la matrícula, incluso en universidades públicas, no lo
puede pagar una proporción alta de los alumnos, lo que se ha constituido
históricamente como en un ingrediente socialmente aceptado, o abiertamente
consentido, de exclusión social para acceder a altos niveles de formación para la vida y el trabajo.
En Estados Unidos estudiantes de muchas
universidades han solicitado mediante acciones legales el reintegro de lo
pagado por matrículas. Las universidades las han rechazado argumentando que han
sido forzadas por la fuerza de las circunstancias, que los alumnos siguen
trabajando con los mismos profesores,
siguen obteniendo créditos académicos en sus cursos y avanzan hacia la obtención de su respectivos
títulos. En Corea del Sur el gobierno ha sostenido que
no hay base legal para reducir el valor de las matrículas ni tampoco para la devolución de los pagos por ese concepto. Asunto
muy importante que dirimirán las Cortes.
Al reabrirse las
universidades no tendrán un mundo igual. Muchas tendrán que cambiar sus
objetivos, áreas de formación y de énfasis. La naturaleza de las instituciones
de educación superior no volverá a ser
la misma si quieren sobrevivir al efecto de un minúsculo pero devastador y
globalizado virus.
Muchas otras
instituciones y prácticas sociales
cambiarán sin que hoy se pueda prever la intensidad y dirección de los cambios,
a menos que se haga futurología con algún fundamento. Asunto que trataré en mi próxima columna.
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