El Fin del Bachillerato
El Fin del Bachillerato
Enrique E. Batista J., Ph. D.
Ha llegado el
tiempo del fin del bachillerato como lo conocemos ahora el cual tiene sus
antecedentes remotos en la edad media. La opción del bachillerato bivalente y
sus variantes ha sido un camino inicial abierto para la innovación y
transformación de la educación secundaria y para la extinción del muy añejo e
improductivo de bachillerato aún en marcha. A pasos agigantados después de más
de 1500 años es bueno que descanse en paz y podamos ofrecer a los jóvenes
mejores oportunidades con proyectos educativos apropiados para ellos en esta
parte del siglo.
En sus comienzos
el bachillerato era un título semi nobiliario, por eso se habla más frecuentemente
de “título” de bachiller más que diploma de bachiller. En sus orígenes
no preparaba, como tampoco ocurre hoy en la generalidad de los casos, para
ningún trabajo u oficio; tampoco era requisito para acceder a la educación
superior. La denominación de bachiller se origina en el francés “bachelie”
o “bas chevalier” (caballero bajo), referido al título más bajo de la
nobleza. Entre los países sajones se sigue expidiendo el diploma de “bachelor”
a quien finaliza estudios universitarios de pregrado.
La formación en las denominadas “artes
liberales” estuvo restringida a las personas libres (de ahí “liberales”)
distintas a las que se llamaban “artes serviles” que desempeñaban la
servidumbre o los esclavos. Lectores maliciosos y críticos podrán inferir que
mucho de esto último está presente hoy cuando, de modo impropio, pero
persistente, se considera a la formación técnica y la técnica laboral como la más
apropiada para los sectores económicos más bajos, discriminados o excluidos de
la sociedad. Bien se puede decir que hoy es para oficios mayores. El modelo de
educación secundaria ha privilegiado lo “académico” por encima de lo
técnico, de la tecnología, de la ética y de la moral, como si estas fuesen
independientes de los contenidos académicos de las ciencias, las disciplinas y
las artes.
La diferenciación entre bachillerato
técnico y académico es una aporía insostenible, no cabe en el ordenamiento
mundial de hoy, a pesar de que muchos hacen el esfuerzo de forzar la distinción
y la inútil separación entre los dos. El mismo desarrollo de las
ciencias (naturales y sociales), la tecnología la sociedad y la cultura han
llevado a que cada vez más estén estrechamente interrelacionadas.
Han sido
bien destacados los profundos cambios que en educación y cualificación de
fuerza laboral introduce la muy incipiente cuarta revolución industrial. En
este contexto ya no es posible vivir y prosperar a base de diplomas. Hay que
demostrar lo que sabe, lo que se ha hecho y las posibilidades para ser exitoso
en nuevos emprendimientos. El progreso, el trabajo o el empleo digno y estable
dependen más de la demostración probada de habilidades y destrezas que de
cartones, llámense diplomas o títulos.
Como todos sabemos mostrar un conjunto
de calificaciones y haber presentado una prueba académica de Estado no
garantiza una formación para la vida y para la sociedad en una democracia
participativa con clara comprensión de las dinámicas del mundo social, laboral,
político, ambiental y cultural. Hoy, como señalé en otra oportunidad, los
jóvenes bachilleres son víctimas sin reparación de un modelo educativo que los
excluye, clasifica, aliena y les niega la expresión de sus mejores habilidades
para la creación y la innovación. Son bachilleres acartonados perdidos en la
soledad que le crea un modelo educativo que no es para ellos.
Más bien, inserto en la cuarta
revolución industrial al estudiante se le puede ayudar a seleccionar sus rutas
formativas en lugar de una formación global, única e igual para todos, pero que
no responde a realidades concretas y específicas de la sociedad actual. Si bien
habrá un conjunto de metas iguales, y otras similares, la estructura de los procesos
y programas formativos no podrá ser un modelo único ya que variará según las
regiones y los intereses específicos y particulares que tenga esa región y los
mismos estudiantes. No se trata de formación para una carrera en el futuro, “para
cuando estés grande”, “cuando te gradúes en la universidad”, “cuando
seas doctor” sino para muchos emprendimientos sociales y laborales a lo
largo de la vida, dado los amplios desarrollos que se producen en ciencia,
tecnología, cultura y política. Se trata de procesos formativos innovadores,
orientados hacia formas superiores de pensamiento y de actuación social basada
en la convivencia sana y la solidaridad. La meta no será el fantaseado acceso a
la educación superior sino formación para el progreso y acceso continuo a
formas superiores de cualificación personal, social, psicológica, ética y
moral, y también laboral.
El fin del bachillerato como necesidad
imperante llevará a otros modelos para todos, para todos los sectores sociales,
todas las culturas, todas las regiones, para la ciudad y el campo, para hombres
y mujeres, más allá de la exclusión selectiva a favor de determinados estratos
de la sociedad.
Dejó de ser cierto que sólo con las
profesiones universitarias se obtienen mejores ingresos y condiciones de vida.
Hoy es un sofisma y una distracción inmensa entre estudiantes y su padres de
familia. Además, hay que recordar, y los estudiantes lo saben muy bien, que hay
un desestímulo y pérdida de valor de los certificados académicos frente a las
habilidades efectivamente tenidas y probadas. En la sociedad informatizada hay una carencia
grandísima de personas con cualificación para los campos laborales nuevos,
carencia que se seguirá acentuando. Escuela y sector productivo han trasegado
caminos diferentes; llegó el momento de concurrir para bien y progreso de todos
promoviendo la cantera inacabable de habilidades creativas e innovadoras
que tienen nuestros estudiantes y ofreciéndoles oportunidades acordes con sus
intereses y aptitudes.
Hay desarrollos importantes que
anuncian el fin del bachillerato, destaco aquí algunos:
·
La pérdida de valía, ya señalada, en las
grandes empresas nacionales e internacionales de los certificados académicos
frente a la demostración probada de habilidades, incluidas las socioemocionales,
que auguren éxito y progreso laboral.
·
El creciente énfasis en las certificaciones
digitales (como las insignias digitales) validadas internacionalmente en cadena
de bloques (blockchains).
·
La demostración de las habilidades mediante
las skill prints (huellas de habilidades que se poseen), una nueva forma
de hoja de vida la cual se hace disponible y verificable por todos en el
ciberespacio, huellas que se pueden verificar de inmediato y que no son
susceptibles de ser alteradas.
·
Generalización de las estrategias de
aprendizaje personalizado, acompañado con maestros bien formados y tutores
virtuales, lo que amplía la motivación de los alumnos y la pertinencia de los
procesos formativos. Aprendizaje que se acompaña de trabajo colaborativo en
equipo, de alumnos y maestros, frente a proyectos que abordan realidades
específicas. Es un aprendizaje situado con inteligencia distribuida, el cual
resulta impropio para operar en el modelo de bachillerato en vía de extinción.
·
Hay preminencia del
control directo del aprendizaje por el estudiante y el uso de los entornos y
redes personales de aprendizaje.
·
Usos de recursos como la realidad
extendida XR, y de la inteligencia artificial para promover formas interactivas
de aprendizaje permanente y significativo, acorde con ritmos y metas de cada
alumno bajo una formación por áreas integradas en lugar de asignaturas
dispersas, como bien se ha propuesto con estrategias STEAMS (https://bit.ly/2U0oRHP
https://bit.ly/3aFAp9i)
.
·
Adiós al currículo que ha muerto.
Se trata de procesos formativos con enfoques de aprendizajes multimodales y
motivadores en ambientes activos facilitados por recursos digitales.
·
Adquiere vigencia la
inteligencia artificial para identificar y solucionar problemas de los alumnos.
Así como el uso de una variedad cada vez más amplia de aplicativos y
dispositivos digitales para explicar e ilustrar paso a paso la solución a
problemas, explicaciones adaptadas al nivel de comprensión que en cada momento
tenga cada uno.
·
El aula no es el ambiente principal para el
aprendizaje, es apenas uno de los ambientes para
aprender, crear e innovar. La naturaleza
y el entorno social se privilegian también como campos fértiles para el
aprendizaje.
·
Decaimiento en el sobre énfasis en la
examinación para certificación de supuestos logros (que lleva a la exclusión y
a la deserción escolar), a favor de procesos de evaluación formativa para promover
el aprendizaje constante de cada alumno.
·
Prácticas pedagógicas
fundamentadas en los desarrollos de las neurociencias, en las distintas leyes
del aprendizaje y en los procesos metacognitivos.
·
Existencia de fármacos que ayudan
a mejorar la comprensión y dedicación al trabajo escolar.
·
Desarrollos, aún incipientes, pero
en progreso para que por la vía genómica se mejore la capacidad de aprender que
tiene cada alumno, así como el correspondiente potencial para desarrollar
determinadas habilidades.
·
Una educación para la inclusión y el progreso
de cada alumno y no para la clasificación y la exclusión, regida por el
principio de que todos pueden aprender. Las insignias digitales, por ejemplo,
han mostrado que los alumnos con dificultades de aprendizaje o con necesidades
educativas especiales pueden progresar aceleradamente, diferente a lo que
ocurre en el bachillerato tradicional que los oculta o elimina.
·
Reafirmación del derecho de los
maestros para enseñar, investigar, innovar y compartir solidariamente sus
experiencias y logros.
·
Énfasis en la valoración social
alta del maestro y respaldo y apoyo a su labor formativa constante e
innovadora.
Los jóvenes hoy se resisten que se les
catalogue, clasifique, discrimine o excluya con base en pruebas académicas que
no hacen sino perpetuar el moribundo modelo del bachillerato, ese para el que
todos los países del mundo están buscándole alternativas, pero con timidez
frente a la necesaria ruptura por temor a alterar la estructura que les causa
tranquilidad por el peso de la tradición.
Tampoco pueden los padres ver
a sus hijos suicidándose por no ser capaces de resistir la presión de sacar
puntajes altos en determinados exámenes. Llegó la hora del entierro del viejo
bachillerato y abrir las posibilidades que corresponden al mundo de hoy y del
futuro; mundo que serán los niños y jóvenes de hoy los que lo construirán para
un buen vivir.
Es el
momento. Manos a la obra. ¡Atrevámonos!
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