Con los Niños y Jóvenes: ¡A Salvar el Planeta!
Con los
Niños y Jóvenes: ¡A Salvar el Planeta!
Enrique E. Batista J., Ph. D.
Cambio climático y calentamiento
global son frases de uso cotidiano que se han quedado sueltas en la mente de
muchos como cualquier otro hecho pasajero en este mundo complejo: O, peor, no
se ha entendido de qué se trata y de sus gravísimas consecuencias para todas
las formas de vida en el planeta. Algunos han aceptado los problemas creados con
resignación como hechos inevitables o como asuntos que les toca a los demás, a
los gobiernos o a las organizaciones sociales. Otros han llegado a sentir y
pensar que es un asunto de ambientalistas locos, exagerados o extremistas.
Es un hecho cierto que el cambio en la
tierra y sus componentes esenciales para la vida marcan un camino seguro hacia
la extinción de la raza humana y, en general de la vida en el planeta, dados
los siguiente eventos asociados hoy al clima en todo el mundo: emisiones de
dióxido de carbono y concentraciones en la atmósfera de gases de efecto
invernadero, sequías generalizadas, inviernos inusualmente rigurosos,
inundaciones y deslaves masivos, huracanes más frecuentes y más potentes,
incendios forestales masivos, pérdida de cultivos, hambre, contaminación y
secamiento de las fuentes de agua, deshielo de nevados y de los casquetes
polares, muertes por efectos de cambios en el clima, acidificación de los
mares, especies animales y vegetales
extintas o en peligro de desaparición, sobrepesca,
tráfico de especies animales, desforestación para dar campo a cultivos lícitos
e ilícitos, acentuación de enfermedades tropicales, envenenamiento de cuerpos
de agua dulce y del mar, uso y desecho de
químicos y plásticos, pérdida de líneas costeras, desaparición de islas y muchos más (véase https://news.un.org/es/story/2019/09/1462482).
El acelerado derretimiento de los
casquetes polares eleva el nivel del mar. Hay cada vez más periodos secos
intensos y periodos de lluvias con huracanes cada vez devastadores y más
frecuentes afectando la vida de mucha gente y sumiéndolas en angustiante peligro;
con la elevación del nivel del mar desaparecerán las poblaciones costeras y
también nuestras islas. Sequías y hambrunas acentuarán aún más el desastre
humano, hambrunas generalizadas, con desplazamiento masivos de población y
enfrentamientos no deseados entre distintas comunidades y naciones por las
migraciones incontenibles, con niveles de intolerancia y violencia generalizadas.
El calentamiento global es un hecho
real. La tierra se está calentando, pero la participación ciudadana es fría.
No se puede dejar enfriar la
percepción sobre el daño que se le está causando al planeta, ni enfriar la
necesaria participación de todos para frenar el atropello de que somos víctimas
tanto por acciones activas nuestras como por la pasividad cómplice. No se puede
rehuir la contundente y bien acumulada evidencia de que la calidad de vida de
todos los seres vivos en el planeta ha sido y sigue siendo afectada de manera
significativa. Hoy más de un millón de especies están en riesgo de extinción,
entre ellas nosotros los humanos. Nos movemos hacia la sexta extinción masiva
de vida en el planeta, hacia la extinción de los humanos actuales para
acompañar otras razas humanas que se extinguieron en el pasado como la de los cromañón,
neandertales y denisovanos.
No es cierto, como señaló el
presidente Bolsonaro de Brasil, de que la selva amazónica representa mucha
tierra para tan poquita gente. Más bien a la inversa, para los 8500 millones de
personas que habitaremos el planeta en 2025 será ya mucha gente para la ya tan poquita,
devastada, desolada y arruinada tierra. Con ese tipo de actitud se mata la
selva, nuestra selva, la de todos los habitantes el planeta, no sólo del
Brasil.
No vamos a tener tierra en que vivir.
Como ciudadanos del mundo nos toca combatir las manifestaciones que buscan
negar cualquier efecto antropógeno en el fenómeno del calentamiento global,
frente a los incuestionables hechos de que estamos perdiendo las fuentes de
agua, de que las estamos envenenando. Estamos perdiendo humedales, páramos,
glaciales, lagos y lagunas. Los mares y ríos se contaminan y envenenan de
manera celerada. Está muy cerca el momento en que, tomando de ejemplo a nuestra
patria, tengamos un país desertizado sin acceso agua para el consumo humano,
para los animales y para la producción agrícola sostenible.
Hemos conocido las protestas
infantiles y juveniles muy recientes contra el cambio climático. Niños y
jóvenes demuestran alta sensibilidad frente al hecho concreto específico de
amenaza y destrucción que tenemos. Muestran y demuestran ellos con expresiones
maduras que están preocupados por el mundo que heredarán de nosotros, a la vez
que nos dicen que desean tener uno diferente construido por ellos en paz y armonía
con la madre naturaleza, como siempre debió ser.
Hay que seguir formando a los niños y jóvenes
en sensibilidad social para la preservación del planeta con su rica
biodiversidad. En las escuelas las aulas para el aprendizaje activo
involucrarán proyectos colaborativos multidisciplinarios para entender el
fenómeno del cambio climático y el calentamiento global y así alcanzar los conocimientos,
valores y actitudes que nos permitan evitar que se continúe con el desastre
planetario. Corresponde a las instituciones educativas impulsar una sólida
formación en la comprensión científica de los hechos que causan el
calentamiento global y de todos los efectos directos e indirectos que se solían
esconder. Hay que poner en conocimiento pleno de los niños y jóvenes el saber
científico y tecnológico necesario para participar de manera activa en la
transformación y cambio de las agravadas condiciones climáticas actuales.
Cada escuela, cada hogar, cada
gobierno, cada organización social y cada ciudadano en particular tienen que
asumir el inmediato compromiso de respaldar las peticiones de los niños y de
los jóvenes para contar con una planeta saludable para ellos ya y en el futuro,
en el que puedan vivir en paz y concordia. No podemos perturbar sus sueños de
un planeta limpio y una vida en concordia con la naturaleza. Como han dicho
ellos, frente a la destrucción para la tierra no hay plan B. Es evidente
también la necesidad de la participación democrática ciudadana con la exigencia
para que los gobiernos tomen las medidas necesarias para evitar la gran
catástrofe mundial, esa en la que no queremos que vivan las próximas
generaciones, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.
Compete a cada ciudadano conocer los
elementos y variables asociadas con la sustentación de todas las formas de vida
en el planeta. En las escuelas una educación pertinente y de calidad facilitará
el conocimiento pleno de conceptos tales como biodiversidad, desarrollo
sostenible, producción sostenible de alimentos y explotación, sana con el medio
ambiente, de las diversas riquezas naturales. Formación que estará signada por
una sólida concepción ética de las relaciones entre humanos con la naturaleza,
así como de un entendimiento y solidaridad global, planetaria sería mejor
término, para detener la catástrofe.
También es claro que, a las
instituciones educativas desde preescolar hasta la universidad, les corresponde
impulsar y usar energías renovables y liderar pactos escolares, éticos y
ciudadanos para la expresión generalizada de comportamientos amigables con el
medio ambiente y con todas las formas de vida. Las construcciones escolares y
la energía que utilizan obviamente deben ser sustentables.
En la lucha contra el cambio climático
niños y jóvenes han pasado al primer plano. Cuatro millones de ellos se manifestaron
en más de 5000 marchas en cerca de 160 países y en la propia Asamblea de la ONU
antes de la Cumbre del Clima programada para realizarse en Nueva York. Entre sus lemas fuertes, precisos y claros
pudimos leer y escuchar: "Nuestro hogar se está quemando”, “No
hay planeta B", “Ustedes morirán de viejos, nuestros hijos por el
cambio climático”, “Somos el Clima” (“Je suis climat”), “Actúe
ahora o nade después”, "La ciencia no es una teoría conspirativa de
la izquierda", “Haga la tierra grande otra vez” (“Make Great
Earth Again”, en alusión al lema de campaña electoral de Mr. Trump), “Somos
la especie en peligro de extinguirlo todo”, y muchos más.
El Secretario General de la ONU, António
Guterres, por su parte, dijo que: “La naturaleza está enfadada y te
devuelve el golpe”. También había señalado que “el clima acumula injusticia sobre
injusticia”.
Y los niños
y jóvenes alrededor del mundo en sus mensajes dirigidos a jefes de Estado,
diplomáticos, políticos, y también a cada uno de nosotros, clamaron por menos
discursos y más acciones decididas y de impacto para detener la tragedia del calentamiento
global. La joven activista Greta Thunberg, en su corto mensaje de cuatro
minutos ante la Asamblea de la ONU, lo dijo con claridad y franqueza para que
se entendiera: "Si nadie actúa lo haremos nosotros. No somos simples
jóvenes que se saltan las clases. Somos la vía para el cambio. Juntos somos
imparables”.
Niños y jóvenes protestan en serio
contra el cambio climático. Defienden su casa, en la que viven y desean vivir.
No desean quedar extintos por pasividad y falta de acción. Eso haríamos todos
si fuésemos niños y jóvenes. ¡Unámonos a ellos! ¡Salvemos el planeta!
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