Formación Cívica para el Desarrollo Humano y la Democracia Participativa Sostenibles
Formación
Cívica para el Desarrollo Humano y la Democracia Participativa Sostenibles
Enrique E. Batista J., Ph. D.
La cívica o el civismo no es una
asignatura escolar. Los alumnos no se forman en la buena ciudadanía mediante el
dictado y el copiado para un examen en el aula tradicional. La cívica es un
modo de vida y un conjunto de valores culturales que se adquieren y reafirman
de modo cotidiano desde el hogar y por siempre.
Las actitudes y el comportamiento
cívico están en la base de la cultura ciudadana, en la formación para el
ejercicio pleno de la ciudadanía y para un desarrollo pleno y sano de la
personalidad.
La formación cívica para este
mundo con cultura ciberespacial y globalizada se asienta sobre cuatro frentes:
1. Posesión de un conjunto de valores, actitudes, motivación y comportamientos
para consolidar el bien común. 2 construcción y defensa del Estado Social de
Derecho. 3. Resguardo e impulso a la
acciones ciudadanas para una democracia participativa sostenible. 4. Promoción del desarrollo humano sostenible
y de la biodiversidad del planeta.
La defensa y consolidación del
Estado Social de Derecho se fundamenta en el necesario consenso social para el
ejercicio de la ciudadanía donde las personas, en cuanto ciudadanos, construyen
reglas para la convivencia y el progreso colectivo. La meta, solidaria y común,
es formar al ciudadano cívico, capaz de vivir y convivir con goce y
satisfacción en una sociedad pacífica, de “buenas costumbres” según los fundamentos
sociales y éticos plasmados para la construcción colectiva de la sociedad y el
desarrollo humano de todos.
Esa formación es para constituir y
perfeccionar un conjunto de reglas de índole social y política que consolidan
una forma de gobierno democrático y participativo con efectos en cada una de
las actuaciones del ciudadano y de los gobernantes electos. Es una formación
para darle valía a las diversas formas de organización social y mecanismos de
participación democrática que contempla la Constitución para la promoción y defensa
de los derechos de todos como la consulta popular, el plebiscito, el referendo, la iniciativa
legislativa, el cabildo abierto, el voto y la revocatoria del mandato.
Recientemente se ha destacado a la
formación cívica como un oportunidad para formar en las habilidades poderosas del
Siglo XXI tales como el pensamiento crítico, conciencia de derechos y deberes y
discernimiento entre conductas apropiadas y no apropiadas. (https://bit.ly/2Zj1Xy7).
La cívica (civitas =
ciudad; la ciudadanía entre los romanos) es un asunto civil, de ejercicio de la
ciudadanía. El ciudadano con formación cívica conoce sus derechos y deberes y
adquiere la convicción sobre la importancia de su cumplimiento, es solidario y capaz
de participar en el conjunto de interrelaciones sociales que afectan de modo
positivo a sí mismo, la sana convivencia con los demás, la armonía con el medio
ambiente y su biodiversidad, el respeto a todas las formas de vida en el
planeta y la defensa de la pluralidad y valía de las diferentes culturas. La
cívica enfatiza también los comportamientos y acciones sociales y legales para
las relaciones inclusivas de todos los sectores sociales, de personas con
discapacidad, etnias y de aquellos con diversidad de patrones culturales.
El comportamiento cívico enfatiza
la buena ciudadanía y la profundización de los procesos democráticos, el
control ciudadano de los funcionarios electos y los derechos fundamentales de
todas personas. Por eso, la formación cívica, va más allá de las descripción de
los órganos del poder público, ya que tiene que ver con normas de urbanidad (palabra
derivada del adjetivo “urbano” y que se refiera al buen y pacífico vivir
en la urbe y también en el orbe, en el mundo, en cualquier lugar del planeta y
también en el ciberespacio), con la cultura de la legalidad y el conocimiento
de los derechos universales de todos plasmados y garantizados por la
Constitución, convenios y tratados internacionales.
Un ciudadano cívico hoy conoce
los peligros que acechan al planeta y que pueden ser agravados por acciones u
omisiones individuales, colectivas, por organizaciones del sector productivo y
por los gobiernos. Acciones nada cívicas que amenazan la salud del planeta y,
por tanto, el mejor estar colectivo y la calidad de vida de todos. La formación
cívica implica conocimiento y exigencia de cumplimiento por todos, en todos los
países, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la participación
consciente y activa de cada uno para alcanzarlos y desestimular toda forma de
desarrollo económico no sostenibles.
Es así como una meta crucial en
la formación cívica tiene que ver con la supervivencia de la especie humana y otras
formas de vida. Los humanos, en cuanto especie, tenemos también que ser
sustentables.
El civismo no se trata de
comportamientos por segmentos espaciales o sociales. Así, no se puede ser
cívico y manifestar cultura ciudadana en el metro, a diferencia de la calle, el
estadio, la escuela, el hogar. La cultura ciudadana es una unidad indisoluble
que se adquiere mediante formación plena y continua, en la familia, en la
escuela y a lo largo de la vida. Ahí están las bases de convivencia pacífica,
lo que se llama la civilidad (civis = ciudadano) vivir en armonía en la
ciudad, y la urbanidad (urbanidad = querer, amar y expresar buenas costumbres en
lo urbano y también en lo rural y en los ambientes digitales), defender al
patrimonio común con base en aceptar las normas sociales regidas por el Estado
Social de Derecho con el conjunto de deberes y derechos que tenemos todos los
ciudadanos.
No es cierto que unos sectores o
clases sociales son más o menos proclives a un buen comportamiento cívico. Ciertos
sectores sociales con una diversidad de organizaciones usufructúan el interés y
bienes públicos para su propio provecho privado, con exaltación de algunos de
ellos como supuestos paradigmas de un “buen ciudadano”, usualmente
arropados como “benefactores” de los desposeídos.
Una formación cívica implica participación,
solidaridad, igualdad en medio de diferencias, preservación del bien común
cultural, material y espiritual. El civismo es sobre una ética ciudadana, es la
formación para un desarrollo humano sostenible, es sentir, pensar y actuar para
trabajar solidariamente y de modo permanente para que la democracia
participativa sea sustentable.
La formación cívica del ciudadano
lo lleva a valorar y defender los bienes públicos, ser intolerante e inmune
ante la corrupción, a ser elegido para el bien público o elegir a quienes
representen bien los valores esenciales éticos y morales de valía y preminencia
universal. No se trata de eslóganes, es una construcción y reconstrucción
humana permanente, colectiva y no un lineamiento religioso o agnóstico. No es
patrioterismo ni añoranza de tiempos y formas de vida idos. También es el
derecho a una vida privada y a la búsqueda libre del conocimiento. Se trata del
aquí y del ahora, apoyado en los desarrollo e historia cultural y política
propia para alcanzar el bien común.
El deber cívico no se trata
exclusivamente sobre eventos electorales, ni tampoco es la actuación ciudadana
por temor al código penal con sus sanciones. Es sobre solución pacífica de conflictos y
diferendos. Es sobre control ciudadano a desmanes y a acciones antidemocráticas
de gobernantes. Es sobre obedecer y respetar las leyes y oponerse, con los
recursos democráticos de organización ciudadana que garantizan las normas
legales y los tratados internacionales, a las leyes impropias o injustas. Caben
como opciones cívicas bien fundadas la denominada resistencia civil y la
protesta ciudadana.
La cívica, el comportamiento
cívico es sobre educación y cultura, es una nueva forma de paideia donde
educación, cultura, moral, ética y valores perennes y nuevos concurren para el
buen y sano vivir de todos, para las realizaciones personales y sociales y la
búsqueda permanente de la felicidad guiados por el bien común.
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