El Internet de las Cosas: Impactos Positivos con Algunos Riesgos
El Internet de las Cosas: Impactos Positivos
con Algunos Riesgos
Enrique E. Batista J., Ph. D.
Todo empezó con Internet y siguió
con la cuarta revolución industrial con su variedad de desarrollos tecnológicos
y efectos sobre la manera de vivir, de pensar y de trabajar. Estamos en un
mundo hiperconectado con amplísimas ventajas en muchos campos de la vida, pero
también con posibilidades de efectos negativos por el uso de dispositivos no
construidos para minimizar los riegos, pero sí sensibles a serias
perturbaciones y peligros externos para la seguridad colectiva, la privacidad individual,
violaciones legales y delincuencia informática.
Internet ha transformado todo, o
casi todo, y el Internet de las Cosas (usualmente abreviado IoT)
produce y producirá muchos más cambios llevándonos a nuevos espacios,
circunstancias y rumbos en múltiples facetas de nuestras vidas públicas,
privadas e íntimas. Y claro, en la educación con los modos de enseñar y de
aprender.
Pero ¿qué es Internet de las
Cosas que oímos hablar?, ¿qué es esa cosa del Internet de las Cosas?,
son algunas de las preguntas. Como el viento está ahí, se siente, silva, pero
no se ve. El concepto en sí mismo no es tan nuevo. Hace 20 años se reconoció como la red de
cosas físicas que conectadas a Internet facilitarían muchas tareas cotidianas.
(https://bit.ly/32lZh1y ). De hecho,
Internet es una interconexión de “cosas” (de computadores y redes entrelazados
con protocolos de comunicación como si fuesen lenguajes precisos en el mundo
diplomático). Es el mundo de la interconectividad, todo ha empezado a estar
conectado con todo.
Así, el Internet de las Cosas
se refiere a la interconexión entre personas, objetos cotidianos y el mundo
natural usando una variedad de dispositivos y recursos digitales. Es un
producto del hecho palpable de que muchos objetos de uso cotidiano u otros para
aplicaciones super especializadas, se crean, diseñan o rediseñan no sólo para
conectarse a Internet sino con la capacidad para interactuar de manera autónoma
con cada uno de nosotros, en conexión con otros dispositivos o programas
informáticos. Se ha proyectado que para el año 2019 habrá más de 24 mil
millones de objetos conectados, aunque Morgan Stanley anticipa que para el año
2020 serán 75 mil millones y para el 2025 cien mil millones, con un impacto
económico global de US$ 11.000.000.000.000.
(https://bit.ly/2IxGfzc; https://bit.ly/2rXC0Cl).
Hoy el Internet de las Cosas
es omnipresente e incluso intrusivo, penetra en nuestras vidas sin permiso o
sin que nos demos cuenta. Pareciera algo difuso, pero que con él vivimos,
trabajamos, recreamos y aprendemos. Está en la vida diaria de nosotros. Hay que
conocerlo, reconocerle la importancia y valía, por ejemplo, para el cuidado y
protección del medio ambiente, mejorar la salud física y mental (medicina de
precisón), para la recreación, satisfacción y mayor rendimiento en el trabajo o
en los, negocios, en los deportes, en la seguridad para la ciudadanía, para que
pequeño campesino logre mayor productividad, para que la agroindustria sea más
productiva, y claro para enseñar y aprender.
Precisamos todos reconocer
limitaciones y riesgos en la distintas facetas de nuestras vidas diarias ya que
mucho de los dispositivos que usamos no ha sido desarrollados para mantener la privacidad
y seguridad de nuestra información. Son dispositivos inseguros. Se ha dicho que
es “inseguridad por diseño”. (https://bit.ly/30A4yRv).
El Internet de las Cosas
refleja y puede seguir reflejando valía para mejorar la calidad de vida nuestra
y la del planeta. Pero es necesario indagar siempre qué tan seguros estamos. Corresponde en el hogar a los padres de familia y en la escuela los maestros formar a
hijos y alumnos en el necesario cuidado para vivir seguros en un mundo digital.
Al Estado, a la familia y a los maestros corresponde tener una amplia
consideración sobre la cuestión de cómo facilitar el uso de Internet y aprovechar
la conexión cada vez más generalizada entre dispositivos conectados para
asegurar una educación inclusiva y de calidad para todos.
Estamos en un mundo con grandes
potenciales de efectos positivos sobre todos nosotros. Estamos en presencia de dispositivos
inteligentes. Pero la inteligencia más valiosa es la humana, la de los niños, adolescentes
y jóvenes que van a la escuela o la universidad. Podemos ser consumidores o navegantes
inteligentes en el mundo de la hiperconexión o ser consumidores ciberatrapados
para beneficio de otros en los mundos económicos, políticos o ideológicos.
La Internet Society ha
publicado en español una guía breve para “entender mejor los problemas y
desafíos de un mundo más conectado” como “documento es una fuente de
información y un punto de partida para el debate sobre cuestiones relacionadas
con la IoT”. (https://bit.ly/2SbaltI).
El McKinsey Global Institute
(https://mck.co/2wWQyXp) ha destacado los nueves ambientes en los que
el IoT tiene hoy mayor valor económico e impacto general:
1. Fábricas, lugares de trabajo, fincas y
hospitales.
2. Ciudades seguras.
3. Humanos con los dispositivos de llevar
consigo (para vestir) o dentro del cuerpo humano.
4. Ventas, en asuntos como pagos sin colas
(autopago), arreglos físicos optimizados, compra y venta en línea.
5. Espacios
exteriores, como la conducción autónoma de vehículos, navegación aérea y
movilidad terrestre.
6. Sitios de
trabajo seguros y saludables.
7. Vehículos
con reducción de accidentalidad.
8. Hogares seguros, control al consumo de
energía y automatización de tareas hogareñas.
9. Oficinas con rediseño organizacional y uso
de la realidad aumentada para la cualificación y formación de los empleados.
El Internet de las Cosas
se reconoce como un fenómeno inserto en la cuarta revolución industrial para
mejorar la calidad de vida de todos y del planeta, apuntalar el desarrollo
económico de países emergentes, alcanzar hacia 2030 las metas de los 17
Objetivos de Desarrollo Sostenible. Se precisa saber sobre su alto potencial
positivo y reconocer limitaciones y riesgos, en especial en los asuntos de
seguridad ciudadana y personal y de la privacidad de nuestra información. Nos
toca a todos aprender a ser consumidores inteligentes, a comprar y usar
exigiendo seguridad y derecho a la privacidad.
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