La Virtud: El poder inmanente para llegar a ser íntegro, feliz y justo
La Virtud: El poder inmanente para llegar a ser íntegro, feliz y justo
Enrique E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
No existe mal alguno en recordar que la moral y la ética
se fundamentan en las virtudes. El ser virtuoso es el humano ideal. Las
virtudes no se heredan; se aprenden. Se aprenden por diversos medios, incluida
la educación formal y también la informal, porque en la cotidianidad de la vida
enfrentamos el dilema de las salidas fáciles o el comportamiento virtuoso que
enriquece las relaciones entre humanos. Se ha llegado a creer que ser virtuosos
es una condición reservada a la santidad, cuando es una atribución en la que
los humanos deben ser formados como condición para forjar sociedades íntegras,
justas y pacíficas.
Es una virtud amar a los demás; es una virtud
promover los derechos inalienables, en especial el de los niños; es una virtud
promover la igualdad social de hombres y mujeres; es una virtud proteger el
medio ambiente; es una virtud disfrutar el goce de aprender a diario durante
toda la vida; es una virtud enseñar las buenas costumbres; es una virtud usar
de modo apropiado la lengua; es una virtud honrar a padre y madre. Cualquiera
que sea el camino que se recorra en el diario vivir, se nos exige el comportamiento
virtuoso hacia los demás, hacia la naturaleza y hacia sí mismo.
Ser virtuoso es una condición de identidad
propia esencial. La supervivencia de las sociedades depende de la formación de
seres plenos de virtudes. Estar lleno y pleno de virtudes es el comienzo del
gozo de ser y de convivir. No cabe la existencia humana sin virtudes. Aunque no
se desee o no se tenga consciencia de las virtudes, ellas están presentes,
obligan para poder seguir viviendo en una sociedad armónica y para preservar y
cultivar los rasgos esenciales de la cultura propia. La cultura de cada grupo humano
forma o impone, por normas o costumbres, el conjunto esencial de virtudes. En
ella se forma al ser virtuoso.
Una parte esencial de los
procesos formativos, en el hogar y en la escuela, consiste en lograr que se
vuelva consciente la posesión de virtudes, el carácter irrenunciable de ellas y
su valía personal, social y cultural. La primacía de las virtudes define el
rumbo de las personas, de los grupos sociales y de las culturas.
El ejemplo es el modo esencial de
formar al ser virtuoso. Aun las personas más desalmadas demuestran poseer,
contrario a muchos de sus comportamientos socialmente adversos, un conjunto
potencial, esencial y determinante de virtudes. Por ello, desde una concepción
positiva de la naturaleza humana y de los poderes formativos de la educación
familiar y escolar, todo ser humano es capaz de ser virtuoso. La perseverancia,
con los ejemplos, el acompañamiento formativo formal o la censura consensuada
contra acciones impropias, crean efectos positivos deseados en la creación del
ser virtuoso.
Ningún ser humano puede rehuir
las virtudes. La sociedad con sus culturas forma las virtudes y las expresa
como normas. Las virtudes se expresan en manifestaciones del espíritu humano.
Por ello, se dice que una persona es virtuosa en la creación artística, en el
uso del lenguaje, en las matemáticas y en multiplicidad de expresiones humanas.
Desde el pensamiento filosófico
se ha expresado que la condición del ser virtuosos es esencial para alcanzar la
plenitud de ser humano. En efecto, Aristóteles afirmó que: «La Virtud y la
Felicidad (Eudaimonía), concebida como una vida plena y floreciente, son el
objetivo último de la vida humana. La virtud es la herramienta esencial y el
camino para alcanzar esta felicidad auténtica. El hombre feliz es el que vive y
actúa de acuerdo con la virtud». Y Kant puso énfasis en la educación como
el sustrato esencial de la virtud: «Tan sólo por la educación puede
el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace
de él».
La virtud se define como: «Una
cualidad positiva que una persona manifiesta a través de sus acciones. Las
virtudes se consideran deseables desde una perspectiva social, ya que están
alineadas con valores como la bondad, la justicia y la belleza. En algunos
contextos, también pueden tener connotaciones religiosas». (https://concepto.de/virtud/). O sea, el
ser virtuoso, abunda en valores que se reflejan en sus diversas acciones.
La virtud, también se define
como: «La disposición habitual y firme para hacer lo que es moralmente
bueno». (https://shorturl.at/Rx2oH).
Se dice que una persona es virtuosa cuando posee distintas cualidades morales. La etimología de la palabra virtud
procede del latín, «virtus», que significa poder o potencialidad, y está
relacionada con vis, que es fuerza o energía. (https://shorturl.at/7qq08).
Las virtudes humanas han sido clasificadas de
distintas maneras. Una de esas clasificaciones es de origen aristotélico,
agrupadas en dos vertientes: las éticas o morales y las intelectuales.
Estas últimas denominadas dianoéticas (del griego «diánoia» =
conocimiento basado en razonamiento lógico y no intuitivo; se asocia con la
creación artística y científica). Las virtudes morales se adquieren con las costumbres y apuntan
esencialmente al dominio de la irracionalidad en el comportamiento humano;
entre estas virtudes se destacan: la fortaleza, la templanza (=
moderación y autocontrol), la justicia y la generosidad.
Las
virtudes intelectuales, de otra parte, contribuyen a la formación y
perfeccionamiento humano asociado al conocimiento y a la verdad mediante
procesos educativos; estas virtudes se contraponen a las anteriores en la
medida en que reflejan el componente racional de los humanos; son las propias
del intelecto o del pensamiento, son aprendidas y se manifiestan en la inteligencia (sabiduría) y la prudencia, las
cuales reflejan la excelencia humana y permiten alcanzar la felicidad, que es
«la actividad del hombre conforme a la virtud». (https://shorturl.at/3oG9R, https://shorturl.at/yOmAG, https://definicion.de/dianoetica/).
De otra parte, se destaca que: «Las virtudes morales son fruto de la libertad.
El crecimiento en las virtudes es crecimiento en la libertad». Estas
virtudes se alcanzan mediante la libre y consciente elección de comportamientos
buenos. (https://tinyurl.com/m8hxc8ep).
Bien reconocidas, aunque olvidadas y empleadas con muy poca convicción
como guía poderosa para el diario vivir, son las virtudes cardinales (cardinal
= fundamental) y las teologales o
teológicas (del griego «theos» = Dios), que para los cristianos son el
fundamento básico de la vida espiritual. Las cardinales o naturales son
propias de todo ser humano, no están asociadas ni tienen origen religioso; por
el contrario, tienen origen en multitud de creencias y en las consideraciones
de grandes filósofos de la antigüedad.
Destacó el Papa Francisco
que las virtudes cardinales responden a sabidurías antiguas, anteriores al
cristianismo, asociadas a normas de comportamiento, a deberes ciudadanos, a la
moderación y tendencia al bien. Resaltó, además, que: «Las virtudes
cardinales están sembradas en el corazón de cada hombre y cada mujer, y
desarrollan la capacidad de hacer el bien». Las cuatro virtudes cardinales
(prudencia,
justicia, fortaleza y templanza) se
complementan con las tres teologales (fe, esperanza y caridad). (https://tinyurl.com/3xx88fbt, https://tinyurl.com/yh584wrr).
La condición de existir como humano es una virtud,
un don divino. Una fuerza interior inmanente a la humano. Estar en esa
condición es un potencial, pero no la realización material y espiritual plena.
Para llegar a ser humano, y merecerlo, es preciso ser virtuoso, abundar en
virtudes, ser bueno, aceptar ser formado para que con esfuerzo consciente se
adquieran las virtudes. Las virtudes se adquieren con esfuerzo y gracias a
la educación.
Los roles de la familia, de los maestros son de vital
importancia, como lo son el medio social, la cultura de cada uno y todos
los medios digitales que hoy modelan conductas. En el mundo de la virtualidad
también se precisa ser virtuoso.
La virtud es la fuerza inherente para poder ser
humano. Desde siempre el hombre ha hollado sobre el sendero de la virtualidad;
o sea, con posesión de la potencia para poder ser. Ha tenido como atributo la
fuerza interior, la fortaleza de la virtud, y con ella la añorada potencia de
llegar a ser. Ser feliz, justo, natural, integral de cuerpo y alma, pero, con
lamentable infortunio, no ha podido serlo a plenitud.
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