Hacia Nuevas Sociedades Sin Humanos y Sin Humanismo
Hacia Nuevas Sociedades Sin Humanos y
Sin Humanismo
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
El ser humano está
«humanizado» desde la concepción. Su proceso vital lo guía y marca la
preservación de la vida y de sus genes para asegurar la continuidad y
supervivencia de la especie. En un proceso, no exento de dificultades y retos,
se adquieren las herramientas mentales y sociales que permiten la subsistencia,
inicialmente en un período crítico en el cual depende de otros para alcanzar el
propósito de ser un humano productivo y útil para sí y para la sociedad. El
proceso es bien llamado socialización e inserción cultural, que va acompañado
de la adquisición de los valores universales y los de su propio grupo cultural
o nacional.
La socialización permite la
solidaridad con los demás, el reconocimiento de la entrañable e inseparable
unidad de deberes y derecho, la solución pacífica de conflictos, el
afianzamiento del concepto y práctica de la justicia, y la interacción en las
formas de organización participativas y democráticas para alcanzar el bien
común.
Es decir, se pretende
alcanzar la formación y consolidación de seres humanos íntegros e integrados
con otros alrededor de metas comunes de supervivencia y progreso. Se dan, así,
las bases para la humanización de las relaciones entre humanos, entre culturas
y entre naciones, con sentido de unidad dentro de la necesaria diversidad. Son
los fundamentos de lo que se puede denominar humanización, la que da curso a
las manifestaciones abiertas, sociales y culturales que han llegado a
reconocerse, en diversos momentos de la historia humana, como formas diferentes
de humanismo, de expresión de los valores de integración y solidaridad entre
todos, como iguales. La humanización implica valores y reglas, la consolidación
de criterios de buena conducta, con fundados criterios para reconocer lo que es
deseable o no, para diferenciar lo bueno, de lo malo, de lo perverso y
deshumanizante y, así mismo, lo verdadero y conveniente de lo falso y lo
inútil.
A medida que cada ser humano
crece desarrolla, condicionado por su cultura, su propio temperamento, su
propio modo de ser, en buena parte condicionado por sus genes y por las
primeras experiencias familiares y culturales, experiencias de aprendizaje que son
claves y esenciales para que, como ser humano, aprenda de modo continuo y
adquiera los conocimientos, valores, habilidades y sentimientos de afecto
fundamentales para su propia supervivencia y la inserción de modo creativo y
productivo en la sociedad y cultura a la que pertenece. Crecer y aprender es el
camino inevitable para ser parte de la humanidad. Tal como lo es el desarrollo
humano colectivo, sin exclusiones. El desarrollo humano y el bien común, más el
conjunto de valores sobre los cuales se asienta la moral y los juicios éticos,
son los elementos que, con autonomía, pensamiento crítico y constructivo, se
puede consolidar una sociedad humana y humanizante.
Por ello, en singular se
puede hablar de la humanidad de una persona, aunque cada uno lleva consigo la
historia de la humana como especie. Por semejante razón, ha resultado correcto
hablar de «deshumanización», término referido a la pérdida u oscurecimiento de
aquella configuración esencial en la que se nació y creció como ser humano. Esa
deshumanización se refiere a todos aquellos comportamientos de ciudadanos, de
gobernantes, de naciones o de grupos culturales que los alejan de las
necesarias estrategias de convivencia y de preservación de la vida propia, de
los valores de una comunidad planetaria, del progreso colectivo en medio de
diferencias, del necesario convencimiento de que todos somos sujetos y objetos
de derecho, de que la paz, como bien supremo, es una meta y un valor que nos
obliga a todos.
Como si fuese una permanente búsqueda, y también una permanente ambición y
deseo, a lo largo de la historia se han expresado distintas concepciones o
aspiraciones sobre lo que llegó a denominarse «humanismo». Se han expresado los
rasgos generales de algunas de las diversas concepciones sobre el humanismo,
con variadas adjetivaciones. Por ejemplo, reconoce el humanismo democrático, el
cual la se apoya en que la argumentación, el diálogo y el respeto por distintas
visiones del mundo permiten encontrar soluciones a problemas comunes. El
humanismo renacentista, que enfatizó la búsqueda de la verdad por medio de la
investigación, como humanos, centros del universo, libres y racionales. El
humanismo exótico que cubre los siglos XIX y XX fue caracterizado por el reconocimiento
de la diferencia como elemento distintivo del mundo social. Dadas las nuevas
coyunturas que se presentan en el mundo con el surgimiento de herramientas
electrónicos, la adicción a internet y a los videojuegos, la creciente
influencia de las redes sociales y de los modos virtuales de asociación y
comunicación y también la progresiva destrucción de la naturaleza por el
excesivo aprovechamiento de sus recursos no renovables, ha dado cabida al
denominado humanismo digital. (Un detalle de cada uno de estos cuatro tipos de
humanismo con pensadores que lo han caracterizado y los respectivos rasgos
característicos de cada uno, el lector lo puede leer aquí: https://shorturl.at/SwdA0; y
la correspondiente línea del tiempo acá: https://shorturl.at/teSJL).
Como resultado de las dos guerras mundiales, la variedad de conflictos
armados alrededor de todo El Mundo, el incremento de la pobreza, hoy el
calentamiento global y el carácter de ejemplo de la denominada cultura
universal, El control y manipulación de la información, pobreza, desigualdades
y pandemias, la UNESCO, hoy entre otras organizaciones, han proclamado la
necesidad de un nuevo humanismo siglo XXI que ayude a superar la condición
crítica en que se vive hoy en medio de guerras de calentamiento global de
crecimiento de la pobreza y de dominio y control de la información por unos
pocos. En ese nuevo humanismo, la educación, la cultura, y todas las
manifestaciones del espíritu humano, como el diálogo y la cooperación
científica, jugarán un papel como siempre componentes de carácter esencial,
vitales para redescubrir
cómo se puede unir mejor a la humanidad. (https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000189775_spa).
Se ha trabajado mucho con la
idea de que en los contextos educativos se introduzcan asignaturas llamadas
«humanísticas», bajo el pretexto de que con ellas se lograría una formación más
integral. Además, con frecuencia, se argumenta que al menos una cuarta parte de
la formación tiene que ser «humanística». Tal concepción se apoya en el falso
supuesto de que existen campos de la producción humana, como las ciencias y
tecnologías, que no tienen un carácter humanístico, que no son humanas. Frente
a tal concepción, es preciso anotar que el humanismo y la humanización de las
relaciones pedagógicas con sus fines formativos no se encuentran en el plan de
estudio. Este puede tener todas las asignaturas «humanísticas» que se desee y,
aun así, no cumplir con el propósito mayor que se requiere para construir un
nuevo humanismo.
El humanismo no está en los
muy desuetos currículos. Por el contrario, muy diversos autores han señalado
muy bien que lo «humanístico» no está en las asignaturas llamadas sociales,
humanas y similares, sino en la mente, corazón y convicción sobre la naturaleza
humana. Los procesos formativos escolares requieren que el modelo educativo
vigente lo sea, que el maestro lo sea, que los contenidos lo sean, que los
métodos de enseñanza lo sean, que las estrategias de aprendizaje también lo
sean, de lo contario, se tendrá un conjunto asignaturas o de contenidos que en
su expresión en las concepciones educativas y en las estrategias pedagógicas,
no humanizan, no facilitan la humanización. Su carácter de parche superfluo lo
califican bien los alumnos, en especial los universitarios, como las materias
de relleno, como aquello, que no es necesario y nada importante para la
formación que desean.
No se es humanista por
autorotulación, ni se es humanista en los procesos formativos por la abundancia
de contenidos de ciencias sociales y humanas, ya que en ellas mismas pueden
estar inserta las distorsiones, imprecisiones y fundamentaciones ideológicas de
los diseñadores de los planes de estudios, de los autores de texto, de los
mismos maestros y de los creadores de algoritmos con los que operan los
chatbots de inteligencia artificial, de creciente uso por alumnos y maestros.
El foco, entonces, es el desarrollo humano y el desarrollo de la humanidad y no un barniz de contenidos supuestamente humanistas. Toda la producción académica, literaria, artística, científica y tecnológica es producto del espíritu humano y tiene la intención de humanizar las relaciones entre personas, culturas y naciones; por ello no cabe la idea de que hay contenidos humanísticos y contenido científicos o contenidos tecnológicos. Los avances tecnológicos como productos del espíritu humano tienen un fin humanizante, como lo fue la escritura, la imprenta, la palanca y la rueda.
Las contribuciones de Bill Gates, Elon Musk, Steve Jobs, Mark Zuckerberg, entre otros, han sido palpables para crear una nueva sociedad, la sociedad informatizada. Múltiples desarrollos en los campos de la electrónica han llevado a crear el mundo digital. Una y otro han llevado a interacciones sociales en mundo esférico virtual, replica y sustitución con creciente frecuencia del mundo físico. Han contribuido a crear una nueva humanidad y hasta una nueva identidad antropológica. Con distintos avances de la microelectrónica y de la inteligencia artificial, bien se ha anticipado que llegaremos pronto, según algunos antes de mitad de siglo, a la gran singularidad tecnológica en donde resultará difícil la diferenciación entre lo humano y las máquinas.
Así nos queda que el interrogante de cuál es el futuro, de lo que hasta ahora se ha concebido como la humanización de las relaciones entre humanos y su manifestación en las diversas formas de humanismo. ¿Serán las máquinas humanistas o serán los humanos una especie cuya humanidad será construida y regida por máquinas más inteligentes que los humanos? Se extinguirá la especie humana, la que se dejará de llamar «Homo Sapiens Sapiens», suprema portadora de pensamiento autónomo y de inteligencia, para dar curso a otra especie en la que las máquinas, muchísimo más inteligentes que los seres humanos actuales, impondrán sus ideas y sus particulares modos de sentir.
Faltará el
ser humano actual que acompañe al atribulado y meditabundo Hamlet en su
soliloquio y reflexión existencial suprema: «To be or not to be, that is the
question». Ser un humano o abandonar su esencia para llegar a ser un «apparatus
hominis», un engendro humanoide robotizado.
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