Tus luces de la navidad iluminan la buena nueva de esperanza, amor, fe, alegría y paz

 «Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año». – Charles Dickens.

La Navidad es la Buena Nueva que trajo el Mesías. El santo día lo antecede una Nochebuena, augurio del cumplimiento de la profecía de que nacerá el Salvador y redimidor de los pecados, constructor del sacro camino hacia la salvación eterna. 

La Navidad no es un espacio en el calendario, tampoco una fecha para celebraciones y alegrías pasajeras.  La Navidad no es un ambiente para los cuerpos, sino para los espíritus; ella enciende la llama interna que, con los mejores sentimientos humanos, todos portamos como don divino. Ella exhorta y persuade, con suave ternura, al amor perenne y a sentir y compartir, con todos, la alegría de ser y de vivir.   

La Navidad es siempre la creación de los instantes que convocan a que los corazones se unan en torno a cálidos sentimientos de alegría, de esperanza, de fe, y en especial de amor filial, de storge (como amor familiar, natural y no forzado) y del incondicional ágape. Por ello, en Navidad se entronizan los sublimes sentimientos humanos que siembran ventura y fortuna para todos, sin anticipar, desprovistos de egoísmo, retribución material alguna. La Navidad significa edificación, es una divina ocasión para construir y compartir sentimientos, sin recelos ni mezquindades. Suenan con ella las internas y armoniosas campanas de la bondad de cada ser humano para que se vibren con dicha sus corazones.  

Como monumentos de suprema solidaridad entre los humanos, los días navideños son instantes de solidez social y de profunda y rica interacción humana. Por ello, se ha dicho que la Navidad está «envuelta con papel de felicidad y atada con una cinta de amor». (https://tinyurl.com/ymdu3rda). Los adornos y las luces de Navidad no son más que la energía y el poder de nuestros más humanos sentimientos representados, metafóricamente en ellos, para expresar la felicidad de tener familiares y amigos, personas a quienes amar y con quien compartir la alegría, la armonía, el amor y la esperanza que bajó del cielo el Dios hecho hombre. 

Abundantes nubes de ternura y de afecto concurren en Navidad para forjar copiosos sentimientos de dicha y para enviar, a los más profundos abisales, como si fueran sólo estrellas fugaces, a los sentimientos baladíes, desprovistos de ungida alianza humana. Galaxias de cariño, como brújulas celestiales, marcan el codiciado sendero que conduce a la dicha, a la paz y a la solidaria amistad para que, a lo largo de todo el año, y cada año, se tenga el sabor dulce de los tiempos sacros de la Navidad.  Son los días navideños espacios propicios para alegrar, animar y fortalecer a los corazones, en especial los de los niños que, en su inocencia y ternura, siempre recuerdan los mensajes del Niño Divino, del Niño Salvador, del Mesías.  Con razón se ha afirmado que «Los ojos brillantes de los niños son las verdaderas luces de la Navidad». (https://tinyurl.com/ymdu3rda). 

La Navidad es magnificencia espiritual, es santa y humana a la vez. Es un arca llena de los tesoros más sublimes. Es un arca donde, en su fondo, el Creador dejó la semilla de la esperanza, para que los humanos cultivaran la fe, la concordia y la paz, como seres colmados de buena voluntad por designio divino.  

Por ello, manifestar el deseo de una «Feliz Navidad», es insuficiente como frase suelta, vacía de compromisos e intenciones. Es necesario que se acompañe de humanos sentimientos de solidaridad, de comprensión y de esperanza, no solo durante unos pocos días llenos de alegría. Es ineludible expresar, con genuino deseo, el compromiso de construir mancomunadamente una realidad social perpetua, a lo largo de toda la vida y por siempre. Será un mensaje que manifieste que los adultos adquieren el compromiso en los días navideños para preservar los dones espirituales y también los que nos entrega la naturaleza, para que todos, en espacial las nuevas generaciones, tengan un futuro sostenible, como se dice ahora, que, desde el punto de vista espiritual, se traduce en los sentimientos de amor, de fe, de alegría, de solidaridad y, en especial, de paz que les permita a todos gozar  de una vida próspera y feliz, como se dice, como mera rutina, cada año  nuevo. 

Así, las luces de Navidad reflejan la alegría permanente que a todos nos incumbe tener para adornar nuestras vidas con acciones de presencia humana. «Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad», proclamó el Mesías. Frase de profunda significación que no fue lanzada al aire sin rumbo, sino a los vientos para que la difundieran en todas las latitudes y a las montañas para que en ellas reverberaran por siempre los ecos para que llegaran a los oídos y el corazón de todos los humanos que, por designio divino, están imbuidos de buena voluntad.  Atañe a todos en época de Navidad asegurar que, como seres humanos de buena voluntad, contribuyamos a la concordia, la paz y la felicidad colectiva, cada uno imbuido por el don supremo del amor a Dios, al prójimo y a sí mismos.  El ser humano, entonces, dotado con la capacidad de amar, posee un atributo esencial para que la dicha navideña fuerce el abandono de innecesarias querellas o de añejos o incipientes conflictos con el fin de poder asegurar el bien y la prosperidad de todos.   

Las luces y adornos navideños son la metáfora que externaliza los más humanos deseos que llevamos por dentro, esos que eliminan lóbregos y sombríos sentimientos; deseos que son los mejores regalos que podemos darnos y compartir, llenos de revivida riqueza interior, de clarificación espiritual o epifanía que, depurada y radicada en nuestro ser interior, deseos que nos permiten, como las luces de Navidad, iluminar, cual sacra aureola, toda una vida colmada de alegría, felicidad y bondad. 

No es dable olvidar que la Navidad es la conmemoración del nacimiento de Jesús, el Salvador, que llenó de luz y esperanza a todos en la Tierra. La tradición de expresar buenos deseos se ha plasmado bien en frases como las siguientes: «El nacimiento de Jesús debe ser siempre recordado como una celebración de amor» y «El mejor mensaje para felicitar la Navidad es aquel que sale en silencio de nuestros corazones y que calienta con ternura los corazones de aquellos que nos acompañan en el camino de la vida». (https://shorturl.at/UzNet). 

Reiterando la frase de Charles Dickens, en el epígrafe de este artículo conviene resaltar el compromiso, expresado por su personaje Ebenezer Scrooge en la obra «Cuento de Navidad»: «Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año. Viviré en el Pasado, el Presente y el Futuro. Los Espíritus de los tres lucharán dentro de mí. No rechazaré las lecciones que ellos me enseñan». (https://shorturl.at/idlzB).  Y, con el villancico, (https://youtu.be/KqkF0W_ziI8), cantar con alegría: 

Alegre y feliz estoy,

la Navidad llega hoy.

El Niño Jesús nacerá

Buenas Nuevas traerá.

Llega Jesús con su bondad,

felices todos, ¡es Navidad!

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