¿Y Ahora, en el futuro cercano, en qué trabajarán los jóvenes? Primera Parte
¿Y Ahora, en el futuro cercano, en qué trabajarán
los jóvenes? Primera Parte
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Difícil y tormentosa situación en la que se encuentran los jóvenes hoy. Aparte del creciente desempleo que sufren en todo el mundo (https://tinyurl.com/rjxv2ynw), con tasas que entre 2009 y 2024 se han mantenido alrededor del 13 %, a ellos, desde la primera revolución industrial, siempre les fue difícil tomar una decisión sobre su futuro laboral. Más grave y borrascosa es su situación hoy, cuando existe inseguridad sobre la vigencia de las ocupaciones y profesiones tradicionales. De los nombres y requisitos de los novedosos campos ocupacionales sólo alcanzan un conocimiento superficial o es abiertamente nulo, lo que acrecienta su confusión. A diario, reciben información suelta sobre las profundas rupturas o la discontinuidad en muchas de las ocupaciones o carreras a las que ellos han aspirado o han tenido algún grado de identificación mientras han crecido y avanzado en sus estudios.
Se sabe, como en todas las revoluciones industriales precedentes, que desaparecen campos laborales, que surgen y nacerán nuevas ocupaciones o que se reestructuran las profesiones tradicionales en contenidos, métodos y técnicas cuyas prácticas y condiciones laborales y de ingresos económicos vigentes se seguirán alterando. Los jóvenes que están terminando o cursando sus estudios de secundaria reciben, encuentran o comparten noticias de que determinadas ocupaciones desaparecerán en el corto plazo. Y no sólo eso, sino que la información recibida es, con frecuencia, tajante y críptica. Les comunican, sin tapujos y de manera abierta, que son ocupaciones o profesiones en las que nadie debería hoy estar mostrando interés porque desaparecerán.
Esta situación se vuelve incluso más crítica con estudiantes universitarios actuales, los que realizan sus esfuerzos personales, intelectuales y económicos para titularse en una determinada profesión y así alcanzar un futuro con sólidos ingresos económicos y condiciones de vida dignas. Ya sea al inicio, en mitad o finalizando la carrera, reciben la lapidaria información de que su carrera va a desaparecer, que caerán en el desempleo y que es ya es tiempo de que nadie debería estar perdiendo el tiempo, preparándose, sin esperanza, en ella.
En su informe de 2020 sobre El Futuro de los Trabajos («The Future of Jobs Report 2020») del Foro Económico Mundial se afirmó que para 2025, 85 millones de trabajos serán desplazados, presionados por la automatización; a la vez, surgirán 97 millones de nuevos puestos en 15 campos industriales en las 26 economías que cubrió el estudio. En el informe de El Futuro de los Trabajos de 2023, se indica que entre ese año y 2027 se espera que alrededor de un 23 % de los puestos de trabajo cambien; se crearán de 69 millones nuevos empleos y se eliminarán otros 83 millones. (El lector puede leer estos informes aquí: https://tinyurl.com/4sxhxfjr, https://tinyurl.com/ye8zzdf6).
En el Informe del 2023 se indica que no se considera que el trabajo esté más automatizado ahora de lo que estaba hace tres años; en este año un tercio de las tareas (34 %) están automatizadas, lo que muestra un crecimiento de sólo 1 % más que en 2020. (Un resumen de este Informe se encuentra aquí: aquí: https://tinyurl.com/mr2a62dw).
Este escenario crea entre los jóvenes, como se podría esperar, intensa y profunda confusión sobre qué vale la pena estudiar, qué profesiones u ocupaciones les ofrecerán un mejor futuro, dadas las condiciones inéditas y perturbadoras del cambiante mundo de las fuentes laborales.
Se encuentran así, estudiantes, padres de familia, maestros, psicoorientadores y orientadores académicos y vocacionales, con la encrucijada creada frente a una decisión vital y crucial en la vida, como es la escogencia de opción laboral, opciones que no son siempre abiertas o posibles para muchos, aunque abunde el deseo, el interés y las aptitudes.
Todos los adultos viven la imperiosa necesidad de poder ayudar a los estudiantes en un período de decisiones y de confusiones, en plena adolescencia o en la muy temprana juventud, a tomar decisiones vocacionales acertadas. Con razón, dirán los alumnos que encuentran difícil cualquier orientación exacta que se les ofrezca sobre carreras u ocupaciones ante la amenazante y constante información de que mucho de lo que son sus intereses y aspiraciones no tienen ya cabida en el mundo profesional o laboral actual y en el del cercano futuro.
Este hecho social y laboral, además, agudiza la crisis de las universidades en el mundo con su énfasis profesionalizante en carreras con contenidos desuetos, lejos de las realidades del mundo laboral y de la formación en los campos que requieren la sociedad y los sectores productivos. Se construyen cuerpos formativos, llamados «currículos» para campos ocupacionales, que por todos los medios disponibles, en particular por los digitales, se anuncian, que no tienen futuro, que no tienen valía para inserción en el mundo laboral. Son ofrecimientos que no están basados en ningún mal designio, pero sí llenos de embriagante añejamiento, con senderos abiertamente imprecisos que conducen al desempleo, a la frustración y a la pérdida del poder altamente productivo de los jóvenes, que con su inteligencia y vigor, precisan de mucha más certidumbre sobre sus futuros. Se dan así ofrecimientos de programas de formación que confunden, y en la práctica, engañan a padres de familia, a los estudiantes y a la sociedad que necesita preparar sus líderes, cuadros técnicos, tecnológicos, científicos y culturales necesarios para el progreso colectivo.
En este panorama, de otra parte, concurren las entidades gubernamentales que otorgan registro o autorización legal certificando el cumplimiento de determinadas condiciones de calidad para que un programa académico pueda ser ofrecido de manera legal. Pero, en muchos casos, tal autorización, nueva o de renovación, se refiere a la satisfacción de calidad en el papel y hacia atrás en el tiempo, válida para el pasado. Se incurre en un artificio, cercano al abierto engaño, dada la ausencia de las condiciones de calidad, de pertinencia actualizada y de la necesidad probada de la formación tal como se propone. Se podría incurrir en falsedad, en la medida en que se otorgaría un título académico que, además de la desvalorización que tienen tales certificados académicos en el mundo actual, se estarían expidiendo certificaciones de idoneidad en campos ocupacionales o profesionales que no existen o que desaparecerán en el muy corto plazo, enviando a los graduandos al desempleo o subempleo.
Situación similar ocurre en los procesos de acreditación de alta calidad de programas, donde cabe la pregunta de si se puede expedir la certificación de tal acreditación de alta calidad si el programa ya no tiene posibilidad de futuro en el corto plazo y, por lo tanto, como se ha señalado antes se podría estar acreditando el pasado.
La situación descrita afecta de manera sustancial el actuar y el devenir de las instituciones educativas de todos los niveles, ya que el trajinar hacia la formación en los diversos campos ocupacionales que eran importantes hasta hace muy poco ya no lo serán. Esa es otra parte de la crisis que enfrentan las universidades y con ellas la sociedad en general. Pero, los más afectados son los jóvenes, en mitad de la confusión que tal situación acarrea por la inestabilidad en muchos de los campos tradicionales signados con la cruz de la extinción y la desaparición del cuadro de ocupaciones posibles. Queda, entonces, vigente la creación de procesos recorridos por la innovación académica, con flexibilidad como criterio esencial, para la creación de rutas alternativas a las tradicionales para lograr la formación de jóvenes adecuadamente cualificados para insertarse en el mundo laboral y social y contribuir con sus habilidades e inteligencia al bienestar propio y al progreso colectivo.
Sobre los campos ocupacionales y
profesionales que pierden vigencia y los nuevos que han surgido, los presentaré
en una segunda parte ampliando las consideraciones aquí presentadas.
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