La Generación 8G: Entre lo Utópico y lo Distópico

 

La Generación 8G: Entre lo Utópico y lo Distópico

Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/

En 2020, en medio de la pandemia, nació una nueva generación, la que si se alcanzare la gran singularidad tecnológica en 2050 (cuando habrá indiferenciación entre máquinas y humanos), serán adultos plenos, con experiencias vitales inéditas, impensadas e irreconocibles por todas las generaciones anteriores.

Podemos llamarla   la «Generación 8G»,  por los ocho grandes desafíos que deberán vivir y enfrentar para construir y preservar una sociedad sobre el  valor de la dignidad humana, o aceptar, con imperdonable humillación, el mandato de las redes neuronales informáticas bajo el imperio aterrador del lado negativo de la inteligencia artificial y de los ominosos metaversos fundamentados en lucro económico, ideológico o político de algunos poderosos empresarios controladores y unificadores del poder político y económico universal. Es decir, tendrán que construir la utopía de una sociedad plena de virtudes humanas, llena de armonía, democrática e igualitaria, regida por el bien común, o sufrir la distopía en un conglomerado mundial de seres esclavizados por máquinas poderosas con capacidad de aprender, de recordar, de sentir y de controlar a su voluntad a cada ser humano.

Es una «Generación 8G», que la integrarán varias cohortes de niños y jóvenes a quienes corresponderá enfrentar ocho grandes desafíos: 1. Destrucción ambiental y sexta extinción masiva de especies. 2. Control de sus vidas por avanzadas redes neuronales y de la inteligencia artificial, con la anulación de la inteligencia humana tradicional y la eliminación de la libertad de pensamiento y de acción 3. Gobiernos totalitarios y anulación de las democracias. 4. Surgimiento de nuevas pandemias. 5. Peligros de guerras nucleares y ciberguerras. 6. Control de la información propia, en especial de la más valiosa, la del ADN. 7. Construcción de una nueva identidad antropológica, en lugar de una de cyborgs sumisos y esclavizados 8. Mantenimiento y preservación de los valores humanos esenciales e incorporación creativa de nuevos.

Entonces, ante los sobrevinientes y abrumadores hechos, nos toca a todos asumir el ineludible compromiso de formar a las diferentes cohortes de la «Generación 8G» para enfrentar los desafíos y enredos éticos, morales y antropológicos que les planteará la gran singularidad tecnológica.

¿Cómo será esa formación en las escuelas y fuera de ellas?, ¿cómo será la naturaleza de los aprendizajes?, y ¿cómo la concepción y función del maestro? Con absoluta seguridad no puede ser, ni será, nada parecido a los procesos formativos actuales, ya que estarán afectadas por los nuevos modos de manifestación de la inteligencia humana mediada por la inteligencia artificial.

Los chips para ser inteligente eliminarán las diferencias en las habilidades para aprender. Esos chips instalados en el cuerpo humano, como parches o tatuajes, removibles y descargables a medida que se requiera actualizar o sustituir sus contenidos, almacenarán toda la información producida por la humanidad. Ocurrirá, a la vez, que se acelerará con carácter de inmediatez, el procesamiento de información para crear nuevas cogniciones, nuevos afectos o para resolver problemas complejos, matemáticos, sociales o científicos; por ejemplo, emitir juicios jurídicos se dará en nanosegundos.

Los metaversos, y otras futuras plataformas informáticas, suscitarán los riesgos de un reinado de hackers, ya no humanos, sino androides computarizados residentes en ellas, abiertas o intrusas, harán que los mundos virtuales sean vividos como más real que el mundo real; así, lo virtual no será lo que tiene el potencial de ser, sino que ya lo será, la nueva realidad.

El maestro será un ciberhumano, hábil en los más avanzados recursos tecnológicos; estará apoyado por bots superinteligentes (bots = aféresis de robots). No habrá dictado, ni copia de contenidos en cuadernos, tampoco existirán aulas o bibliotecas físicas, ni libros de textos; ni exámenes, se aprenderá a leer y escribir de otro modo, por medio de chips como los ya mencionados. Se aprenderá, a leer y escribir, por virtud del mismo chip, en múltiples idiomas desde la edad denominada hoy como preescolar, apelativo que desaparecerá de los lenguajes.

El aprendizaje se centrará en el uso de la variedad de recursos para crear y resolver problemas complejos apoyados en supermáquinas inteligentes. Los fines de los procesos formativos serán homogéneos en todo el mundo, fijados, modelados y actualizados por complejos algoritmos que elaborarán, aplicarán y supervisarán tales máquinas; no lo harán   maestros de carne y hueso.

La formación cívica y ciudadana se dará para interactuar principalmente en los metaversos poseídos por poderosos inescrupulosos y golosos empresarios ya conocidos desde la primera cohorte de 8G.

El ADN de cada persona, colectado desde antes de nacer, podrá ser leído por nanobots y acumulado con nada humanos fines en base de datos con suprema encriptación. Se conocerá, con base en esa información, el potencial biológico e ideológico de cada individuo en el mundo, con el abierto riesgo de excluir aquellos que las superpoderosas herramientas de inteligencia artificial estimen como no valiosos o desechables.

Nuestra memoria, recuerdos, sueños, fantasías, sentimientos y afectos estarán escondidos en nubes informáticas, pero bajo control de esclavizadores bots que se apropiarán, con acelerada rapidez, de la inteligencia y las emociones humanas. Además, se correrá el riesgo de hackeo de la información para uso impropio por algunos o para control de poblaciones o de grupos étnicos y culturales estimados como imprecisos, erróneos o prescindibles, lo cual sería el camino a una raza ciberhumanos que se considerará como perfecta y homogénea; la añorada y buscada, de modo cruento, en la primera mitad del siglo XX. Se podrá determinar qué genes se pueden mezclar con otros en la búsqueda de esos seres humanos recorridos de perfección, según modelo predictivo elaborado mediante la inteligencia artificial con máquinas y algoritmos también superpoderosos.

A medida que se avanza en una educación modelo 8G, no sólo los objetos y personas estarán conectadas entre sí, el Internet de las Cosas (I of T) como se llama hoy, sino que los cerebros estarán interconectados, lo que permitirá configurar el metaverso de los cerebros. Estos podrán interactuar voluntariamente u ordenados desde fuera, con o sin consentimiento. Se hará evidente a todos el superponer avasallador que tendrán gobernantes déspotas y empresarios ávidos de ganancias. Se configurará así una nueva forma de esclavitud, la más denigrante en toda la historia de la humanidad. Seres ciberhumanos esclavizados en este mundo, actuando como serviles avatares en el mundo de los metaversos. Como en la rebelión de los esclavos romanos, liderados por Espartaco, tampoco valdrán mucho los esfuerzos de liberación, ya que las armas de control y de denominación la tendrán las máquinas pensantes, avasalladoras y subyugantes.

Las guerras para la dominación y el sojuzgamiento no se darán entre ciberhumanos, sino entre superpoderosas herramientas informáticas con la potestad para conquistar mentes. Las ciberpersonas al crear para sí mismas en los diversos metaversos múltiples avatares, acabarán confundidos en su propia identidad personal, porque al tener todos muchas de ellas se alcanzará un generalizado estado de esquizofrenia digital. O sea, se vivirá en la distopía de una cíbersociedad de locos, de orates, con identidades pérdidas en los rincones abruptos de enloquecedores metaversos.

Las familias tendrán poca o nula influencia en los procesos de concepción biológica de los hijos, proceso en los que ellos estarán sujetos a los poderosos, dominantes y excluyentes sistemas de inteligencia artificial, lo que afectará y cambiará por siempre la noción misma de paternidad.

Ante tal panorama, precisamos cesar la pavimentación en concreto digital de nuestro futuro y el de las mentes y emociones de las cohortes de la «Generación 8G», y abrir anchos de banda humanizantes para evitar el desastre que acabará con nuestra identidad planetaria. Démosle a los avances científicos y tecnológicos el uso y valor humanitario que se merecen; ellos son valiosos productos de la inteligencia y el corazón solidario, desarrollados para alcanzar el bien común y para vivir en prosperidad colectiva, y en santa paz, como siempre dijeron las abuelas en esas épocas, ya remotas, de la generación cero.

Las tecnologías y avances científicos son herramientas poderosísimas para salvar a la humanidad frente a los ocho desafíos de la «Generación 8G»; son bases sólidas para promover un humanismo digital con el poder para controlar a quienes las usan para provecho egoísta y no como lo que son: bienes comunes, globales y esenciales.

Actualicemos nuestros mejores valores, enseñémoselos a los más jóvenes, dotemos con ellos a las cohortes de la «Generación 8G» para que se libren y nos libren de los presagios mencionados. Entendamos y enseñemos los riesgos morales que se les avecinan a los nacidos en 2020 en medio de destructiva pandemia. Asimilemos con ellos, a la vez, los nuevos valores para que volvamos realidad la utopía de sociedades prósperas, igualitarias y solidarias, y evitemos que triunfe y se enraíce la distopía de una sociedad esclavizada, con el supremo bien de la libertad coartada por los muy visibles poderes de algunos que asumen como si tuviesen otorgada, por divinidad tecnológica, una predestinación para controlar y poner a marchar a todos al ritmo de sus más mezquinos e inhumanos intereses.

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