El Plagio: Plaga en la Política y la Academia que Atenta contra la Limpieza Moral y Ética
El Plagio: Plaga en la Política y la Academia que Atenta contra la Limpieza
Moral y Ética
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
El plagio ha estado presente desde los
albores de la humanidad. En términos
sencillos, consiste en apropiarse de la producción intelectual u obra de otra índole de alguien
más y hacerla aparecer como propia. Hace
más de 2300 años los griegos usaron la
expresión «plagium» con el significado de secuestro,
mientras que entre los romanos «plagiarus»
significó el uso indebido de un esclavo por otra persona como si fuese propio.
(https://rb.gy/znjdnv).
En esos tiempos y hasta la Edad Media
la copia o apropiación indebida de la obra de otros era tolerada con alguna
laxitud. El plagio ha estado presente entre los más reconocidos
personajes a lo largo de la historia. Shakespeare
incluyó en sus obras diálogos y personajes de otros en su producción literaria;
se ha señalado que «El Paraíso Perdido» de John Milton fue producto del robo de muchos escritos de poetas el siglo XVII;
Cervantes tampoco está exento de la acusación de plagio; el líder del
movimiento por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos, Martin Luther King Jr., es
señalado de plagiar su discurso de “Yo tengo un Sueño”. (https://rb.gy/8xwuat). Dos de
los principales contendientes en
las recientes elecciones alemanas para reemplazar a Angela Merkel fueron acusados de plagio y enrostrados su carencia
de integridad y del poder intelectual de
su predecesora. (https://rb.gy/lzrg6b). Breves
y precisos recuentos históricos del plagio
el lector los puede leer aquí: https://rb.gy/xcasbb, https://rb.gy/50bq5q.
En Colombia son bien conocidos los
casos de un ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación acusado de ser coautor
de un texto con plagio, de un ministro de Vivienda de plagiar su tesis doctoral en una
universidad neerlandesa, una ministra de educación de plagiar un proyecto de ley, y una
parlamentaria acusada de plagio en su tesis
de maestría. (https://rb.gy/xniyl2). Recientemente,
el Observatorio de la Universidad Colombiana publicó la sanción a tres
profesores de dos instituciones de educación superior por la alteración de los autores
en los mismos artículos en español e inglés (https://rb.gy/ugjcsa).
También en Alemania el ministro de Defensa
de Angela Merkel fue señalado de haber cometido plagio en su tesis doctor
lo que llevó, al admitirlo, que la universidad le cancelara el título; una
ministra de Educación perdió ese cargo cuando
una universidad también le canceló su título por plagio. Vladimir Putin
fue acusado de plagio en su tesis de grado en Economía; un exprimer ministro
rumano renunció a su título de doctor en Derecho cuando se probó plagio en su
tesis. Un senador de Estados Unidos fue
denunciado por The New York Times por haber plagiado la mayor parte de
su tesis de maestría, en la siguiente elección fue derrotado por ese hecho.
John Biden en 1988 fue acusado en la prensa por plagiar los discursos de algún
político británico. El expresidente mexicano Peña Nieto también tiene antecedente de plagio en sus
estudios universitarios, lo que él calificó como un
error de estilo por carencia de citación.
(https://rb.gy/ek3okg). El
político y precandidato presidencial Marco Rubio se le enrostró la similitud de
uno de sus discursos con otro de Barack Obama; este, a su vez, en su campaña
presidencial, fue criticado por reciclar
discursos de un gobernador. El senador
republicano por Texas Ted Cruz también ha sido acusado de plagio. (https://rb.gy/xowhhu).
Como se observa, el mundo de la
política, líderes de las naciones, está lleno de plagiadores, algunos
inmisericordes copiadores, por la
cantidad de plagio presente en sus trabajos académicos para optar a títulos
universitarios. A estos se agregan los
dirigentes políticos, entre ellos candidatos presidenciales, aquí y allá,
que presumen y presentan en sus hojas de vida cursos y títulos que nunca
obtuvieron. La rectitud moral tiende a estar ausente en muchos de ellos; el
engaño deliberado sobre credenciales académicas y de títulos mal logrados los emplean como activos para posicionar su imagen y demostrar ante electores una supuesta formación
habilitante para el cargo y así, supuestamente, aumentar su caudal de votación.
Nos les importa el engaño y la lejanía
distante, muy distante, de la rectitud
ética; tampoco se sienten aludidos con el atropello al cumplimiento de los
inexcusables principios de la transparencia, dignidad e integridad moral, ni
tampoco el pésimo ejemplo para los estudiantes en todos los niveles educativos
y para la ciudadanía en general. Oscurecen, con su deliberado y tramposo actuar,
los procesos educativos para la formación ética y en el carácter, la integridad moral, la confianza
pública en los gobernantes y líderes
políticos, a la vez que perturban los
esfuerzos para combatir la corrupción. Demuestran que en sus procesos
formativos, en la familia y en la escuela, no alcanzaron un pleno y sano
desarrollo de su personalidad.
En varios lugares del mundo al perder
la confianza de los ciudadanos algunos funcionarios públicos y legisladores han
resignado, como debe ser, a sus puestos y uno que otro de manera voluntaria ha
renunciado al título obtenido con trampa. Esa es una primera forma de sanción.
En la mayoría de los casos, sin embargo, siguen en sus puestos y juegan al
olvido por la ciudadanía de sus conductas inmorales e impropias; los comités de
ética de los partidos tampoco toman las medidas del caso.
Los ambientes educativos y académicos
están plagados de plagio, usualmente consentidos por los maestros, profesores y personal
directivo. En la educación superior hay presión altísima para mostrar
productividad, la cual es recompensada con incrementos salariales, reconocimientos
personales, prestigio profesional y una variedad de otros estímulos. Sobre esa
productividad, además, esperan las universidades navegar para incrementar su prestigio y
figuración en los inútiles rankings. De ese modo, el plagio se excusa,
se oculta o se ignora y muchos se hacen los de la vista gorda.
Si bien hoy parece más fácil el plagio
por la omnipresencia de Internet, de Mr. Google, Mrs. Wikipedia, la función de
copiar y pegar de los procesadores de textos, demás recursos de las suites de
ofimática y por la abundancia de recursos open access, debe el copiador
reconocer que la facilidad de hoy para plagiar es la que lleva, con la misma
facilidad, a ser detectado, incluso con artículos, discursos o tesis de grado presentadas mucho tiempo
atrás.
La inteligencia artificial también
lleva el plagio a niveles insospechados, ya que algunas de sus aplicaciones pueden
ser utilizadas para escribir un artículo, un ensayo o un libro por sí mismas; lo
cual dejará en el limbo la definición de autoría: ¿el software de inteligencia
artificial, la persona que lo alimenta con información o autoría compartida con
la inteligencia artificial? Queda por definir, en cada caso, si se da una
intención deliberada de engañar y, así mismo, la reconsideración del concepto mismo y de la
eticidad envuelta en el plagio (https://www.quetext.com/blog/short-history-academic-plagiarism).
Pero
la inteligencia artificial también puede detectar anteriores y posteriores
plagios con consecuencias académicas, disciplinarias y legales para los
plagiadores.
Existen plataformas comerciales que
permiten detectar plagios en escritos, entre ellas son bien conocidas Quetext
y Turnitin. Pero, a la vez, existe
un número grande de aplicaciones gratuitas que el maestro y los alumnos pueden
usar para asegurar que en sus trabajos
hayan citado bien las fuentes y así superar el plagio no deliberado o la
tentación abierta de hacerlo. Entre esos programas gratuitos están: http://plagiarisma.net/es/, https://www.duplichecker.com/es, https://searchenginereports.net/es/detector-de-plagio, https://www.plagium.com/es/detectordeplagio y https://searchenginereports.net/es/detector-de-plagio.
Esos programas, sin embargo, no pueden demostrar que efectivamente se
presenta plagio en cada caso específico; algunos no detectan parafraseo y
aunque se encuentre similitud no es prueba necesaria de plagio. (https://rasmussen.libanswers.com/faculty/faq/271562). De otra
parte, no hay acuerdo sobre qué porcentaje de coincidencias constituye plagio.
Algunas universidades lo fijan por encima del 15%, y algo más bajo para tesis
de maestría o doctorado; sin embargo, se precisa reconocer que esos programas,
en su fase actual, pueden ser engañados (véase https://rb.gy/qup9ba), aunque
eventualmente alguien o la inteligencia artificial muy pronto pillará al
plagiador.
Mucho de lo que ocurre hoy resulta de
procesos formativos inadecuados para garantizar la honestidad en el uso de las
fuentes y en su citación debida; por lo tanto, se requieren los esfuerzos para
que todos los estudiantes aprendan a citar correctamente sus fuentes y a
elaborar la lista de bibliografía o
webgrafía. Esto es importante porque en la vida laboral, donde se precisa demostrar integridad y
honestidad, la omisión (aunque fuese por descuido o carencia de formación para
ello) podría tener serias consecuencias para la persona o la organización en la
que trabaje.
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