Nuestra Vida en el Planeta Está Jugando un Tiempo Suplementario

 

Nuestra Vida en el  Planeta Está Jugando un Tiempo Suplementario

Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/

 

Estamos avanzando con alta aceleración hacia un segundo cataclismo  que llevará a la desaparición de la vida en la Tierra. El primero de ellos estuvo bajo el control directo de Dios, el segundo en manos de inconscientes humanos.

El primero de tan catastróficos eventos se relata en los capítulos 6 al 9 del libro del Génesis. Dios había creado a la especie humana, pero la maldad y la violencia se había apoderado, como hoy, de los hombres. Percibió el Creador  que a sus ojos, como también hoy,    la Tierra estaba arruinada, razón por la cual decidió acabar con los seres humanos, excepto a un hombre justo y recto   como Noé (y a su familia: esposa, sus tres hijos y cónyuges) quien recibió la orden de construir la bien conocida Arca de Noé, que tardó 120 años en ser construido. (Nosotros no tenemos tanto tiempo para escapar al desastre que de manera acelerada enfrentamos).

Finalizada su Arca, se desató sobre el planeta  el diluvio universal que acabó con todas los demás humanos y  animales. Este patriarca vivió 350 años después del diluvio y murió a la edad de 950, lo que entonces era una muy tierna edad. Noé, luego de ofrecer un sacrificio a su Dios, recibió de Él la promesa  de que no volvería a exterminar a todos los seres vivos con aguas de diluvio, ni habría más diluvio para destruir la Tierra; puso Dios el arcoíris sobre los cielos como  brillante y hermosa señal eterna de su promesa.

El segundo evento catastrófico, que acabará con todas las formas de vida en el planeta Tierra, es el que estamos viviendo ahora con el muy perturbador y amenazante cambio climático.  No será una extinción de los humanos y demás seres vivos por un diluvio, ya que el arcoíris  se sigue mostrando como vigencia de la promesa del Creador. No existirá  Noé y  su familia aunque  hay millones de seres justos y  rectos poblando este mundo; todos sufriremos el castigo originado por los hombres mismos. No cabemos en ninguna arca, porque la nuestra es la Tierra que Dios nos dio; en aquella oportunidad se salvaron ocho personas, no lo hicieron siquiera los  miles que por años ayudaron a construir la nave de la salvación.

Noé en su arca  fue conducido por Dios como fuerza suprema y con destino conocido por Él para que los descendientes del patriarca, llenos de fecundidad,  poblaran la Tierra. Noé y su bendita familia gozaron de una vida larga y próspera, con cielos brillantes y luminosos arcoíris que surgen después de las refrescantes y fertilizadoras lluvias. El patriarca constructor  de la salvadora nave vivió, como se indicó, tres centurias y media más; muchísimos años menos vivirán los humanos y demás especies vivas en este planeta incendiado por gases de invernadero y un pertinaz e insidioso cambio climático.

Si bien Noé pudo seguir  con dicha el crecimiento de sus hijos y nietos, nosotros no les estamos asegurando a los nuestros sino una opción de vida por muy pocos años en condiciones cada vez más deplorables. En esta arca que es la Tierra la conducción está en manos de los humanos, muchos de ellos no son ni rectos ni justos. Las aguas no llegan de un diluvio ordenado desde arriba sino con la que en su ciclo natural son perturbadas por la acción antropogénica, la combustión de  combustibles fósiles, el uso de energías no renovables, la eliminación de la biodiversidad, el agotamiento de los recursos naturales no renovables, la contaminación de aguas, y variedad de factores que pudieron ser controlados y que no se hizo, por humanos que han llevado al derretimiento de los glaciales,  y elevación del nivel del mar.

A diferencia de la opción que tuvo el patriarca navegante en tan singular Arca, no tendremos una paloma, una mariamulata,  un cóndor, un águila o un gallinazo que nos traiga una ramita en el pico diciendo que ya pasó el peligro y que podemos desembarcar para reconstruir los inmensos daños causados en tan pocos años. Un ave que nos declare que hay  energía  limpia para  uso por todos, renovadas y recuperadas fuentes de agua dulce, que ríos y mares llenos de vida no están contaminados, que se redujo  a cero la emisión de gases de invernadero, que la temperatura global en el planeta se ha estabilizado, que los casquetes polares han recobrado su vitalidad, que no hay más especies animales o vegetales en peligro de extinción, que los niños tienen asegurado un porvenir próspero en  un planeta  sano y en sociedades justas e incluyentes,  que ya no se admite  el  arrasamiento de los recursos naturales y que se da un balance  biológico y natural entre las distintas especies vivas.

Esa sería la oración y sacrificios que elevaremos al Creador por el compromiso de preservar para el bien de todos  este don supremo llamado planeta Tierra, el cual en su magnanimidad, nos entregó como residencia para mantenerla sana, limpia y en orden.

En 1992 se realizó en Río de Janeiro  «La  Cumbre de la Tierra». Asistieron 172 gobiernos. Uno de sus logros fue la firma de «La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático» que ha sido ratificada por 197 países; en ella se definen los derechos civiles y obligaciones de los Estados y  se fija el objetivo de estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero  en un plazo   que permita a los  ecosistemas la adaptación natural al cambio climático, emplear fuentes alternativas de energías limpias, eliminar la pobreza, asegurar la producción de alimentos y permitir un desarrollo económico sostenible. Esta  Convención tiene fuerza jurídica obligatoria para los Estados que la han suscrito, los cuales tienen el «derecho soberano de aprovechar sus propios recursos», pero no el de causar daños al medio ambiente de otros Estados. (https://rb.gy/dhm736).

Desde entonces, cada año se celebra la Conferencia de las Partes – COP (o sea, de los países firmantes de la Convención). Acaba de finalizar las COP26  y se anuncia la 27 en 2022 en Egipto. El objetivo de las mismas es evaluar los avances en la consecución de las metas de implementación de la Convención y adoptar nuevos compromisos contra el cambio climático. Una de las metas ineludibles consiste en no exceder en más 1.5 grados Celsius  la elevación de la temperatura en el planeta para el año 2050 con respeto a la era preindustrial. Valores superiores se  asociarían a catástrofes naturales con fuerte impacto en la calidad de vida de todos: Sequía de ríos, manantiales y arroyos, ausencia de agua potable, desertificación, tierras improductivas para  la agricultura y la ganadería, hambre y enfermedades generalizadas, altísimas tasas de desplazamientos y migraciones de empobrecidas poblaciones humanas por millones, incendios de selvas y bosques, derretimiento de los glaciales y hielos de los polos,  salinización de suelos, elevación del nivel del mar, desaparición por inundación de ciudades y de muchos recursos costeros alrededor del mundo,  extinción de los corales e inmensa cantidad de la fauna y la flora con la que formamos una unidad esencial para la existencia, tormentas tropicales más frecuentes y  más destructoras, veranos en extremo calientes e inviernos muy fríos, entre muchos otros males.

Hubo cinco  acuerdos claves en la Declaración Final de la COP26,  finalizada a comienzos de noviembre de 2021 en Glasgow - Escocia, con base en la cual se espera la actualización  de los compromisos de los Estados contra el cambio climático: 1.  Se le insta a (en lugar de comprometer a) los países desarrollados a duplicar los fondos para los países en desarrollo con el fin de ayudarles en la adaptación  al cambio climático y a la mitigación de sus efectos perniciosos. 2. Se les solicita a los países a actualizar a más tardar el año entrante sus metas de reducción de carbono para 2030. 3. Se hace un llamado para reducir gradualmente "el uso del carbón como fuente de energía y los subsidios a los combustibles fósiles ineficientes". 4. Se pone énfasis en la necesidad de "aumentar significativamente el apoyo" a los países en desarrollo más allá de los US $100.000 millones al año. 5. Se establecerá un diálogo para examinar la cuestión de dinero a cambio del daño que el cambio climático ya ha causado. (https://rb.gy/ew1ixl).

La COP26 marcó el «Comienzo del final del reinado del carbón», según dijo el primer ministro del Reino Unido Alexander Johnson. «Se cierra con un acuerdo climático ‘de compromiso’, pero insuficiente», recalcó António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, quien también había afirmado que  ella debía  «ser un punto de inflexión para las personas y el planeta».

Algunos científicos han estimado que ya estamos en el  camino para un   incremento de 2.4 °C en el calentamiento global. Los valores por debajo de 1.5 °C marcan el límite de nuestra supervivencia. Recordemos que el planeta seguirá aquí; sin embargo, nosotros no. No hay plan B, la vida en el planeta azul está jugando su último tiempo extra.

Noé tuvo en su Arca una ventana para observar el desarrollo de los diluvianos acontecimientos. Tenemos los humanos hoy una pequeña ventanita, cada vez más pequeña y estrecha para  salvarnos todos y lograr que los arcoíris brillen y bailen con nuestra alegría en la inmensidad de cielos limpios y de atmósfera libre de gases  tóxicos de invernadero. Las más nuevas generaciones, y las próximas, verán los alegres danzantes arcoíris que nos recordarán el compromiso de Dios con los humanos, en lugar de las altísimas llamas amarillas y rojas  de los incontenibles incendios, ya tan comunes, de nuestros bosques y selvas.

El tic tac inexorable de Cronos, el dios del tiempo y de las cosechas, indica que ese tiempo se está agotando. Niños y  jóvenes esperan que se detenga el daño antropógenico que a diario causamos  a la vida  nuestra, a la flora y fauna, que se vuelvan realidad los compromisos adquiridos por gobiernos  para que ellos, niños y jóvenes, hoy y en su futuro, el de ellos y no tanto el nuestro, aves canoras porten ramitos verdes anunciando que la catástrofe ha sido detenida, a tiempo,  a borde del abismo  y que, como con la Arca de Noé, el planeta se ha asentado ya sobre terreno seguro.

 

 

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