Metaverso: Inmersión Plena 3D en el Ciberespacio Lleno de Colosales Riesgos
Metaverso:
Inmersión Plena 3D en el Ciberespacio Lleno
de Colosales Riesgos
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Mark Zuckerberg,
fundador y dueño de Facebook poseedor de
una fortuna de US $135 mil millones, ha lanzado una propuesta económica
para convertir a Facebook en un metaverso. Es preciso resaltar el contexto:
Sería la ampliación de un exitoso negocio cuya motivación principal está en más
y más pingües ganancias que en una propuesta para el mejor estar colectivo. Tampoco tiene como foco superar la brecha
digital, la cual se ampliará creando
mayor espacio para las desigualdades y las exclusiones que ya son
suficientemente grandes. Se ha dicho que la propuesta tiene algo de pesadilla tecnológica
que «no parece ser una solución a un problema que nadie le ha dicho a él y a
su compañía que lo solucione». (https://rb.gy/uxidnj).
El grueso de la propuesta, concebida como un conjunto
de experiencias maximalista que sería la siguiente generación de Internet, se
fundamenta en los «Horizon Workrooms» como espacios para encuentros
interactivos e inmersivos virtuales en donde las personas, que harán uso de cascos
visores de realidad aumentada, entrarán
con un avatar. Un avatar es una representación digital del individuo que
no es más que un conjunto de instrucciones de programación, un bulto de software.
Con su avatar la persona podrá entrar y salir sin necesidad de cerrar cada
sesión. El vocablo avatar viene del sánscrito con la significación de
descenso a la tierra de una divinidad.
El voquible metaverso es una composición del
prefijo «meta» que significa más allá y el metaplasmo de “universo”; composición muy afín al concepto aristotélico de metafísica, más allá
del mundo físico.
La idea del metaverso no es tan nueva. Ya en 1992, en
una novela de ficción científica, Neal Stephenson usó
el término para referirse a la convergencia del mundo físico con la realidad
aumentada en un espacio en línea compartido. Otro de los antecedentes se
encuentra en la expresión «ciberespacio» creada por William Gibson en
otra novela de ficción científica. Pero
también ha estado presente desde hace algunas décadas en los videojuegos que,
como sabemos, constituyen un renglón amplio de la economía digital. Entre esos
videojuegos, con sus universos fantásticos, se pueden mencionar a Sims, Minecraft,
World of Warcaft y, en especial, a Second Life. (https://rb.gy/g1l0fu) En la Web se encuentran apps; por ejemplo, Uhive
(https://rb.gy/hf9byu) autoidentificado
como el Nuevo Oasis), que se aproximan a la idea del metaverso;
igualmente, hay apps para crear avatares.
Second Life, estrenado en 2003, (https://rb.gy/8gp7ea) es
una comunidad virtual que crea una cultura ciberespacial, con acceso simultáneo
a más de 40.000 personas, en donde sus avatares,
como gemelos digitales, realizan todas las actividades que se llevan a cabo en
el mundo físico: Conversar con otros avatares, formar grupos de amigos, ir a la
escuela o a la universidad, formar grupos de interés especial en campos como religión,
política, literatura y música, mirar
películas, asistir a conciertos, fundar poblados, cultivar y recoger cosechas,
criar ganados y otras especies animales, navegar por ríos y mares, hacer
alpinismo y rafting, jugar fútbol o sóftbol, crear, comprar y vender negocios con los se pueden obtener réditos monetarios reales
y no virtuales y, así mismo, cómo no, se puede tener sexo.
El metaverso está en la etapa de prototipos
iniciales, en lo que se denomina un proto-metaverso, ligados a los grandes
negocios de multitud de empresas; entre ellas las supermillonarias que crean y
comercializan videojuegos y otras como Microsoft y Apple. La empresa Nvidia ha creado la plataforma
“Omniverse” (https://rb.gy/aehb53) para que los
desarrolladores de software colaboren en
la interconexión de mundos en 3D para crear un universo virtual. Esas grandes y
poderosas compañías tecnológicas, como
la propia Facebook, están invirtiendo ingentes cantidades de dinero para llegar
de primeros a distribuir comercialmente un metaverso en funcionamiento. Así,
podemos anticipar que podría existir una
amplia y variada oferta de metaversos, un conjunto de islotes desparramados por
el ciberespacio. Están en construcción y tendrán grades efectos en la vida de
todos, en las sociedades, la economía, la política, la ética y los valores
ciudadanos. La compañía Bloomberg estima
el valor hoy de este desarrollo digital en
€500.000 millones, el que hacia 2025 será de €800.000 y en 2030 de €2.5 millones.
(https://rb.gy/ack8bc).
La
propuesta del metaverso abre desde ya un conjunto extenso de inquietudes y
desvelos: Resolver los problemas de seguridad informática, robo de
identidades, posesión y control personal de la información, sustitución
personal vía avatares por personas reales o por bots (robots
informáticos), acrecentamiento y evolución de los deepfake con el uso de la
inteligencia artificial – deep learning – para sustituir a personas y
sus avatares.
También
está el peligro de los daños que generará la adición a ese mundo virtual, con
el gran riesgo adicional de que muchos,
en su adhesión compulsiva, confundan y sustituyan el contacto real en muy
distintos campos afectivos, sociales y económicos por el mundo del metaverso
que se propone. No será extraño
que por la vía del apego patológico y de los controles de mentes podamos acabar
presos, más de los que estamos ahora, en el mundo que se propone cómo la
siguiente generación de Internet.
Demasiado poder sobre nuestras vidas tendrán
aquellas personas y organizaciones que controlarán las plataformas sobre la
cual se fundamentará y funcionará el metaverso. Están presentes, además,
las preocupaciones adicionales sobre el efecto distorsionante
que tendrá sobre nuestro propio sentido de la realidad, el control
que algunos gobiernos puedan tener en el metaverso con los riesgos que ello
implica para el conjunto de las libertades ciudadanas, riesgo acrecentado
por las novedosas aplicaciones de principios éticos y reglas morales en que se
fundamentará, las que podrían ser impuestas en paralelo o en sustitución de las
del mundo real.
Cabe invitar a encontrar respuesta a la pregunta de
si el metaverso tendrá reyes déspotas o si
poseeremos modos y recursos para lograr que sea gobernado por los valores de la democracia y el respeto
a la dignidad de los humanos reales. Tampoco es posible anticipar el efecto que
tendrá sobre la naturaleza del trabajo, de los requerimientos adicionales de
formación que se requerirán para el mismo y de las exclusiones que necesariamente
creará.
Los
entusiastas del metaverso enfatizan que permitirá el cambio en las prácticas
educativas tradicionales al volverlas más
motivadoras, sociales e
inmersivas. Sustentan que los maestros podrán ser más creativos y capaces de promover logros más altos en sus
estudiantes. Esta concepción se aplica,
así mismo, a la formación y actualización laboral en el trabajo. Sienten los
promotores que la pandemia abrió el espacio para el metaverso como un avance
transformador de la educación, la economía, la sociedad y de toda la humanidad.
Algunos anticipan
que en educación superior adquirirán ventajas competitivas y valor de
supervivencia aquellas instituciones que logren incorporar con criterios
innovadores el metaverso en sus procesos formativos. En general, para el campo
educativo se acentuarían las
desigualdades por la falta de acceso a Internet, además de que se espera
que el metaverso requerirá acceso a la
Red con muy amplio ancho de banda.
Ha dicho el empresario Mark
Zuckerberg que espera que en los próximos
años Facebook, su empresa, deje de ser
una simple y popular red social para que
se le vea mejor «como otra empresa», como
«una metacompañía» que liderará el metaverso; similar concepto guía a
Microsoft cuando afirma que su intención
es convertirse en un «metaverso empresarial». O sea, la propuesta es de un emprendimiento económico universal y
no un avance social y humanitario. Nada será gratuito, ya que seguiremos pagando, como hoy,
con nuestros propios datos personales.
Ahora que tenemos una ciudadanía global y
también digital, organizaciones como la ONU y UNESCO pueden, como en el pasado, liderar la
aprobación de una declaración, adherida por todas las naciones, de la «Carta
Universal de los Derechos Digitales», tal como lo ha adelantado ya España (https://rb.gy/1bxwpv). Mediante ella se
promoverá la garantía de los derechos y deberes en los entornos digitales, como
expresión de un humanismo digital y manifestación de una ética, también digital,
portadora de la defensa de la dignidad
humana, la búsqueda de la felicidad y mejoramiento permanente de la calidad de
vida.
Se buscará como compromiso
ineludible de todos los ciudadanos y gobiernos asegurar que nuestra propia
realidad y vivencia física no se obnubile con
las existencias paralelas en el mundo digital, mundo al que corremos
inminente riesgo de ser arrastrados hacia metaversos desarrollados, mediante un
complejo entramado de algoritmos, como
negocios que nos harán más desiguales y que aumentarán y agudizarán la
exclusión de los ya excluidos.
Anticipemos
con precaución y mentes abiertas este desarrollo. Que nuestro supremo Dios, creador del universo y del multiverso
(concepto de astronomía que afirma la existencia de muchos universos físicos),
nos guarde de los posibles efectos negativos del metaverso.
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