Smart Cities Con Imprescindibles Living Schools
Smart Cities Con
Imprescindibles Living Schools
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Las ciudades competitivas y las ciudades
inteligentes (Smart Cities) requieren gobernantes inteligentes y ciudadanía educada
para la misma condición. Una ciudad que
se precie de ser competitiva no por ello es una ciudad inteligente, una «Smart City». No habrá ciudades inteligentes a menos que desde la educación y
en el conjunto la sociedad se potencie el desarrollo de la inteligencia humana
y la acción colectiva para alcanzar el bien común. Sin ello tampoco habrá una
«Smart City», aunque todos los ciudadanos tengan «Smart Phones».
No tendremos ciudades inteligentes si se
sigue negando la posibilidad de que tanto el talento como la bondad humana puedan
desarrollarse en el tibio y confortante calor de una pedagogía creadora, en
lugar de la miedosa criónica educativa. No tendremos ciudades inteligentes si
la educación es abandonada y encerrada en el pasado, lejos de la posibilidad de
contribuir al progreso colectivo y a la satisfacción de las necesidades básicas
de toda la población. No tendremos ciudades inteligentes si se niega la imprescindible
promoción de la inteligencia humana con una educación adecuada a los tiempos en
sincronía con los avances en ciencias, tecnologías, cultura, ética y política. Para
tener ciudades inteligentes hay que abandonar la clase de escuela que prefieren
muchos gobernantes, la que aliena a los alumnos y congela la capacidad del
maestro para formar y la de los alumnos
para aprender, dedicados estos hoy a resistir con pasividad lo que se ha vuelto
para ellos un tortuoso e inútil paso por años de escolaridad.
Una revisión a los índices internaciones generados
para catalogar el grado de competitividad de las ciudades, muestra cómo es de crucial la transformación radical
de las escuelas y de sus prácticas, así como las muy necesarias, urgentes y
prioritarias acciones y compromisos de los gobiernos, de las organizaciones
civiles, y de los maestros, padres de familia y directivos escolares para construir modelos formativos
escolares transformadores.
No se puede ser una ciudad competitiva si, a sí misma, a sus ciudadanos y hacia
afuera no puede mostrar que no lo es sólo de nombre, que no lo es sólo del
ámbito parroquial, sino que está imbuida de dimensiones globales, con sólido compromiso
y demostrada fortaleza por el bienestar colectivo, con la formación de talento
humano capaz de crear, innovar,
construir democracia y vivir en paz. Para ello se requiere contar con un servicio
educativo que sea a la vez creativo e innovador.
No basta con llevar y depositar de manera pasiva las tecnologías digitales
en las escuelas, no importa que arrastre el rótulo citadino por el solo hecho de contar con muchos
habitantes. Se precisa el liderazgo y la capacidad demostrada de crear
ambientes de trabajo, de estudio y de convivencia pacífica, así como la
priorización de la inversión de diversos
recursos en la gestación de capital humano nativo, mejoramiento
multidimensional de la calidad de vida de los habitantes, redistribución de las
riquezas, superación de las desigualdades internas, formar y atraer talentos y
negocios, ser una ciudad global en la
economía y en la cultura propia, una ciudad creativa y exportadora. Ahí
empieza el camino de una «Smart City» que, más allá del apoyo tecnológico,
progresa en el bienestar colectivo, en la superación de la pobreza y de la
exclusión.
Tomando como referencia al Índice de Ciudad
Global 2020 de Kearney, se observa el énfasis que se pone en la creación de
valor urbano teniendo como foco y metas ineludibles el bien común para todos
los sectores de la sociedad, la conectividad global, el flujo internacional de
personas, bienes e ideas, y la transformación
del espacio urbano para el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes.
Hay razones poderosas para transformar el medio ambiente urbano para que sea
sostenible, resiliente e igualitario, con
afectación positiva de los estilos de vida como: 1. La reducción de la presión
en los sistemas de transporte de modo que los habitantes puedan llegar a las
distintas centralidades en no más de 20 o 300 minutos (como en Portland –
Oregon y Sídney), 2. la expansión de las zonas verdes, dada la conocida
conexión entre la vida al aire libre y la salud mental, 3. El aseguramiento de
la conectividad digital universal, evitando que los ingresos económicos o la
localización sean obstáculos para el acceso, 4. El diseño para la resiliencia,
ya que dada la actual crisis sanitaria, y otras futuras, se precisa que la
ciudad esté preparada para enfrentar posibles disrupciones, lo que implica
planear y desarrollar, con criterio de adaptabilidad, espacios urbanos que
puedan ser usados de diversas maneras y reequipados cuando sean necesarios.
La compañía Kearney clasifica a las ciudades
globales en cinco dimensiones: 1. Capital humano, 2. Experiencia cultural, 3. Actividad
de los negocios, 4. Intercambio de información y 5. Compromiso político. A
partir de la actual crisis sanitaria mundial en la dimensión de talento humano
se han incluido, para el bienestar de los habitantes, los programas de
formación de médicos y personal del área de la salud con el acceso en ellas a los
conocimientos médicos y tecnologías actualizadas y apropiadas. (https://rb.gy/y8ffdl).
El Índice del Smart
City Observatory para
2020 cubrió y clasificó a 159 ciudades
en todo el mundo en dos grandes categorías: Estructuras y Tecnologías,
cada una de las cuales tuvo los siguientes cinco componentes: 1. Salud y
Seguridad (saneamiento, contaminación, seguridad, servicios médicos,
precios de los arriendos de vivienda y vigilancia con cámaras para incrementar
la seguridad) 2. Movilidad (satisfactorio transporte público, nivel de
congestión del tráfico y uso de
bicicletas), 3. Actividades (espacios verdes y actividades culturales), 4. Oportunidades
laborales y de escuelas (cobertura en escuelas con calidad, oportunidades de
aprendizaje durante toda la vida, negocios que crean nuevos empleos, aceptación
de las minorías, disponibilidad de colocación laboral, adecuada enseñanza de las
tecnologías informáticas, velocidad y confiabilidad de la conexión a Internet)
y 5. Gobernanza (corrupción, participación ciudadana, acceso a
información sobre decisiones del gobierno y plataformas de participación en
línea).
Las
cinco primeras ciudades, entre las 159, en ese Índice del «Smart City»
fueron: Singapur, Helsinki, Zúrich, Auckland y Oslo. En el ámbito latinoamericano, con su posición
entre paréntesis, estuvieron: Medellín (72; subió 19 puestos con respecto a
2019), Buenos Aires (88), Ciudad de México (90), Santiago (91), Bogotá (92), São
Paulo (100) y Río de Janeiro (102). (https://rb.gy/ptdu2m).
El Índice del Smart City
Observatory es uno de los muchos que
se publican cada año. El concepto de Smart City es algo nuevo, tiene
varias acepciones y en su medición se emplean diversas variables e indicadores,
como las indicadas arriba y otras como, por ejemplo, capital humano, economía
digital, seguridad, zonas verdes, fomento de la cultura para el goce de los ciudadanos, infraestructuras amigables con
el medio ambiente y el ciudadano, transparencia y oportunidad de la información
para todos, visión y vinculación internacional, uso intensivo y sostenible de
tecnologías digitales, movilidad y transporte sostenible.(https://rb.gy/1r1tki).
En una «Smart City» se debe hacer
evidente que cuenta con escuelas vivas, escuelas inteligentes «Smart Schools», («Living
Schools», como han sido denominadas; https://rb.gy/vupdws,https://rb.gy/cnezwq) «Escuelas Vivas» que den oportunidad de progreso a
todos. Sí, escuelas vivas, porque se siente que las escuelas han muerto,
momificadas y preservadas para que
tengan una subsistencia en crío preservación, en un proceso de criogenia del
cual no habrá manera de reanimación
posible de la fatalidad que le causó la
desidia y abandono de la formación debida y merecida por niños y jóvenes.
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