Maestros Analógicos y Maestros Digitales
Maestros
Analógicos y Maestros Digitales
Enrique E. Batista J., Ph. D.
Llega
esa fecha del año en la que conmemora el “Día del Maestro”.
El
mundo se mueve entre lo análogo y lo
digital. Un reloj análogo, por aceptada convención permite inferir la hora del
día, solo por analogía, leyendo dos manecillas, la horaria y la minutera. Pudo
ser de otro modo, por ejemplo que los números estuvieran en lugares diferentes o distribuidos en 24 y no en 12 horas. Así, por analogía
leemos e inferimos que son las 10 y 10. Por su parte en un reloj digital, dada
su operación de funcionamiento binario, se leen en la pantalla los números
10:10 y hasta los segundos en ciclos de
12 o 24 horas según el deseo de quien lo usa.
[Un
paréntesis. En las tiendas de relojes los analógicos usualmente están detenidos
a las 10 y 10. En la edad media se honraba la crucifixión del Mesías marcando
esa hora, “la hora de Cristo crucificado”. Así se ha mantenido la
tradición].
Muchos en
el mundo en mitad de la crisis educativa que causa el COVID-19 han empezado a
descubrir el valor de la escuela y de los maestros. Los escépticos sobre la
valía de la educación y de la escuela han recibido una lección inesperada
recordándoles que la institución social llamada “escuela” está ahí, que
existe, que es crucial e importante para la vida de todos. “Se sabía, se les
dijo, se les advirtió, no quisieron hacer caso y” … la pandemia se los tragó.
También
han sido muchos los maestros que, además de añorar su diario contacto con los
alumnos y colegas en los ambientes físicos escolares, han redescubierto que su
trabajo hace la diferencia, que su trabajo es más que importante y que les importa la suerte
de sus alumnos y el futuro de todos en esta sociedad desigual.
Muchos
adultos por primera supieron de la existencia o de las bondades de los procesos
formativos escolares apoyados con diversas tecnologías no presenciales.
Visualizaron a la carrera, por fuerza de abrumadoras circunstancias, el potencial
educativo, social y comercial de las video conferencias, de los chats y video chats,
de las plataformas de videos, de las redes sociales y de los dispositivos
móviles digitales. También han descubierto (o recordado) que la televisión
desde siempre tuvo y tiene un potencial amplísimo para la educación tal como lo
ha tenido la radio. Muchos, incluidos maestros, por primera vez se enteraron o
entraron en contacto con plataformas digitales para para apoyar el aprendizaje
de sus alumnos.
También
han sido muchos los que han reconocido que hay multitud de sitios web con plataformas
y portales focalizados para apoyar procesos de aprendizaje escolares, los que
han sido lideradas por gobiernos, fundaciones, organizaciones sin ánimo de lucro y por empresas de software
y hardware con una variedad amplia de recursos de aprendizaje que facilitan el
trabajo de maestros y padres de familia con base en las cuales se puede apoyar el progreso de cada alumno de
manera individual, fomentar el trabajo escolar colaborativo y crear comunidades académicas en línea de
alumnos y de maestros.
Se ha
aprendido que en los ambientes digitales hay reconocidas estrategias y recursos para la
formación en ética y valores, así como para la promoción de la innovación social
y la creatividad en los campos de la
ciencias (naturales y sociales), el arte y la cultura.
Se han conocido y compartido iniciativas exitosas de aprendizaje activo,
edificador de la inteligencia humana y pertinente, basadas en problemas, basadas
en proyectos, en retos o en desafíos emocionales. Se han hecho evidentes que existen
las aulas virtuales, las aulas sin paredes y bibliotecas sin libros físicos, así
como también las bibliotecas digitales, bases de
datos de libros y revistas digitales de acceso abierto, laboratorios digitales
en red y gratuitos y una amplia variedad de recursos digitales abiertos (open
access o gratuitos) para promover altos niveles de logros escolares desde
preescolar hasta la universidad.
Llegó
la pandemia y se sabía desde hace tiempo, aunque algunos lo descubren o
redescubren sólo ahora, que hay un
número grande de computadores y de tabletas que los gobiernos han entregado a
las escuelas los cuales permanecen como el primer día: sin usar y esperando recibir los oleos que les señalen
que están desactualizados tanto en el hardware como en el software que tienen
incorporados.
Además,
gobiernos y legisladores han llegado a reconocer que maestros, alumnos y padres de familia carecen no sólo de
computadores o de planes de datos para sus PC, tabletas o dispositivos móviles sino de acceso a Internet, especialmente en los
sectores pobres urbanos y rurales, y que
quienes tienen ese acceso logran conexiones con insuficiente ancho de banda. Acceso,
que en esta sociedad informatizada que requiere recursos humanos para la
ciudadanía, la vida solidaria y pacífica y los trabajos de la cuarta revolución
industrial, es de necesidad insoslayable.
A esta
situación calamitosa se agrega que en la emergencia pandémica, cuando hay un
solo computador en la casa es difícil que varios hijos, en distintos grados
escolares o semestres universitarios, puedan utilizarlo a la vez y con la
oportunidad requerida. Se reconoce hoy y se clama que no se tiene conectividad o que el ancho de banda es
insuficiente por pequeña. Por ello hay que reiterar que “se sabía, se les dijo,
se les advirtió, no quisieron hacer caso y” … la pandemia se los tragó.
La
pandemia ha servido de base para insistir
que el acceso a la información precisa y actualizada es un derecho esencial
para el ejercicio de la ciudadanía y para el buen enseñar y aprender. También ha mostrado, en especial a escuelas y
universidades privadas, que los alumnos no pueden pagar los altos costos de las
matrículas si sus padres o ellos han
sido despedidos de sus trabajos.
Los
ambientes para la enseñanza y el aprendizaje son hoy a la vez analógicos y
digitales, interconectados de manera inseparables. No hay manera en que un
maestro o alumno hoy no sea digital o rehuya serlo. Toda enseñanza, o proceso
formativo ciudadano, articula de modo esencial recursos tecnológicos digitales para
alcanzar niveles altos de motivación y aprendizajes significativos. Sólo si se
negase esto valdría la pena hablar de maestros analógicos y de maestros digitales. Conviene, en esta comparación,
no confundir la enseñanza y el aprendizaje por
analogía, el uso y promoción de la cual es un proceso cognitivo de alto nivel que siempre se
desea estimular; el razonamiento por analogía está en la base de todo escrito y
de toda teoría o modelo científico.
Se aprende en un mundo que hoy no diferencia
entre lo analógico y lo digital, en donde lo llamado “virtual” es tan
real como la realidad misma. O sea, maestros, alumnos y padres de familia viven
la realidad de lo virtual y la
virtualización de lo real lo que de todos modos han configurado un modo
particular de vida en estos tiempos.
Es
claro que los maestros y alumnos no pueden cambiar sus estilos de enseñanza y de aprendizaje escolar de la noche a la mañana, más cuando
están atados a una maraña de requisitos
normativos y burocráticos que niegan y obstaculizan la innovación pedagógica. Sabemos
que aunque hay todavía algunos maestros analógicos reticentes al cambio, muchos
otros han carecido del respaldo o no han
la tenido la oportunidad para
cualificarse en la incorporación de innovaciones pedagógicas apoyadas en los desarrollos
tecnológicos digitales.
Las tecnologías
digitales de por sí no harán las diferencias. El éxito está en el maestro, los
medios creativos e innovadores que emplee y las mediaciones pedagógicas puestas
en práctica. Se trata de ambientes
pedagógicos de interacción productiva entre maestros y alumnos, entre
estos y los medios para enseñar y aprender y entre los alumnos. Y también de
todos con los contenidos validados en múltiples ambientes de aprendizaje más
allá del aula y de la escuela con apropiadas estrategias para promover el progreso
constante de cada alumno lejos del improductivo ritual nada educativo de las calificaciones
punitivas.
Los
ambientes novedosos e interactivos de aprendizaje fundamentan su éxito en el
conocimiento, puesta en práctica y actualización recurrente por cada alumno de
su propio ambiente personal de aprendizaje (PLE) y en la promoción de
sus procesos metacognitivos (que en resumen indaga cómo aprende y cómo puede
seguir aprendiendo más y mejor). De todo ello depende el éxito o fracaso de una escuela innovadora, trasformadora con
estudiantes bien formados en la autonomía cognitiva, social, política y moral.
Un
maestro es un “buen” maestro. Si no tiene esa adjetivación no lo es;
posiblemente sea un mero docente, que es aquel que “dicta” o llena
contenidos. Hoy todos nosotros aprendemos en las escuelas y universidades
regidas por el maestro. Será un maestro exitoso independiente de los ambientes
que pueda utilizar para alcanzar mejores logros escolares: presencial, presencial
digital asistida, tele
presencia, digital, virtual, de realidad aumentada, a
distancia o híbrida. Proponer un sólo enfoque válido para todos, en todas las
circunstancias, ha sido parte de la tragedia y del error.
Para el
Día del Maestro reiteramos que algunos han descubierto el valor de un Maestro.
MAESTRO, M-A-E-S-T-R-O, así con mayúsculas, y con énfasis, para resaltar la valía esencial de
su trabajo en creación de una sociedad democrática, pacífica, justa,
igualitaria e inclusiva.
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