El Modelo Educativo Japonés no es Exportable
El Modelo
Educativo Japonés no es Exportable
Enrique E. Batista J., Ph. D.
Japón celebrará en 2020 los Juegos Olímpicos de
Verano. Es ese un país en donde la práctica del deporte es un valor preciado y
con alta presencia en la población escolar.
Como miembro que soy del Organismo de Dirección de la Federación
Colombiana de Sóftbol asistí como delegado de Colombia al Tercer Congreso de la
Confederación Mundial de Baseball y Software - WBSC que se realizó en la ciudad
de Sakai. La WBSC congrega a 2013 federaciones en esos dos deportes. Fue, a la
vez, una oportunidad para indagar sobre el terreno con colegas japoneses y en
los medios de comunicación sobre el estado y naturaleza de la educación
japonesa.
En dos ediciones sucesivas del Japan
Times (19/11/2019 y 20/11/2019) se publicaron sendos artículos. Uno
titulado “Educación de pobreza y Okinawa” y el otro “Los desafíos
económicos de la crisis del envejecimiento del Japón”. Okinawa es una de la
prefecturas en la división político – administrativa de Japón, caracterizada
por sus niveles altos de pobreza; el 25% de la familias con hijos escolares
viven en pobreza. A esa situación se suman las altas cifras de preñez de
adolescentes, divorcio, el trabajo informal y el desafío que crea tener una población
cada vez más envejecida. En diez años un tercio de la población japonesa tendrá
más de 65 años y el 20 % más de 75.
El decrecimiento en la tasa de
fertilidad se atribuye, entre otra razones, a la inseguridad económica que
sienten los jóvenes, situación que afecta el desempeño económico del país al
reducir la fuerza laboral disponible y con ello los niveles de producción de
sus empresas como las muy destacadas de vehículos a motor y electrónica, lo que
amenaza a su posición como la tercera economía del mundo.
Entre las opciones antes tales
hechos se han planteado estímulos para la incorporación de más mujeres a la
fuerza laboral y a puestos de liderazgo, así como también la fijación de incentivos
para lograr aumentar la tasa de natalidad. Además, está presente la opción de
incorporar trabajadores extranjeros, asunto que no es de la idiosincrasia del
pueblo japonés. Para mantener la proporción de cotizantes y jubilados se tendría
que subir la edad de jubilación a 77 años y ofrecer mejores servicios médicos a
los de más avanzada edad para mantenerlos activos laboralmente y extender su
vida productiva. Japón tiene hoy 127 millones de habitantes; dentro de tres
décadas serán sólo 100 millones una pérdida de cerca de 800.000 habitantes por
año.
Para los gobiernos japoneses les ha sido claro que atacar
la reducción de la pobreza en algunas de sus prefecturas y mantener su
liderazgo económico mundial requiere una educación con calidad y pertinencia
que acompañe las metas nacionales. Bien reconocen que no está en crisis el
envejecimiento sino la educación.
Los niveles del sistema
educativo japonés son parecidos al del común de los países. Se asiste a la escuela desde la edad de
tres años, seis de educación primaria, tres de educación media inicial y tres
de bachillerato. Los estudios universitarios son de cuatro años. La educación
es obligatoria, incluida la de preescolar. Desde este nivel se aprenden los
elementos básicos de aritmética y a leer en sistema silábico. No se aplican
exámenes antes del grado cuarto. El énfasis en esos años no es tanto el
conocimiento sino la buena crianza, respeto a los demás, a la naturaleza y a
todos los seres vivos, generosidad, búsqueda de la verdad, obediencia,
conformidad a las normas sociales y autocontrol.
El día escolar es de seis horas, pero después de ellas el alumno todavía
se mantiene ocupado en la realización de tareas, repaso de material difícil,
clubes, grupos de artes, aprendizaje de lenguas extranjeras y muchas otras
actividades. Los alumnos usualmente están ocupados en labores asociadas al
trabajo escolar hasta la 10 u 11 de la noche. Con frecuencia la labor de los
maestros también se extiende hasta tan altas horas de la noche. Así, unos y
otros y los padres de familia viven el estrés cotidiano de estudiar en Japón.
Asisten los alumnos después de la jornada escolar (que va de 8 y 30 a. m. a 3:00
p. m., aunque muchos deben asistir para tareas académicas a las 7 a. m. o antes)
a clubes, deportes, escuelas de artes, toman curso de lenguas extranjeras y en
muchas otras actividades, varias de las cuales son supervisadas por los mismos
maestros.
La alimentación es la misma para todos, maestros y alumnos
comen juntos en el salón de clases, servida por grupos de alumnos; todos se
encargan de la limpieza que resulte necesaria bajo la supervisión de los
maestros. No hay empleados para el aseo de la escuela, tampoco buses escolares;
el común de los estudiantes se desplaza a pie o en bicicleta. Los alumnos deben
usar un mismo uniforme y en el peinado no se aceptan variaciones de los cortes
y colores tradicionales.
Los maestros y alumnos trabajan en asuntos
escolares aun durante las vacaciones del año escolar que es de 210 días. Para
asegurar éxito escolar cerca de la mitad de los alumnos, empezando por los de
preescolar, asisten a las escuelas de refuerzos (“cram schools”; “juku”
en japonés) dispersas y abundantes en todo el país, donde los alumnos se
preparan para avanzar y poder ser aceptados en una buena escuela primaria,
secundaria o universidad.
Acaban alumnos y maestros la jornada escolar diaria
con poco tiempo para descansar y dormir. Para las vacaciones también se les asigna
a los alumnos una gran cantidad de trabajo escolar. Hay propuestas frecuentes
para bajar la carga de trabajo de los maestros quienes laboran cerca de 64
horas por semana. (https://bit.ly/37Gaeh7; https://bit.ly/35BPTaL).
Problemas frecuentes son los de disciplina,
violencia contra otros alumnos y maestros, prostitución infantil, altos niveles
de ansiedad creados por los exámenes de admisión para acceso a las más
prestigiosas instituciones de preescolar, primaria, bachillerato y después a la
universidad. (https://bit.ly/2pXw4M6). Y
está la alta tasa de suicidio de escolares atribuida a problemas familiares,
preocupación sobre el futuro, exigencia escolar abrumante, presión para el
éxito referido a puntajes muy altos en exámenes académicos, bajo desempeño
escolar, depresión, estrés asociados a la carga de estudio, problemas de salud,
extenuantes jornadas de escolarización y acoso escolar. Los suicidios alcanzan
su pico en septiembre, al finalizar el verano cuando los alumnos deben
recomenzar sus labores académicas.
En julio de 2019 el gobierno japonés en un “White
Paper” (destacado con visible titular por el Japan Times) expresó
que los asuntos educativos fueron la razón principal del suicidio de jóvenes en
2018. Es preciso anotar que el suicidio ente los japoneses no es un pecado. Se
pueden recordar los actos heroicos de los kamikazes en la segunda guerra
mundial. Es más bien un acto de asumir responsabilidad y de pedir perdón. Se ha
señalado que “los niños piensan que sólo tienen la opción de ir a la escuela
o de suicidarse y que al no tolerar regresar a la escuela escogen lo segundo”.
https://bit.ly/2OnUYOs; https://bit.ly/2KYzTrz).
Un factor agravante adicional es la
presión estatal y de padres para obtener una puntuación muy alta en la prueba
PISA que lidera la OCDE. Aquí en Colombia, en ese contexto, nos toca decir: ¡Al
diablo con la prueba PISA, prefiero vivir!”
Pueden destacarse, en el propio contexto japonés, logros educativos, pero no es un modelo trasplantable a otros países. Un modelo educativo es y siempre se corresponderá con una sociedad específica y también con el conjunto de culturas o naciones que están insertas en cada país.
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