Los Tipos de Inteligencia Humana
Los Tipos de
Inteligencia Humana
Enrique E. Batista J., Ph. D.
A raíz de mi pasado artículo
sobre los riesgos del fin de la inteligencia humana frente al poder que tendría
una super inteligencia robótica recibí sesudas reflexiones de varios de mis
lectores. Uno de ellos me anotó, entre otros asuntos de gran fondo, “…me
lleva a pensar si existe un único concepto de ‘inteligencia humana´ o,
por el contrario, han existido, durante la historia, muchos conceptos sobre lo
que significa ser ‘inteligente’ en términos humanos”.
Sí, han existido diversidad de
conceptos sobre la inteligencia humana. Con algo de tecnicismo, que espero no
lo sea tanto, anoto a continuación algo de las teorías y disparidades en torno a
dicho concepto. También hay muchas de las “inteligencias”, así en plural, a las
que nos referimos a diario no reúnen los criterios científicos para referirse a
conductas inteligentes.
Importantes desarrollos en las
ciencias cognitivas nos han permitido entender mejor cómo funciona el cerebro,
clarificar algunos hechos adicionales sobre cómo llegamos a comprender la complejidad
de los mundos natural, psíquico y social y también sobre lo qué es la
inteligencia y los componentes genéticos y ambientales que la determinan.
Tenemos hoy mejor comprensión de las distintas clases o formas de inteligencia.
Desde los comienzos de los
tiempos se reconoció que los humanos nacemos y desarrollamos habilidades y
capacidades diferentes. Ya al finalizar los años 1800, cuando la escuela se
organizaba por grados, Hermann Ebbinghaus empezó a formalizar explicaciones
científicas sobre las diferencias cognitivas entre humanos. Él ha sido
reconocido como el psicofísico que creó el estudio científico de las
diferencias individuales y quien nos penetró en el mundo fascinante de mirar
hacia adentro aspectos esenciales de la psique y de la memoria. Estableció con
sus experimentos científicos las curvas del aprendizaje y del olvido, o sea la
capacidad de recordar que tenemos todos en mayor o menor grado, aunque no hay
humano que, como realidad o como excusa, se queje de su mala memoria. Sus
estudios dieron base a la configuración del campo de la psicología denominado
de las diferencias individuales y los fundamnetos para desarrollos culturales y
sociales que más adelante se rescatarían como el reconocimiento y derecho a la
diferencia.
En el estudio de las diferencias
individuales ha sido siempre claro que la inteligencia humana no es un concepto
simple y que con propiedad se puede hablar de tipos o clases de inteligencia.
El psicólogo francés Alfred Binet, comisionado por su para identificar a los
escolares que requerirían ayuda especializada, desarrolló en 1905 un test de
inteligencia. En el fondo se buscaba que frente a un mandato legal de educación
obligatoria para todos los niños se pudiera establecer la habilidad de cada uno
para aprender.
Fue la convicción de Binet que la
inteligencia no era una tributo permanente o inmodificable, sino susceptible de
mejoramiento. Hace más de un siglo en 1916, en la Universidad de Stanford, se adaptó
la prueba francesa que pasó a llamarse Stanford – Binet (todavía de amplio uso
en todo el mundo) y con ella se creó el concepto bastante bien conocido del cociente
intelectual (IQ), basado en habilidades cognitivas: conocimiento, razonamiento
cuantitativo, fluidez del razonamiento, procesamiento espacio – visual y
memoria. Así, desde los comienzos de la medición de la inteligencia ya se
concibió que ella no era un tipo único de característica en los humanos, sino
que había varias formas de inteligencia.
En los años 30 del siglo pasado otro
destacado psicólogo, llamado Louis Thurstone, con un trabajo estadístico denominado
análisis factorial, estableció lo que denominó las siete habilidades mentales
primarias: comprensión verbal, fluidez verbal, facilidad numérica,
visualización espacial, memoria asociativa, velocidad perceptual y
razonamiento. Hay un test que todavía se aplica llamado "Habilidades
Mentales Primarias de Thurstone".
En 1955 Joy Guilford propuso la
"Estructura del Intelecto" que resumió en tres dimensiones
(operaciones, contenidos y productos), cada una con sus componentes (5, 6 y 6).
Así, identificó 180 (5 x 6 x 6) habilidades o factores. Fue una teoría
interesante, pero ante la aplicación del principio de la navaja de Ockham, o
principio de la parsimonia, cedió ante explicaciones menos complejas.
También en los años 50 del siglo
pasado Edward Thorndike propuso su teoría multifactorial de la inteligencia.
Para la misma época Spearman había señalado la existencia de un factor
"G" de inteligencia general y una variedad de factores "g"
de inteligencias específicas asociadas a la ejecución de algunas tareas. Hoy
ese factor “g” sigue definiendo las formas específicas de inteligencia.
Ha tenido bastante corriente la
teoría de Howard Gardner denominada de “Inteligencia Múltiples”, autor
que señala que no hay una única forma de inteligencia, frente a lo cual no hay
mucha novedad como se desprende desde los hallazgos de Alfred Binet a comienzos
del siglo pasado y de la variedad de autores que he mencionado en este
escrito. Gardner clasificó las
inteligencias en: lingüística, lógico - matemática, espacial, quinestésica,
musical, naturalista, interpersonal e intrapersonal, estas dos últimas
referidas a las emociones. En
escritos subsiguientes ha añadido dos adicionales: existencial y pedagógica. La
inteligencia, así en singular, la concibe como la capacidad para resolver
problemas cotidianos, generar nuevos problemas, crear productos u ofrecer
servicios dentro del propio ámbito cultural. (https://bit.ly/2Xeiikj).
La mayor parte de las críticas a la teoría de Gardner
se centran en la falta de novedad, ya que la presencia de inteligencias
múltiples (llamadas también factores o habilidades) ha estado presente en los
estudios científicos por cerca de una centuria, no presenta nada de nuevo. También se
ha demostrado la falta
de evidencia empírica que le dé sustento a la “teoría”; no ha propuesto ninguna
manera de verificarla, hay ausencia de análisis comparativos entre hombres y
mujeres y entre grupos étnicos y culturales, y el desconocimiento de que cada
vez es más fuerte la evidencia científica sobre un factor “g” (en minúscula) en
el análisis de las formas específicas de la inteligencia humana. Además, desconoce
la evidencia científica verificada a lo largo de años como las habilidades
cognitivas que Raymond Cattell y John Horn ya habían establecido cuatro de que
en su clasificación llamó “inteligencias” (inteligencia cristalizada, inteligencia fluida, visual
espacial y organización auditiva). (https://bit.ly/2CCMBb6).
De otra parte, se señalado que algunas de esas “inteligencias”
de Gardner son más bien talentos (como la musical y la quinestésica) o son habilidades
sociales. El mismo autor ha reconocido que su concepción de inteligencia
múltiples “no es todavía un dato científico probado…. Estas
inteligencias son ficciones (al menos ficciones útiles), que designan procesos
y aptitudes… al momento de abordar las inteligencias específicas, tengo que
repetir que no existen como entidades físicamente verificables, solamente como
construcciones científicas operatorias”. (https://bit.ly/2CCMBb6; https://bit.ly/354G1X5).
En algunos contextos educativos ha tenido acogida la
“teoría” de Gardner, pero no se cambia al mundo ni se transforman las prácticas
educativas sólo con destacar un hecho antiguo y bien sabido de que la inteligencia
no adquiere una sola forma; ella se manifiesta de maneras diversas acorde con
las diferencias humanas, muchas de ellas marcadas por los genes y, claro está,
con la experiencia de cada uno en los contextos cultural y físico en el que se
desarrolla.
La diferenciación de distintos
autores sobre tipos o clases de inteligencia tienen sentido solo en un modelo
educativo que potencie esas “habilidades”, “talentos” o “inteligencias” en
lugar de un sistema estandarizado escolar que asume la igualdad de todos, que
todos aprenden por igual de la misma manera, con los mismos métodos y que aplica
el principio de que todos tienen las mismas habilidades. Esa es la vergüenza
del modelo educativo entronizado hace cerca de 150 años.
Gardner, frente a ello, no ofrece
opción a los maestros. Indagado si: “¿Deberían replantearse los planes de estudio con el objetivo
de potenciar todas las inteligencias? Respondió con
circularidad nada clarificarte: “No creo que sea necesario replantearse los objetivos de los planes de estudio. Pero sin duda vale la pena pensar si estos objetivos se pueden alcanzar de distintas maneras. Creo que todo objetivo educativo puede alcanzarse mediante distintas vías”. (https://bit.ly/2NFm2bw).
circularidad nada clarificarte: “No creo que sea necesario replantearse los objetivos de los planes de estudio. Pero sin duda vale la pena pensar si estos objetivos se pueden alcanzar de distintas maneras. Creo que todo objetivo educativo puede alcanzarse mediante distintas vías”. (https://bit.ly/2NFm2bw).
Si estamos en este mundo para comprenderlo
y cambiarlo en lo que sea necesarios para beneficio de nosotros y también para
preservar todas las formas de vida en el planeta, la educación juega un papel
importante en ese propósito humano. Es generalizado el clamor para replantear
los modelos y estrategias educativas y con ellos los planes de estudios. Se
requiere una gran trasformación. La respuesta del connotado autor invita a una
resignación insoportable.
Finalizo con la observación de
otro de mis lectores: “Considero más que creer que fijar el año 2050 como el
momento cúspide o punto de inflexión (se refiere a la gran singularidad
cósmica) es demasiado lejano: el proyecto Crear una Mente estará listo
en el 2025. Amigo, estamos encadenados. Y los modelos educativos que aprendimos
y aplicamos están ya todos obsoletos. La educación que se está ofreciendo a los
pueblos del mundo es deliberadamente de la más baja calidad”.
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