La Escuela es el Repositorio Social de la Invención
La
Escuela es el Repositorio Social de la Invención
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El ser humano fue producto de la creación. Fue
creado para eso, para crear. El invento es propio de la naturaleza humana. Sin
los inventos no hay progreso. Los inventos no son sólo herramientas de tipo
material; también los hay como expresiones inmateriales de la inteligencia y de
la voluntad humanas. Se inventa por necesidad, incluida la creación de
palabras, porque las lenguas requieren nuevas palabras o conceptos para ganar
en la precisión comunicativa y para construir explicaciones científicas.
Inventar pudo haber sido percibido como una
necedad hasta que, en la solución de distintos problemas de adaptación a las
fuerzas de la naturaleza, se convirtió en una necesidad, en un valor humano,
social y cultural determinante, de suma importancia. Ciertos inventos, con el
correr de los tiempos, identificaron y caracterizaron a determinados grupos
humanos que, con soluciones probadas como útiles o convenientes, les
confirieron poder sobre otros. Con impacto más global, muchas creaciones
materiales o culturales han llegado a ser de valía universal para ser
reconocidas y preservadas como parte del patrimonio universal.
Existe también el invento de las falsedades,
muy abundantes en estos tiempos de medios digitales de comunicación, de granjas
de bots y de inteligencia artificial generativa. Algunos individuos construyen
supuestas nuevas realidades asociadas a algún interés particular de grupos de
personas; son falsedades inventadas con finos artilugios que se convierten,
para muchos, en creencias particulares y en modos de actuar que se sostienen en
el tiempo. Muchos llegan a vivir de inventos que carecen de fundamento cierto,
pero que la tradición o el poder de convicción de algunos los ha vuelto en
cierta forma tangibles y creíbles, afectando percepciones y comportamiento de
grupos enteros de personas y también de naciones.
En sus inicios, como debió ser, los inventos
eran producto del ingenio de algunos para ser dispuestos para el uso o el
usufructo de todos, sin ninguna retribución especial para el inventor, aparte
del reconocimiento social. Con inusitada frecuencia, el inventor ha permanecido
en el anonimato. Así, pasó con los creadores de la escritura, de la rueda, de
la palanca, de la agricultura, de la brújula, los lentes, la medicina,
la astronomía y, también, del álgebra, la geometría, de otras ciencias y
disciplinas que carecen de un inventor singular; de hecho, seguramente correspondieron a alguna
forma de producción colectiva en la que no existió ningún modo particular para
asignar la creación a una persona o grupo de ellos en particular. Tampoco
existió un proceso que pudiese ser llamado patente, el cual fue un desarrollo
bastante posterior en la historia humana que, con la intención de proteger los
derechos del inventor, se creó a finales de los años 1700.
La habilidad de la invención ha sido
erróneamente atribuida a las mentes más brillantes y sobresalientes. Se ha
asumido que ella corresponde principalmente a los campos de las ciencias y de
las tecnologías a cargo de personas con intelecto superior. En el siglo XX se
afianzaron las invenciones corporativas, hechas por personal científico,
empleados por corporaciones o empresas, las que, con persistente ánimo de
lucro, registran las patentes que corresponden a lo creado por los científicos;
se destacan los campos automotor, farmacéutico, medicina, informática,
telecomunicaciones y biotecnología.
Los derechos reservados, morales y
patrimoniales de autor forman parte del conjunto de disposiciones que regulan
la invención humana que puede tener efectos económicos para quienes los
producen. Ejemplos son los productos médicos, las herramientas tecnológicas de
variadas naturalezas, los juegos de mesa y de campo, los juguetes físicos y
virtuales, el calzado y la variedad de indumentarias que emplean los humanos
que, al ser manufacturados, se engloban bajo una determinada marca comercial
que limita el acceso de esos bienes humanos al conjunto grande de la población.
A lado de los inventores, han pululado los
ladrones de inventos y también los plagiadores. En un mundo de feroz avidez por
las ganancias materiales y el control de los mercados, abundan los robos de
propiedad intelectual, de patentes, de secretos comerciales, de diseños de
equipos y de archivos confidenciales. Se incluyen las que obtienen las grandes
potencias mundiales mediante sus redes de espionaje y hackeos informáticos. En
la historia, se destacan, entre muchos, el robo de James Watson y
Francis Crick a Rosalind Franklin para construir el modelo de doble hélice del
ADN; los dos obtuvieron, con base en la indebida sustracción, el premio Nobel
en 1962; James Watson murió en noviembre de 2025. Thomas Edison se apropió de
desarrollos tecnológicos de Nikola Tesla sobre la corriente eléctrica; Apple y
HP emplearon la tecnología Wi-Fi que había desarrollado John O'Sullivan.
Existe la invención por accidente o por «insight»
o iluminación súbita, a manera de manifestación o epifanía. También están
los inventos que se dan cuando, de manera inesperada, surge una opción para
explicar o solucionar un problema o satisfacer una necesidad. Los hallazgos
accidentales o no esperados cuando se buscaba una solución a un problema
diferente se denominan «serendipia», que se refiere al descubrimiento
por la vía de lo inesperado; siempre es ilustrativo el descubrimiento
accidental de la penicilina por Alexander Fleming en 1928, los rayos X en 1895
por Wilhelm Conrad Roentgen, el Viagra (sildenafilo) en 1998 y el
microondas por Percy Spencer en 1945.
El impresionismo, como movimiento
artístico, surgió después de que un crítico de arte se burló, con ironía, de la
obra de Claude Monet titulada «Impresión, Sol Naciente», llamándola la «Exposición
de los Impresionistas». Monet y otros aprovecharon el término y crearon el
movimiento artístico denominado «Impresionismo». Se estima que hasta el
10% de los avances científicos (y hasta comerciales como las papitas fritas, el
Corn Flakes de los hermanos Kellogg y la Coca-Cola) han sido resultados
de la «serendipia». No basta, sin embargo, el resultado inesperado, sino
la reflexión analítica que lleve a explicar lo encontrado como hallazgo
inesperado; el inesperado descubrimiento se hace evidente, pero se precisa
entenderlo y darle forma para solucionar algún otro problema. (https://shorturl.at/48U7S, https://shorturl.at/CNUtJ, https://shorturl.at/yLdUh).
El proceso de crear se da en
grupo. La creación por un individuo siempre está recorrida por la intención de
ser compartida; su utilidad o conveniencia es validada por muchos. Así, no
existe la creación privada.
La escuela es el espacio inicial
para la creación colectiva. Toda
meta educativa tiene como sustrato subyacente la promoción de la creación y la
innovación; parte de su esencia está en la fuerza de los verbos descubrir,
innovar, transformar y solucionar. Si ello no ocurre, es una escuela desvariada
en sus fines. Por eso, la escuela misma es creada y recreada. Por su esencia,
la escuela no es una institución social para la repetición de contenidos, ni
para la recordación de datos simples; ella es una construcción social, bajo el
liderazgo ciudadano, para los aprendizajes activos, referidos a situaciones y
problemas que el estudiante debe conocer, y llegar a reconocer que el mismo
puede y tiene que crear. Así, la escuela es la garantía del progreso humano mediante
la potenciación que tiene cada alumno para crear sociedad, cultura, arte,
ciencia y tecnologías.
La escuela es el repositorio social de la
inteligencia para la creación y la innovación. Si no lo hace, ella debe ser
recreada, reinventada. La formación para la creatividad y el pensamiento
autónomo incluye de manera explícita la innovación social, entendida como el
esfuerzo consciente para «aportar una solución nueva a un problema
existente con un objetivo y un impacto en la comunidad. Con o sin tecnología, y
de manera colaborativa, estas iniciativas buscan llegar al mayor número de
personas para transformar problemas sociales y ambientales. Cuando se logran
alianzas con empresas y administraciones, se convierte en emprendimiento social».
(https://shorturl.at/Ohg3m).
A crear, inventar y transformar es un
persistente llamado para consolidar procesos formativos escolares que exalten
las habilidades y la inmanente motivación de seres humanos para aprender y
descubrir. Conviene seguir enfatizando que corresponde a la educación formal
promover la identificación temprana de talentos y exaltar la voluntad creativa
de los alumnos en los diversos campos de la producción y creación humanas,
incluida la artística y literaria.
Una escuela que no suscite esta identificación
temprana de habilidades y aptitudes pierde su foco y debilita el haz que debe
iluminar los senderos del progreso de las sociedades. Esto trae como
consecuencia que las sociedades desperdicien el potencial del abundante
talento, conocimiento, inteligencia y poder creativo que poseen en abundancia
todos los niños y jóvenes. El talento es connatural a ellos; la formación
escolar está construida para dar curso a la expresión de la creatividad humana
y al crecimiento material y espiritual de aquellos que, bajo distintas formas y
manifestaciones, crean, inventan, descubren, transforman y solucionan.
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