La Escuela es el Repositorio Social de la Invención

 

La Escuela es el Repositorio Social de la Invención

Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/ 

El ser humano fue producto de la creación. Fue creado para eso, para crear. El invento es propio de la naturaleza humana. Sin los inventos no hay progreso. Los inventos no son sólo herramientas de tipo material; también los hay como expresiones inmateriales de la inteligencia y de la voluntad humanas. Se inventa por necesidad, incluida la creación de palabras, porque las lenguas requieren nuevas palabras o conceptos para ganar en la precisión comunicativa y para construir explicaciones científicas.

Inventar pudo haber sido percibido como una necedad hasta que, en la solución de distintos problemas de adaptación a las fuerzas de la naturaleza, se convirtió en una necesidad, en un valor humano, social y cultural determinante, de suma importancia. Ciertos inventos, con el correr de los tiempos, identificaron y caracterizaron a determinados grupos humanos que, con soluciones probadas como útiles o convenientes, les confirieron poder sobre otros. Con impacto más global, muchas creaciones materiales o culturales han llegado a ser de valía universal para ser reconocidas y preservadas como parte del patrimonio universal.

Existe también el invento de las falsedades, muy abundantes en estos tiempos de medios digitales de comunicación, de granjas de bots y de inteligencia artificial generativa. Algunos individuos construyen supuestas nuevas realidades asociadas a algún interés particular de grupos de personas; son falsedades inventadas con finos artilugios que se convierten, para muchos, en creencias particulares y en modos de actuar que se sostienen en el tiempo. Muchos llegan a vivir de inventos que carecen de fundamento cierto, pero que la tradición o el poder de convicción de algunos los ha vuelto en cierta forma tangibles y creíbles, afectando percepciones y comportamiento de grupos enteros de personas y también de naciones.

En sus inicios, como debió ser, los inventos eran producto del ingenio de algunos para ser dispuestos para el uso o el usufructo de todos, sin ninguna retribución especial para el inventor, aparte del reconocimiento social. Con inusitada frecuencia, el inventor ha permanecido en el anonimato. Así, pasó con los creadores de la escritura, de la rueda, de la palanca, de la agricultura, de la brújula, los lentes, la medicina, la astronomía y, también, del álgebra, la geometría, de otras ciencias y disciplinas que carecen de un inventor singular; de hecho, seguramente correspondieron a alguna forma de producción colectiva en la que no existió ningún modo particular para asignar la creación a una persona o grupo de ellos en particular. Tampoco existió un proceso que pudiese ser llamado patente, el cual fue un desarrollo bastante posterior en la historia humana que, con la intención de proteger los derechos del inventor, se creó a finales de los años 1700.

La habilidad de la invención ha sido erróneamente atribuida a las mentes más brillantes y sobresalientes. Se ha asumido que ella corresponde principalmente a los campos de las ciencias y de las tecnologías a cargo de personas con intelecto superior. En el siglo XX se afianzaron las invenciones corporativas, hechas por personal científico, empleados por corporaciones o empresas, las que, con persistente ánimo de lucro, registran las patentes que corresponden a lo creado por los científicos; se destacan los campos automotor, farmacéutico, medicina, informática, telecomunicaciones y biotecnología.

Los derechos reservados, morales y patrimoniales de autor forman parte del conjunto de disposiciones que regulan la invención humana que puede tener efectos económicos para quienes los producen. Ejemplos son los productos médicos, las herramientas tecnológicas de variadas naturalezas, los juegos de mesa y de campo, los juguetes físicos y virtuales, el calzado y la variedad de indumentarias que emplean los humanos que, al ser manufacturados, se engloban bajo una determinada marca comercial que limita el acceso de esos bienes humanos al conjunto grande de la población.

A lado de los inventores, han pululado los ladrones de inventos y también los plagiadores. En un mundo de feroz avidez por las ganancias materiales y el control de los mercados, abundan los robos de propiedad intelectual, de patentes, de secretos comerciales, de diseños de equipos y de archivos confidenciales. Se incluyen las que obtienen las grandes potencias mundiales mediante sus redes de espionaje y hackeos informáticos. En la historia, se destacan, entre muchos, el robo de James Watson y Francis Crick a Rosalind Franklin para construir el modelo de doble hélice del ADN; los dos obtuvieron, con base en la indebida sustracción, el premio Nobel en 1962; James Watson murió en noviembre de 2025. Thomas Edison se apropió de desarrollos tecnológicos de Nikola Tesla sobre la corriente eléctrica; Apple y HP emplearon la tecnología Wi-Fi que había desarrollado John O'Sullivan.

Existe la invención por accidente o por «insight» o iluminación súbita, a manera de manifestación o epifanía. También están los inventos que se dan cuando, de manera inesperada, surge una opción para explicar o solucionar un problema o satisfacer una necesidad. Los hallazgos accidentales o no esperados cuando se buscaba una solución a un problema diferente se denominan «serendipia», que se refiere al descubrimiento por la vía de lo inesperado; siempre es ilustrativo el descubrimiento accidental de la penicilina por Alexander Fleming en 1928, los rayos X en 1895 por Wilhelm Conrad Roentgen, el Viagra (sildenafilo) en 1998 y el microondas por Percy Spencer en 1945.

El impresionismo, como movimiento artístico, surgió después de que un crítico de arte se burló, con ironía, de la obra de Claude Monet titulada «Impresión, Sol Naciente», llamándola la «Exposición de los Impresionistas». Monet y otros aprovecharon el término y crearon el movimiento artístico denominado «Impresionismo». Se estima que hasta el 10% de los avances científicos (y hasta comerciales como las papitas fritas, el Corn Flakes de los hermanos Kellogg y la Coca-Cola) han sido resultados de la «serendipia». No basta, sin embargo, el resultado inesperado, sino la reflexión analítica que lleve a explicar lo encontrado como hallazgo inesperado; el inesperado descubrimiento se hace evidente, pero se precisa entenderlo y darle forma para solucionar algún otro problema. (https://shorturl.at/48U7S, https://shorturl.at/CNUtJ, https://shorturl.at/yLdUh).

El proceso de crear se da en grupo. La creación por un individuo siempre está recorrida por la intención de ser compartida; su utilidad o conveniencia es validada por muchos. Así, no existe la creación privada.

La escuela es el espacio inicial para la creación colectiva. Toda meta educativa tiene como sustrato subyacente la promoción de la creación y la innovación; parte de su esencia está en la fuerza de los verbos descubrir, innovar, transformar y solucionar. Si ello no ocurre, es una escuela desvariada en sus fines. Por eso, la escuela misma es creada y recreada. Por su esencia, la escuela no es una institución social para la repetición de contenidos, ni para la recordación de datos simples; ella es una construcción social, bajo el liderazgo ciudadano, para los aprendizajes activos, referidos a situaciones y problemas que el estudiante debe conocer, y llegar a reconocer que el mismo puede y tiene que crear. Así, la escuela es la garantía del progreso humano mediante la potenciación que tiene cada alumno para crear sociedad, cultura, arte, ciencia y tecnologías.

La escuela es el repositorio social de la inteligencia para la creación y la innovación. Si no lo hace, ella debe ser recreada, reinventada. La formación para la creatividad y el pensamiento autónomo incluye de manera explícita la innovación social, entendida como el esfuerzo consciente para «aportar una solución nueva a un problema existente con un objetivo y un impacto en la comunidad. Con o sin tecnología, y de manera colaborativa, estas iniciativas buscan llegar al mayor número de personas para transformar problemas sociales y ambientales. Cuando se logran alianzas con empresas y administraciones, se convierte en emprendimiento social». (https://shorturl.at/Ohg3m).

A crear, inventar y transformar es un persistente llamado para consolidar procesos formativos escolares que exalten las habilidades y la inmanente motivación de seres humanos para aprender y descubrir. Conviene seguir enfatizando que corresponde a la educación formal promover la identificación temprana de talentos y exaltar la voluntad creativa de los alumnos en los diversos campos de la producción y creación humanas, incluida la artística y literaria.

Una escuela que no suscite esta identificación temprana de habilidades y aptitudes pierde su foco y debilita el haz que debe iluminar los senderos del progreso de las sociedades. Esto trae como consecuencia que las sociedades desperdicien el potencial del abundante talento, conocimiento, inteligencia y poder creativo que poseen en abundancia todos los niños y jóvenes. El talento es connatural a ellos; la formación escolar está construida para dar curso a la expresión de la creatividad humana y al crecimiento material y espiritual de aquellos que, bajo distintas formas y manifestaciones, crean, inventan, descubren, transforman y solucionan.

 

 

 

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