Mamá, Amar, Amor, Amigo y Amistad
Mamá,
Amar, Amor, Amigo y Amistad
Enrique E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
«Amen. Ya que Dios nos amó así, también nosotros
debemos amarnos unos a otros» —
1 Juan 4:11.
Para referirse a la mamá, los niños la llaman así en
distintas lenguas: mom (inglés), maman (francés), mama
(turco, ruso, alemán y japonés), māmā (chino), mamma (italiano), mae
(portugués), mái (tailandés). O sea, existe un lenguaje universal entre
los niños para llamar a su madre. El vínculo hijo – madre está definido de
manera indeleble desde el nacimiento (o antes) por una relación de amor. Con
frecuencia, en castellano se les escucha decir «amá», como si fuese el
imperativo del verbo amar, demarcando desde el inicio de la vida la orden
natural para un vínculo de amor imperecedero entre madre e hijo.
No podía ser de otra manera. El voquible «amor» por
etimología tiene a «am», con el significado de «madre» conectado
con la palabra «amma», que corresponde, en todas las lenguas
mencionadas, al llamado del niño a su progenitora. Del término «am», con el
significado mencionado, llegó al latín para formar la palabra «amor», y
también «amare» para comunicar el sentimiento de amor. O sea, «amor» y «madre»
esconden alguna forma afectuosa de requerida redundancia. (https://shorturl.at/AsTtz).
Pero, es interesante resaltar una redundancia mucho más
amplia, ya que de «amare» se derivan los sustantivos «amigo» y «amistad»;
de donde debe inferirse que «madre», «amor», «amar», «amigo» y «amistad»
encierran un círculo recorrido por la sublime pulsión humana de querer, ser
querido, apreciar y ser apreciado, con desprendimiento y sin mórbido
interés. (https://shorturl.at/AsTtz). Si bien en
inglés se escribe «love», la palabra amor dio origen a muchas e otras en
ese idioma: amorous (amoroso), amiable (amable), amicable (amigable),
amity (amistad), enamored (enamorado), amatory (amatorio).
Además, los diccionarios de inglés Merriam – Webster y Oxford contienen los
sustantivos «amour» (un galicismo) y «amigo» (como
castellanismo).
En diversos
países, para expresar los sentimientos de afecto, de amor y de amistad hacia
los demás, se celebra algún día especial. El más conocido es el de San
Valentín, el 14 de febrero de cada año. Este se celebra en 20 países, como
Estados Unidos, Arabia Saudita, Sudán, Bangladesh, Pakistán, Francia, Japón,
Mauritania, España, Alemania, y en las Américas, Venezuela, Panamá, Paraguay,
Honduras, Cuba, Chile y otros. En Bolivia ese día se corresponde con el
solsticio de primavera en el hemisferio sur, o sea el 21 de septiembre, bajo la
construcción algo poética de que con la primavera brotan las flores que
representan la vida y también el amor. En el lenguaje común y corriente se
habla del día de los enamorados, o del día de los novios; en uno
y otro caso, se omite la amistad.
El Día de San Valentín
no se denomina día de los novios o de amor y amistad. Su nombre tiene un origen
histórico curioso que se remonta unos 1700 años atrás, cuando el emperador
romano Claudio II prohibió que los jóvenes se casaran, ya que los solteros eran
mejores soldados. Los jóvenes, repletos de pulsión amorosa, quedaron en la
encrucijada de escoger entre el amor y la guerra; muchos escogieron el amor y
desafiaron el mandato del emperador. En mitad de abundante disidencia surgió un
sacerdote de nombre Valentín, quien empezó a casarlos en secreto; con el tiempo
fue descubierto y el 14 de febrero del año 270 después de Cristo murió
apedreado, golpeado y decapitado. (https://shorturl.at/77hEK). Como sucede con el Halloween, muchos
piensan que el «Día de San Valentín» es una invención reciente de los
estadounidenses; la celebración del 14 de febrero, como el día del amor
romántico, empezó en la Edad Media.
Es una
omisión poco perdonable que el día de tal celebración, en mitad de las
palpitaciones lúbricas de sus corazones, los enamorados no se acuerdan del
pobre sacrificado Valentín quien, con enriquecida valentía desafió a un emperador para darle
gusto a los corazones ardientes de jóvenes que deseaban celebrar la unión marital
acompañado de un semidiós, de nombre Himeneo, convencidos de que, con el
flechazo que habían recibido del dios Eros, se casarían y vivirían felices por
siempre, comiendo perdices, como bien se recogería después en tantos relatos
presididos por mágicas hadas madrinas.
Entre los griegos antiguos existió un semidiós del matrimonio,
de las canciones nupciales y de
las fiestas matrimoniales; este semidiós fue hijo, entre otras versiones, de
Dionisio (Dios del vino y del éxtasis) y Afrodita (diosa del amor). Su nombre
fue Himeneo o Himen. Era representado como un joven apuesto con una corona de
flores para representar la belleza del acontecimiento. En las ceremonias
nupciales se cantaban himnos de alegría como invocación a la felicidad de los
contrayentes; tales himnos se denominaron cantos del «himeneo», igual
que el nombre de la deidad del matrimonio. Se puede observar que el himen, como
parte de la fisiología íntima femenina, que en griego significa membrana, toma
el nombre del semidiós del matrimonio; su ruptura pasó a significar la
consumación del matrimonio y la superación de la virginidad. (https://shorturl.at/8IiPu).
El amor, la amistad, el afecto,
las loas a la vida y a la felicidad se han expresado, por centurias, con las
flores, ya que por su belleza y dulce fragancia se asocian con las emociones de
cariño que desean expresar los seres humanos. Como algunos pueden carecer del
lenguaje para expresar la intensidad de sus sentimientos amorosos, prefieren
que una flor hable por ellos; dirán que vale más una flor que mil palabras
imprecisas, superfluas o huérfanas de significado. Usualmente, no está en la
mente, ni en la intención de los que enamoran o comunican sus sentimientos de
afectos con la flor, el hecho cierto de que se marchita en corto tiempo y que,
por tanto, también podría reflejar la inestabilidad o debilidad de los mismos
sentimientos y compromisos amorosos; pero, la naturaleza siempre tiene a
disposición del amante una nueva flor, para reverdecidos amores.
Así, los que aman con el corazón henchido de
pasión y con jardín en la mano, recurren a las rosas,
que son atemporales como el amor, nunca pasan de moda y son, por antonomasia,
el símbolo magnificente del amor. A
otras flores se les atribuye ser mensajeras de secretos a voces: Los tulipanes
transmiten una sensación de amor tierno y afectuoso; las orquídeas, con su
diversidad, la riqueza de las manifestaciones del amor y de las vivencias
vitales del amante; los
claveles blancos para resaltar el amor puro, duradero e inquebrantable; las
margaritas, de modesta belleza, invocan la discreción, la inocencia y la
pureza, mientras que las azaleas representan el amor apasionado e intenso. La
naturaleza, tan pródiga y generosa, no lo niega una flor a nadie, a ningún
amante. (https://shorturl.at/7svXL,
https://shorturl.at/m63mJ).
Raphael en una
bella canción – poema cantó: Si percibes/ el llanto
más callado/, si percibes/ el roce de unas manos/, es que estás/ enamorado,
enamorado/. Estar enamorado es/ descubrir lo bella que es la vida/; estar
enamorado es/ confundir la noche con los días. Pero, hay algo de fragilidad en el estado de
enamoramiento, lo cual es una condición algo más biológica que espiritual, más
pulsional que amor genuino. Bien ha sido resaltado que no es lo mismo estar
enamorado que amar; son dos niveles distintos de deseo y afecto. La condición
del enamorado está regida, como se anotó, por pulsiones biológicas, mientras
que la del amor se asienta sobre las bases más sólidas de la espiritualidad
humana. Tal vez por esa razón, el muy reconocido y destacado escritor Manuel
Mejía Vallejo, seguramente refiriéndose más al enamoramiento, señaló que «el
amor eterno dura más o menos cuatro meses». Además, para él: Amor es
algo que un día/ llegará a nuestra morada, / o es una cosa pasada/ que siempre
asoma tardía. / Nadie forme algarabía/ con su amar y su olvidar;/ uno y otro ha
de pasar/ como si fueran inmunes: / si toda la vida es lunes, /no hay domingo
que guardar/. (https://shorturl.at/t4675).
Con mayor profundidad y
con mensaje clarificador sobre el enamoramiento, el también destacado escritor
Alberto Linero afirma que: «Amar es
ganarlo todo, porque el amor es la mayor enseñanza cristiana que debemos
acoger y aplicar a diario»;
expresa este autor en su libro «Si estás enamorado NO te cases, y si estás
casado, no dejes de amar», la diferencia entre el enamoramiento y el amor:
Una cosa es estar enamorado y otra es amar, y si el enamoramiento no se
transforma en amor seguro, dura poco y cae vencido por la angustiante rutina de
la cotidianidad». (El libro se puede adquirir aquí: (https://www.albertolinerogo.com/tienda/page/2/).
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