El Humanismo Está Perdido en la Oscuridad de la Vida
El
Humanismo Está Perdido en la Oscuridad de la Vida
Enrique E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Con blasones oxidados y corroídos por el tiempo, se proclama
que somos seres humanos, pero, en incesante búsqueda por siglos, no se ha
encontrado el corazón de la humanidad. ¿Será la realidad o un proclamado falso
orgullo? ¿Cuándo y dónde será posible encontrar el huidizo humanismo que
supuestamente nos caracteriza como seres humanos? El humanismo es una
caracterización (o careta) que ha estado enmarañada por el desgaste de
centurias en un teorizar abundante por filósofos, sociólogos y pedagogos.
Siguiendo al cantor, cabría seguir preguntando: ¿qué será lo que busca el
humano en la oscuridad de la vida, su alma atormentada o su esencia perdida?
Los voquibles «hombre», «man», en inglés, «homme»,
en francés, «mann» en alemán, así como «humano» y «humanismo»,
tienen el mismo origen lingüístico. Todos, en general, se refieren a la
persona, al ser humano. En inglés, mujer se dice woman (wo
-man), con el prefijo «wo» significando femenino y el sufijo «man»
que significa persona o humano.
El sustantivo «hombre» connota al ser humano
independiente del género o de la edad de la persona. Los vocablos «humano»
y «hombre» son epicenos, ya que se aplican por igual a personas de uno u
otro sexo. Así, «ser humano» cubre a ambos sexos, aunque en algunos
ámbitos se considere sexista. (https://shorturl.at/JhkwU).
Las palabras «hombre» y «humano» tienen una
raíz etimológica común. Del latín «homo», «hominis», surgió el
vocablo hombre, persona humana. Se traza su origen a «humus»,
que, en latín, significa barro y tierra, con la cual Dios creó al hombre, a la
especie humana. «Humano» tiene su origen también en el «humus». El sustantivo «persona» es también
un epiceno, de un solo género gramatical, referido a un ser de la especie
humana; es un sustantivo femenino, aunque se aplique al sexo masculino. En este
mundo que busca la identidad humana perdida, no faltará quien, para deshacerse
del epiceno, cree la innecesaria construcción de «el persono humano».
(https://shorturl.at/0tvaL).
El sustantivo hombre y el adjetivo humano tienen origen
etimológico en el barro. Por eso, algunos buscan su propia humanización en el
barro, y tal vez por eso muchos seres ensucian su humanidad revolcados en el
barro, la bucean, ciegos e iracundos, en embarradas sucesivas. Algunas especies
humanas se han extinguido por mandatos de la naturaleza, mientras que grupos
humanos enteros y civilizaciones han desaparecido en guerras crueles y
genocidios consumados. Así, la Tierra, como planeta que provee la tierra de la
cual venimos, ha sido siempre un lugar inseguro y violento para vivir y para
humanizar las relaciones entre los humanos; ha sido una tierra estéril para
cultivar los esenciales valores humanos que permitan modos de convivencia para
beneficio de todos.
Los
humanos han habitado la Tierra desde hace cerca de 200000 años. Lo que se ha
denominado vertientes humanistas es un asunto más bien reciente, que tiene sus
orígenes en los siglos XIV y XV alrededor del movimiento filosófico cultural y
artístico que promovió el Renacimiento con su énfasis antropocéntrico,
en lugar de teocéntrico, poniendo al ser humano en el centro de las
consideraciones sobre su existencia y como un intento de superar lo que se
denominó el oscurantismo medioeval. Fue un período en el que se retomaron los
conocimientos de las épocas clásicas, griega y romana, acompañado de
desarrollos importantes como la imprenta, el surgimiento de las universidades y
las ciencias positivas. Se comenzó la
formalización de la educación (la que tomó cuerpo en el siglo XVIII). Ella
adquirió suprema, desde entonces,
importancia para facilitar el acceso de las nuevas generaciones al conocimiento
y a la capacidad humana para generar ciencia. Pero,
sólo en el siglo XIX la denominación de humanismo fue dada a ese movimiento
filosófico y social (https://concepto.de/humanismo/). En el campo
psicológico, las vertientes denominadas humanistas sólo se hicieron visibles
bien entrado el siglo XX. (https://shorturl.at/yKL9V, https://shorturl.at/HMAVL).
La educación se ha pensado como un mecanismo social para
moldear el germen de lo humano que tiene cada persona. En términos de la
mayéutica socrática, se pretende sacar la humanidad que se lleva por dentro.
Siglos de trabajo escolar han mostrado que no es así, que los bien
intencionados esfuerzos no han sido productivos. ¿Ha fracasado la educación en
esos propósitos o han sido los supuestos en los que subyace la creación del
humanismo? (https://tinyurl.com/mrys55tp).
Dice José Marina que «el término ‘humanismo’ se ha vuelto
casi inutilizable por su vaguedad. El mundo de letras habla de la importancia
de las humanidades, pero sin tomarse el trabajo de explicar por qué». Y,
agrega, que en el siglo XIX las humanidades se dividieron en ciencias de la
naturaleza y ciencias de la cultura, y todavía siguen separadas. En su
concepto, cabe una concepción de humanismo que tenga la capacidad de integrar a
las humanidades con las ciencias y las tecnologías. (https://tinyurl.com/5y78kh7x).
Con paradoja, y sin sonrojo, se cataloga el saber humano en
ciencias humanas y no humanas (sic), así reflejadas en Departamentos académicos
y Facultades en las instituciones de educación superior en el mundo. Bajo esa
consideración, hay saberes, legítimamente construidos y validados, que
humanizan y otros que deshumanizan, pero se enseñan y se aprenden ambos como
parte de las propuestas formativas desde la educación preescolar. En las
escuelas, con frecuencia, se pretende poner un barniz de humanismo con base en
asignaturas o contenidos de las ciencias sociales, con una impropia concepción
de que los conocimientos científicos en las ciencias naturales y exactas y los
avances en tecnología no son humanistas, deshumanizan.
Podrán agregarse, como se ha dicho tantas veces, más y más
asignaturas del campo social y todavía tener una educación que no humaniza; no
lo hará, o no lo será, mientras el maestro no sea humanista, no sean humanistas
los modelos educativos, no sean humanistas los modos de evaluar, no sean
humanistas las formas de gobierno y, más grave aún, que la sociedad en general
no sea humanista y que en el mundo se siga despreciando el valor esencial de lo
humano. Los contenidos per se no humanizan, aunque en su sustrato tengan ese
componente de manera potencial.
Se agudiza la crisis de la formación llamada humanista cuando
la labor del maestro está deshumanizada. La humanización de las relaciones
sociales no corresponde exclusivamente a la educación, ni al maestro, aunque
este sea un creyente fiel de la misma. Esa humanización corresponde a todos, al
conglomerado social y global donde se privilegie el bien común y la libertad
asociada a valores como la dignidad, la libertad, la justicia, la igualdad, la
independencia de pensamiento, la integración social y la fundamentación de las
acciones y relaciones humanas centradas en principios éticos, el respeto a la
vida y la promoción de relaciones pacíficas entre seres humanos, entre
comunidades, entre culturas y países.
La
humanidad y el humanismo están en lo que somos, en lo que sentimos y creemos,
en las sociedades que construimos y en la inconclusa tarea de edificar un sentido de unidad, de «humana humanidad». No ha sido exitosa la especie humana en
construir el humanismo después de dos mil siglos de habitar esta Tierra con el
«humus» de que hemos sido hechos.
Como se destacó arriba, ante tanto fracaso y para no culpar a maestros y
escuelas, es perentorio reiterar que en ellos no reside el humanismo. Tal vez haya que activar un gen perdido
o, definitivamente, ante tanta violencia, guerras y genocidios, carecemos los
humanos del gen de lo que se ha denominado «humanismo».
Sin perder el humano optimismo, podemos estar frente a un
espejismo utópico construido hace ocho siglos con la intención de superar los
años oscuros del medioevo. Pero, seguimos en otras muy densas oscuridades.
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