Ciudades para la Vida: Hoy Nos Enferman y Están Matándonos
Ciudades
para la Vida: Hoy Nos Enferman y Están Matándonos
Enrique E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Las ciudades nos
están enfermando, nos aniquilan. Ellas son ambientes peligrosos para la vida de
todos, llenas de insalubridad, de violencia y de pobreza. No fue la idea de las
primeras ciudades, esas que surgieron hace unos 7000 años en la «Media Luna
de las Tierras Fértiles», entre los ríos Éufrates y Tigris, en el Medio
Oriente donde hoy están Irán, Irak y
Siria, región, donde se dice que estuvo el Paraíso
Terrenal y que ha sido llamada «La Cuna
de la Civilización». Entre las primeras ciudades -estado que surgieron estuvieron Uruk, Erik y Ur de Caldea; esta
última la tierra nativa de Abraham, profeta del
Judaísmo, el Islam y el Cristianismo,
las tres religiones monoteísta. Ofrecían oportunidad de trabajo colectivo y también de organización para la defensa
contra extraños; surgieron las primeras inquietudes de los pobladores sobre la
seguridad en las ciudades y, así mismo, la organización de distintos servicios
que aseguraran una vida saludable y armoniosa entre los habitantes, con la
creación de un conjunto de normas legales
y de conducta (véase el Código de Hammurabi), que después se denominaron comportamiento
cívico y urbanidad.
En una conversación con un chatbot
de inteligencia artificial, éste precisó
que cada año, según la Organización Mundial de la Salud, mueren 4.2 millones de
personas debido al aire malsano de las ciudades. Y, según esa misma Organización,
anotó el chatbot, 1.35 millones mueren anualmente en el mundo debido a diversas
clases de accidentes, cuya mayor parte ocurre en las ciudades. Con respecto al
número de muertes por el COVID - 19, desde 2019
a octubre de 2021, ocurrieron 4.8 millones de muertes, lo que se compara
con los 8.4 millones que corresponden a
las producidas por contaminación del aire durante dos años en las ciudades. Por
eso, se reitera, las ciudades nos enferman y nos están
matando.
La inmensa mayoría de la población, por muchos de siglos, residió y trabajó en los campos. En el siglo XIX esta condición era del 90%. Hoy es del 50%, mientras que en 2050, ya a la vuelta de la esquina, será de dos tercios de la población mundial. Crecimiento que empezó a cambiar desde la primera revolución industrial y la ampliación del comercio mundial (siglo XVII) que, al requerir mano de obra abundante, propició la emigración, todavía vigente e incontenible, de amplios sectores de la población rural a las ciudades.
Hoy ya no son las primigenias ciudades – estado de hasta 60.000 habitantes, sino las insoportables megalópolis que subyugan, con las fantasías de modernidad y progreso, a sus habitantes, apretujados en los cada vez más reducidos espacios, tal como se observa, por ejemplo con las siguientes (las cifras entre paréntesis se refieren a millones de personas): Tokio (37.435.191), Nueva Delhi (29.399.141), Shanghái (26.317.104), Sao Paulo (21.846.507), Ciudad de México ( 21.671.908) y El Cairo ( 20.484.965); y existen muchas más que exceden los 20 y 15 millones de habitantes. (https://worldpopulationreview.com/world-cities).
El fenómeno
creciente de abandono de los campos y
crecimiento descontrolado de las ciudades
ha tenido grandes y perjudícales consecuencias. Entre ellas se destacan:
degradación ambiental y carencia de saneamiento ambiental y de procesos adecuados de disposición de desechos; densidad
poblacional altísima; desempleo;
tugurización y falta de vivienda; afectación de la salud física y mental;
limitados servicios asistenciales y de educación; informalidad laboral y
economía del rebusque; contaminación ambiental por gases, ruido y lumínica; servicios públicos como agua, electricidad,
saneamiento básico y conectividad deficientes; arrasamiento de tierras fértiles
antes dedicadas a la agricultura con desplazamiento de los originarios
habitantes y dueños de las tierras; ríos, manantiales, humedales y otras
fuentes de agua contaminadas; afectación negativa a animales, plantas, aves y demás especies que viven en ellas;
alta contribución a la producción de gases de invernadero, al calentamiento global y la consecuente alteración
de las condiciones del clima; desplazamiento intraurbanos forzados; alta accidentalidad; transporte público
insuficiente, deficitario en términos económicos y costoso para el común de los
ciudadanos; y inseguridad y criminalidad alta y creciente. (https://rb.gy/e2o3q).
Será cada vez más evidente a todos que el modelo de ciudad que
tenemos hoy en el mundo no funciona para garantizar la vida saludable, la
protección de los ecosistemas, asegurar a los habitantes trabajo, salud, recreación, educación, espacios ciudadanos
verdes, vida democrática y toma de decisiones por parte de la ciudadanía que van
más allá de los intereses particulares que puedan tener urbanizadores y
constructores que, con frecuencia, tienen acceso al poder político para seguir
construyendo ciudades con los criterios del pasado y no acordes con las necesidades que requieren ser satisfechas para
la vida en este siglo XXI. Las ciudades
han evolucionado hacia una forma de
planificación urbana centrada en los vehículos a motor, desplazando la
prioridad que es, y debe ser, la vida y circulación segura de seres humanos.
Esfuerzos se han hecho con la
denominada planificación urbana y con la expedición de sucesivos planes de
ordenamiento territorial, los cuales han probado ser muy poco efectivos para controlar
el crecimiento de la población urbana y la gran cantidad de males que la
acompañan.
Es preciso reconocer que se han
hecho propuestas y que muchas ciudades en el mundo, algunos gobernantes y
ciudadanos, han adquirido conciencia de la necesidad de cambiar de rumbo, de
pensar más en el ciudadano que en los vehículos a motor, de cuidar y mejorar la
calidad de vida de la biota urbana. El
interés despertado en varios sectores de la población mundial se refleja en una
variedad de propuestas expresadas en términos como: Ciudades Inteligentes o
Smart Cities, Smart City Humana, Ciudades Digitales y Sostenibles, Ciudad Viva,
Superilles o Super Distritos, Ciudad a
Escala Humana, Vecindarios Completos, Ciudad Viva y Ciudad, Territorio de 30 Minuto, entre otras.
Un modelo que ha ganado espacio entre gobernantes, diseñadores urbanos e
investigadores y sectores importantes de la ciudadanía, es la
denominada «Ciudad de 15 Minutos», propuesto por Carlos Moreno, profesor colombo – francés de la Universidad de la Sorbona, quien expresó la idea de que las ciudades deben construirse y desarrollarse con adaptación a las
necesidades y conveniencias de los habitantes y no de los vehículos
automotores, de modo que en no más de 15
minutos, con ágil desplazamiento, puedan
vivir, trabajar, recrease, gozar del arte y la cultura, asistir a la
escuela, al mercado, a tiendas, restaurantes o a la iglesia, sin que exista
limitación alguna para acceder, cuando se desee
y sea necesario, a otros ambientes y lugares de la extensa ciudad. Los senderos
peatonales y de bicicletas, así como formas alternativas de transporte como la
red de cables aéreos de Medellín, (iniciativa tomada por otras ciudades del
mundo y en consideración hoy por ciudades de Texas con el mismo fin de facilitar la movilidad, de disminuir los
tiempos de desplazamientos de las personas y reducir la emisión de gases con
efecto de invernadero).
La propuesta del profesor Carlos
Moreno, acogida ya en muchas ciudades del mundo, se fundamenta en los derechos
de los ciudadanos: Vivienda, trabajo, salud, educación, participación democrática, seguridad social,
medio ambiente limpio, economía sostenible, inclusión social, superación de
inequidades y de la pobreza. (https://rb.gy/we3s,
https://rb.gy/1smf). Se enfatiza que se trata a la vez, de
calles seguras y de cultura ciudadana.
El modelo de «La
Ciudad de 15 Minutos» promueve la vida
urbana con todas sus ventajas inherentes
para el bien común: «Vitalidad, creatividad, diversidad, innovación, ciudadanía
activa y tecnologías utilizadas para el bien común… con cuatro principios rectores: Ecología: para una ciudad verde y
sostenible; proximidad: vivir con distancias reducidas para diversas actividades; solidaridad: crear
vínculos entre las personas; participación: involucrar a los ciudadanos
en la transformación de sus barrios». (https://obelaward.org/the-15-minute-city/). Moreno ha indicado
que lograr este tipo de ciudades puede tardar varias décadas, porque es un
modelo que necesita planificación y apoyo gubernamental. (https://www.15minutecity.com/).
Si bien se
afirma que la propuesta de «La Ciudad
de 15 Minutos» no está recorrida por
sesgo alguno de corriente ideológica y política, algunos, como se dio con la crisis
de la pandemia del coronavirus, y otros con la negación del cambio climático, o
aquellos que sostienen que a tierra es plana y no esférica (terraplanismo) y los
que predican que no existe la evolución de las especies (creacionismo), han lanzado la idea de que el modelo responde a una conspiración en cabeza de algunos burócratas
tiránicos para controlar la vida de todos, eliminar la libertad de movimiento, que
forma parte de un esquema mundial de centralización y control, que con el modelo se busca la conversión de los barrios en campos de
concentración y cercenar las libertades individuales. (https://rb.gy/c53p, https://rb.gy/flsl).
Mientras algunos renuevan la
retórica de la teoría de la conspiración, parece que no vivieran los efectos
desastrosos de la ciudad que nos están acabando a todos. El modelo de expansión
y aumento del tamaño de las ciudades, con habitantes cada vez más atiborrados en
cada metro cuadrado, no es funcional y no permite satisfacer necesidades
humanas esenciales, entre ellas la muy vital de asegurar la salud personal y
colectiva. Por lo tanto, se requiere una
nueva forma de organización de la población, asunto que, tomará tiempo, pero
que es necesario empezar ahora antes que se siga haciendo mucho más tarde para
tomar las decisiones que se requieren para vivir en comunidad y trabajar por el bien
común.
Debemos recordar que la ciudad
produce más muertes, por año, que una pandemia como la sufrida en la reciente
crisis sanitaria mundial.
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