La Pobreza de Aprendizaje es la Génesis de Todas las Pobrezas
La Pobreza de Aprendizaje es la
Génesis de Todas las Pobrezas
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
«La
ignorancia es la madre de la maldad y de todos los demás vicios». - Galileo
Al momento de nacer, y sólo por ese
trascendental hecho, todo nuevo ser
humano llega con un acta indeleble, perenne e
irrenunciable que proclama todos sus
derechos, entre ellos el derecho a aprender. También trae consigo el
derecho a ser debidamente formado para cumplir con sus deberes.
El derecho a aprender, a formarse en
los más altos y necesarios valores humanos, está amparado por las cinco
características de los derechos humanos que ha señalado por la ONU, ellos son:
Universales, inalienables, irrenunciables, imprescriptibles e indivisibles. A las
que se agregan su carácter de interdependientes, progresivos, inderogables y en
permanente evolución. (https://rb.gy/az4kat). Derechos que, para el desarrollo íntegro de los niños, están amparados en la Convención sobre los Derechos del Niño
y por códigos de infancia, niñez y adolescencia de muchos países. (https://rb.gy/8quglh).
Pero conexo con el derecho fundamental
a la educación de cada niño, niña y joven en el mundo, está el derecho a aprender, el derecho a la riqueza
del aprendizaje y a sus efectos positivos en la vida de ellos y de cada ser en todas las comunidades en el
mundo.
Se conocen y se sufren distintas clases
de pobreza. En Colombia se reconocen dos tipos de ellas: 1. Pobreza monetaria, referida a ingresos por debajo del mínimo estimado para atender las necesidades básicas y 2. Pobreza
multidimensional, concerniente a privaciones en cinco dimensiones (condiciones
educativas del hogar, condiciones de la niñez y la juventud, salud, trabajo y
condiciones de la vivienda y acceso a servicios públicos domiciliarios).
(Véase: https://rb.gy/yo0lag). Al lado
de ellas está la omnipresente, grosera e intolerable pobreza de aprendizaje,
la cual también está muy mal distribuida en el mundo y es la base de las
pronunciadas desigualdades y exclusiones que tanto se recuerdan, que conocemos,
vivimos, ignoramos o toleramos.
Bien se ha dicho que los procesos
formativos escolares están instaurados bajo el sólido e irrenunciable principio
de facilitar el aprendizaje y el progreso
de todos y cada uno de los estudiantes, sin excepción. De esa formación, con
muy altos niveles de aprendizaje, depende la consolidación del talento humano
necesario para el progreso social, económico, político, cultural y ético de las
naciones. La ignorancia no conviene a nadie.
Un niño, niña o joven mal educado, sin
los niveles necesarios de aprendizaje para insertarse productivamente en la
sociedad, constituye un atropello a sus derechos y es de muy alta
inconveniencia para todos. No basta que pocos alcancen los niveles
requeridos para ser personas y ciudadanos productivos. De altos y
consolidados niveles de aprendizaje por todos depende el mejor estar colectivo,
la reducción de la pobreza, el ejercicio pleno de la democracia participativa,
la convivencia pacífica, las conductas éticas, el progreso en las ciencias, las
tecnologías, las artes y las culturas, el desarrollo sostenible y la preservación de la vida en el planeta.
Que todos, niños y niñas y jóvenes, se eduquen con calidad es de conveniencia
común y forma parte de los compromisos irrenunciables de cada ciudadano, de la
sociedad civil y de sus gobernantes.
Como es bien es sabido, asistir a la
escuela no garantiza el aprendizaje y mucho menos el aprendizaje continuo para
la vida, para sí mismo, para la sociedad,
para el trabajo y para el necesario e invaluable aporte al bien común y al progreso colectivo. Cuando no se garantiza a cada niño, niña o joven el derecho a una
educación con calidad, sin ninguna clase de exclusión o limitación, se comete una grave injusticia
y una violación a sus derechos fundamentales como, con infortunio, ocurre en
todo el mundo y ha sido agudizado con la crisis sanitaria mundial de los dos
últimos años. La negación de acceso a una educación con calidad es una privación
al progreso colectivo, a la construcción de una comunidad planetaria, al
derecho a acceder al conocimiento global y, cómo se reconoce, a los bienes materiales y espirituales que
son de propiedad universal.
Desde antes de la pandemia del
coronavirus eran muy evidentes tanto la
privación de la escolaridad como las carencias de aprendizaje. La pobreza del
aprendizaje fue agudizada por ese fenómeno sanitario mundial, el cual ha llevado a una «crisis mundial del aprendizaje», a
una exacerbación de la pobreza de aprendizaje, en especial para quienes ya la sufrían,
con serios retrocesos en los esfuerzos de los países por mejorar su capital de
talento humano y la amenaza de no poder alcanzar, para 2030, la totalidad de
los Objetivos de Desarrollo
Sostenible, en especial: el 4 (Garantizar una educación inclusiva, equitativa y
de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para
todos), el 1 (Acabar con la Pobreza Extrema), el 2 (Hambre Cero), el 8 (Trabajo Decente y Crecimiento
Económico) y el 10 (Reducción de las Desigualdades).
La «pobreza en el aprendizaje» fue
definida por el Banco Mundial y la UNESCO como un indicador multidimensional en
la educación, centrada en que todos los niños, en primer lugar, deben estar en
las escuelas, aprendiendo y ser capaces
de leer a los 10 años un texto apropiado
para su edad. Para esas dos organizaciones en términos sencillos: «La
pobreza de aprendizajes significa no poder leer y comprender un relato simple a
los 10 años». Es decir, que
para esa edad no deben existir «carencias en el aprendizaje»; o sea que
todos los escolares deberían ser capaces de leer,
con independencia cognitiva y con fluidez, textos narrativos y
expositivos sencillos y breves, poder encontrar información explícita, interpretar
y dar explicaciones propias sobre las ideas claves en los textos, hechos y personajes, así como reconocer
las intenciones comunicativas del autor. https://rb.gy/vjlref, https://rb.gy/mtstgj).
A partir de esa conceptualización, las
«carencias en el aprendizaje» fueron concebidas como la tasa de niños que
al final de la escuela primaria tienen
un nivel de lectura por debajo del nivel
mínimo (según lo definió en 2018 la Alianza Global para el Seguimiento del
Aprendizaje), teniendo como referencia el Objetivo 4 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Esta misma organización acordó ser prudente en la fijación de un estándar global para el seguimiento del
progreso en el aprendizaje de los estudiantes y, por ello, señaló que el
constructo «pobreza en el
aprendizaje» incorpora: Los indicadores de escolarización y de aprendizaje que
combinan la tasa de niños en edad de primaria que no están escolarizados con la
tasa de alumnos que, aunque estén escolarizados, no alcanzan los niveles de
habilidad en la lectura y que, por ello, padecen «carencias en el
aprendizaje». (https://rb.gy/vjlref, https://rb.gy/mtstgj).
La «pobreza
en el aprendizaje» no se refiere
a resultados en exámenes, su superación no consiste en mejorar los puntajes en
ellos, los que con desafueros pedagógicos y con acendrada crueldad son empleados
para castigar y excluir de manera inmisericorde («masacre académica», se
dice en algunos contextos) a quienes tienen, como preexistencia, «pobreza de
aprendizaje» y las demás pobrezas que
lo acompañan. Es muchísimo más que eso. Implica la superación de los diversos
factores de desigualdad, inequidad y exclusión que afectan a millones de niños,
niñas y jóvenes en el mundo. La superación de esta pobreza tiene que ver con
adecuadas y profundas transformaciones en las políticas públicas fijadas
por los gobiernos y legisladores, el compromiso de las personas y
organizaciones de la sociedad civil, así como de padres y maestros con el futuro de los niños y del conjunto de
la sociedad local y global.
Si como dice el adagio que está en el
epígrafe de este artículo atribuible a
Galileo: «La ignorancia es la madre de la maldad y de todos los demás vicios». La «pobreza en el aprendizaje» es
padre y madre de todas las injusticias, desigualdades e inequidades que
recorren a este mundo y que condenan a millones a una calidad vida subhumana.
El poeta venezolano Elías Calixto
Pompa escribió en el siglo XVIII un corto poema en donde resaltó: El ignorante vive en el desierto/donde es
el agua poca, el aire impuro./ Un grano le detiene el pie, inseguro/ camina
tropezando, vive muerto.
Y agregó:
Estudia, y
no serás cuando crecido,
ni el juguete
vulgar de las pasiones,
ni el
esclavo servil de los tiranos.
La riqueza del aprendizaje es la madre
del progreso colectivo fundada en una escolarización
con calidad inclusiva y de calidad para todos. En esa riqueza está la génesis
de la inclusión, la justicia y la igualdad.
Garantizar esa educación es una condición
esencial para superar la «pobreza del aprendizaje» y para forma un
ciudadano democrático con un desarrollo pleno y sano de su personalidad, lejos
de ser esclavo servil de los tiranos.
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