La Inteligencia Humana entre la Experiencia y la Herencia
La
Inteligencia Humana entre la Experiencia y la Herencia
Enrique
E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
El concepto de inteligencia humana ha
cambiado, y por mucho. Este ha sido transformado o enriquecido desde múltiples
disciplinas, entre ellas las neurociencias, la informática, la filosofía y la
genética. La concepción de ella para clasificar a los humanos en distintas
categorías o niveles es obsoleta, es excluyente y ha sido fundamento para
perpetuar desigualdades como si fueran un conjunto de habilidades ordenadas por el Supremo Creador. Creencia contraria al
principio que resalta que entre los humanos las diferencias representan una
ventaja evolutiva porque responden a adaptaciones inteligentes al medioambiente
y a circunstancias siempre variables, siempre cambiantes. Las diferencias
enriquecen a los colectivos humanos. De hecho, es impropia y excluyente
cualquier forma de clasificación social, ya sea por ingresos o nivel
socioeconómico, estratos, castas, razas
o por culturas. Cada una porta en sí un estandarte de diferenciación, de desigualdad,
de exclusión, de supuesta minusvalía de unos frente a otros.
Sobre esas realidades sociales, acendradas entre las diferentes
culturas, han subyacido diversas concepciones de inteligencia como principios o
bases para justificar a unos y excluir a otros. El acceso a la educación ha facilitado
a algunos bienestar y progreso y retraso al resto. La escuela ha tenido y tiene
como ominoso principio excluir a los menos inteligentes («retrasados” y hasta «brutos»,
los llaman con sello de ácida sordidez y aberrante ignominia), contrario al
principio humano de que los humanos fueron creados iguales y que deben gozar de
dignidad e igualdad de derechos, de deberes y de oportunidades.
Sí. La escuela, en muchas de sus prácticas cotidianas, trabaja
bajo el concepto de tamizaje, seleccionador de los más inteligentes con exclusión de los demás, y los Estados
contribuyen con eugenistas pruebas de
rendimiento escolar que sólo miden la calidad de la exclusión para la que está diseña la
educación actual. Esos son prejuicios infundados y sólidamente enraizados que los
comparten gobernantes, la ciudadanía en general, buena parte de maestros y
directivos escolares, así como muchos de los pensadores e investigadores
pedagógicos.
Pero, también se excluye con la
difusión y convicción de que los privilegios de los que gozan algunos se debe a
que están genéticamente dotados para ser inteligentes, para ser superiores,
para amasar riquezas, privilegios sociales y poder político. Ahí se encuentra el
fundamento del racismo y la pretensión de las razas limpias y superiores,
mediante la mejora de rasgos o atributos heredados y la limitación al
crecimiento de los no bien dotados por
la naturaleza, bajo el supuesto de que una baja inteligencia (medida con tests
recorridos de sesgos culturales) es una
enfermedad heredada.
Hoy se busca
correlacionar el ADN con los cocientes intelectuales (IQ) y con el desempeño escolar de los alumnos.
Un examen de
ADN por US $50 se usaría para predecir el futuro académico y laboral de
cualquier niño; asunto que ya está ocurriendo, con servicios ofrecidos en línea,
a pesar del clamor adverso de la mayor parte de la comunidad científica. «Geneplaza», por ejemplo, se anuncia
como una «plaza de mercado» (sic) para informes genéticos de ADN (https://www.geneplaza.com/). «DNA
Land», por su parte, promueve
el conocimiento acerca del ADN con invitación
a que: «Descubra interesantes rasgos físicos y de bienestar, determinados a
partir del ADN basado en investigaciones científicas publicadas» (https://dna.land/). La
compañía «23andMe» por US $99
invita a aprender cómo su «ADN influye en sus rasgos faciales, sabor,
olor y otros rasgos». (https://www.23andme.com/en-int/), https://rb.gy/3tyens). Hay muchas más compañías disponibles en la Web
que ofrecen resultados sin salir de la casa: www.helix.com/, www.myheritage.es; www.ancestry.com/dna/.
Estos emprendimientos, al prosperar, anticiparán la creación,
señalada por muchos, de una «genotocracia»,
mediante, entre otros procedimientos, la
selección de espermas y óvulos,
comercio inhumano y cruel al que tendrían acceso prioritario, como es de
suponer, los más pudientes, toma de decisiones sobre si se podrá permitir a una
persona tener hijos o incluso, para lo eugenistas, si puede seguir viviendo. Se
configurarían grupos humanos modelados mediante la manipulación de genes para
una eugenesia personal y colectiva, lo cual tendrá severas consecuencias para
la convivencia humana y la preservación
de las culturas.
En la concepción de muchos, tal adefesio llevaría a la vigencia de estigmas
y exclusión desde el nacimiento, surgimiento de grupos supuestamente superiores
con acrecentados privilegios. En el fondo podría conducir a la creación, por
algunos, de una «raza superior», (la tan anhelada raza, la aria, que han
añorado algunos eugenistas y gobernantes
racistas y autoritarios). Esta situación tiende a agravarse con la creciente base
de datos de ADN ya en existencia, las cuales se pueden filtrar, ser falseadas o
hackeadas para efectos comerciales o para abierta extorsión. Igualmente grave
será la pérdida de control de tan privada y valiosa información personal
circulando abiertamente, y por siempre, en las redes informáticas.
En general, no ha sido exitosa la
búsqueda de genes que puedan estar asociados a puntajes de cocientes
intelectuales. En estudios hechos sobre una población específica, sin
representación de las más diversas culturas, se
encontró que la base genética no ha alcanzado a explicar más del 10% de
las diferencias en cocientes intelectuales.
Por ello, no cabe predecir y
orientar el futuro de los niños con base en análisis de su ADN. Este uso de la genética en los
procesos educativos, psicológicos, sociales y culturales en los que crecen los
niños está y deberá estarlo siempre, recorrido por amplísimos cuestionamientos
morales y éticos. (https://rb.gy/irop4g).
En diferentes estudios cada variable
genética encontrada ha tenido un efecto muy pequeño para incrementar o reducir el cociente intelectual.
Al estar la medición de los cocientes intelectuales afectada por variables culturales, entre ellas la lengua nativa,
no hay gen de IQ, aunque se han detectado al menos 22 genes específicos
relacionados con comportamientos humanos
inteligentes que explican el 5% de las variaciones en inteligencia, pero son
los mismos 22 genes que ya se había demostrado que estaban asociados al
crecimiento de las neuronas (https://rb.gy/xp9so2).
Siempre será preciso reconocer que
los cocientes intelectuales no reflejan la amplia variedad de comportamientos
inteligentes, en especial cuando se concibe la inteligencia desde una
perspectiva social y no individual, y se
agrega a la consideración de que todos
los humanos están afectados por las
experiencias culturales específicas y por
la variedad de ambientes naturales en las que se ha convivido y se sigue
viviendo. Esas experiencias representan variaciones cruciales, con valor de
supervivencia y de identidad cultural, que no son posible de valorar mediante
una prueba de cociente individual desarrollada en un lenguaje, para propósitos
y culturas específicas.
El profesor Robert Plomin, del King's College de Londres,
reconocido psicólogo y genetista, en su trabajo
«The new genetics of intelligence» («La nueva genética de la
inteligencia») sostiene que los puntajes poligénicos (logrados mediante análisis elaborados del genoma)
permiten predecir el 4% de la
variabilidad en inteligencia y del 10% cuando se agregan otras variables como
años de educación. Sostiene este autor que: «Las puntuaciones poligénicas
predicen los resultados psicológicos y conductuales desde el nacimiento como
más adelante en la vida… son predictores causales porque nada en nuestros
cerebros, comportamiento o entorno puede cambiar las diferencias en la
secuencia de ADN que heredamos de nuestros padres». Agrega que no será necesario
evaluar la inteligencia mediante tests. (https://www.nature.com/articles/nrg.2017.104),
(https://rb.gy/vbwgxa).
Desde otra perspectiva y bajo una concepción clara de bioética, la lucha por la justicia social y la reafirmación
del ser humano como social por naturaleza, la profesora Catherine Bliss precisa
que los tests de DNA omiten las razones
por las cuales los estudiantes tienen éxitos o fracasos escolares: la
buena nutrición, el apoyo en el hogar, el
acceso a cuidados de salud y la educación marcan diferencias grandes en lo que ellos
hacen y pueden hacer. Agrega que el desarrollo de predicciones de IQ basado en análisis de
DNA requerirá cuidadosas consideraciones éticas
por los gobiernos, los legisladores, la sociedad en general y, en
particular, por los padres de familia y
los maestros. (https://rb.gy/06x1gg).
Consideraciones que deberán hacerse mucho
antes de que algunos colegios, esos con clara orientación empresarial más que
educativa, ofrezcan esos análisis, los
empleen en sus criterios de admisión y aseguren que promoverán un mayor progreso de los alumnos y éxito
asegurado en la vida social y laboral.
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