Transformación de las Escuelas Con Nuevos Modelos Educativos (Primera parte)

 

Transformación de las Escuelas Con Nuevos Modelos Educativos (Primera parte) 

Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/

Cuando ya está próximo a cubrirse el  primer cuarto de lo que hasta hace poco se podía llamar nuevo siglo, se ha mantenido la esperanza de que los sistemas educativos del mundo abrieran las puertas para una nueva educación, para nuevas prácticas pedagógicas, para renovados maestros, para transformada habitabilidad de las escuelas, para alumnos y maestros bien dotados de recursos para enseñar y aprender y con acceso gratuito y oportuno a las nuevas herramientas informáticas. Anhelos de una educación con transformación de las antiguas prácticas de formación de maestros en las Escuelas Normales y Facultades de Educación, educación para un nuevo maestro y alumnos reverdecidos en la alegría de aprender. En fin, un nuevo modelo educativo que trasfiriera a la escuela hacia las nuevas realidades que plantean las transformaciones sociales, geopolíticas, culturales, económicas y laborales.

El atraso, y la impropiedad de los modelos educativos, son ampliamente reconocidos en todos los países del mundo. Los Estados, desde hace décadas, se encuentran en inarmonía con la educación ofrecida, la cual no responde a las necesidades para el progreso y el bienestar colectivo. En cada uno, se reclama la necesidad de una nueva escuela, de renovadas  estrategias de enseñanza y de aprendizaje, de variaciones en las jornadas y horarios escolares, de la sustitución del ya tantas veces mencionado modelo de formación centrado en las estrategias denominadas curriculares y, como se mencionó, de modelos educativos, así en plural para dar opciones a la innovación focalizada en necesidades específicas de los países y, también, para abrir la puerta a las diferencias culturales entre países y regiones dentro de estos.

Por la persistencia del clamor, los reclamos se han vuelto cacofónicos, con notas discordantes que llegan a los oídos sordos de muchos a quienes compete liderar la exigida transformación. Pero, el modelo se sostiene abiertamente estancado, marcha ahí hacia atrás, hacia fases previas de desarrollo económico y social, ignorando los cambios que se requieren y las abiertas súplicas de llevar a cabo las proclamadas transformaciones. Por muchos es reconocido el hecho de que las estructuras burocráticas, aquí y allá, interfieren con el persistente clamor que también reverbera desde dentro de las mismas escuelas.

El generalizado clamor, por lo reiterado, ya tiende a la disfonía, aunque se sigue manifestado de muy diversas maneras, incluidos los mismos estudiantes quienes reconocen que la educación que se les ofrece, y que padecen, no les sirve para mucho en el presente y menos en el futuro en el que vivirán y tendrán que laborar.  No sienten que son procesos formativos escolares para formar en la ciudadanía participativa, para el mundo laboral cambiante en extremo, tampoco habilitan la formación en el cuidado y preservación de los ecosistemas y la sustentabilidad ambiental.

Hechos globales y contundentes concurren en la urgencia de insertar, con creatividad e innovación, nuevos modelos educativos. Uno de esos hechos es el declive demográfico, que ha llevado a una reducción en el número de niños que ingresan a las escuelas, lo cual podía ser apreciado como oportunidad para innovar en asuntos como la inversión monetaria por alumno, el tamaño de las clases, la creación de ambientes alternativos de aprendizaje activo, aseguramiento de cobertura total, superación de las jornadas diarias dobles, e incremento el tiempo escolar dedicado al aprendizaje. Pero, no mucho de esto se puede observar, sino que ha conducido más a consideraciones de ahorro, con énfasis en el número de maestros requeridos.

El declive demográfico puede ser aprovechado de manera productiva para sustituir los viejos modelos educativos y, con ello, mejorar la calidad de los procesos formativos escolares. Más que ahorro monetario, podría reforzarse la inversión en la innovación pedagógica y en los recursos para la enseñanza y aprendizaje activos, así como en las muy importantes y cruciales metas de alcanzar una educación de calidad con acceso universal, igualitario y equitativo para todos. Innovación que incluye, la cualificación o recualificación de todos los maestros que, como es bien sabido (y, a veces, desconocido), constituyen uno de los factores fundamentales para asegurar la calidad de la educación con las características mencionadas.

Hoy en el mundo se cierran escuelas o se refunden algunas de ellas por falta de alumnos. Pero, también existe el fenómeno ya mencionado de déficit de maestros en todos los campos de formación, en especial ciencias, matemáticas, estudios sociales, lengua materna y extranjera, ética, urbanidad y civismo, asunto que afecta la calidad de formación que reciben niños y jóvenes. Ante ese déficit, cabe innovar en los modos de formación y de cualificación de los maestros, mejorar la imagen de la profesión, para que, bajo nuevos modelos educativos, la profesión atraiga y retenga a un número mayor de jóvenes.

En el lapso de 10 años, en California se han cerrado más de 700 escuelas, y el proceso continúa. En Japón, cerca de 500 escuelas se cierran cada año; en dos décadas se han cerrado cerca de 10000 de ellas; las plantas físicas cerradas se han transformado en hoteles. En Francia, en los últimos años, se han cerrado centenares de escuelas; un número considerable de maestros ha abandonado la profesión afectando la calidad de los procesos formativos; también, como solución para evitar cierres y tener suficiente número de alumnos, alrededor de 20, se han agrupado en una misma aula estudiantes de dos o más años escolares. Se resalta que en la región de Lorena los padres de familia inscribieron ovejas (¡!) como si fuesen alumnos para cumplir con el requisito mínimo de estudiantes por clase. (https://shorturl.at/8pQLi). En Alemania, en los primeros 20 años de este siglo se cerraron más de 2000 escuelas, mientras que, en Inglaterra, desde 2010, se han cerrado también centenares de escuelas primarias.  En menos de una década, en Colombia se han cerrado más de 6000 instituciones educativas tanto públicas como privadas; en este mismo país, en el Departamento de Antioquia, cerca de 1/4 parte de las sedes educativas tienen menos de 10 estudiantes. (https://shorturl.at/vFEVr, https://shorturl.at/VCPam, https://shorturl.at/808HU, https://shorturl.at/rWmpa, https://shorturl.at/3SRo6).

Se observa, entonces, la situación paradójica de escuelas sin niños, pero también de niños sin maestros. Más que preocupante, es el hecho de que no habrá niños que asistan a las escuelas para ser educados. En paralelo, más como proyecto inmobiliario que como proyecto para la innovación pedagógica y transformación de prácticas de enseñanza y aprendizaje, se construyen los denominados megacolegios, que, cuando carecen de una concepción de cambio y transformación educativa, son estructuras, físicas que no se aproximan a la formación de las denominadas megahabilidades y tampoco a la creación de ambientes interactivos múltiples de aprendizaje y al acceso a recursos informáticos y conexiones estables y permanentes con suficiente ancho banda.

Los nuevos modelos educativos no se alcanzan con cemento y megaplantas físicas; el cemento refresca la cara de la escuela que no funciona, deja intacto el modelo educativo ineficiente que la ahoga. Se precisa, más bien, cimentar la habitabildad escolar con ambientes ecológicos para enseñar, aprender con alegría y crecer en sólidos logros educativos. El asunto no es de aulas rectangulares, sino de ambientes y espacios seguros, alegres, alejados de relaciones conflictivas o punitivas, ambientes propiciadores de relaciones pedagógicas favorables para el trabajo de los maestros y la motivación y dicha de aprender de los alumnos. Eso es parte del contenido estructural de nuevos modelos educativos.

En las instituciones  que forman maestros, Normales y Facultades de Educación, se adelantan prácticas formativas que contribuyen a validar impropias tradiciones escolares, con muy  limitado uso y validación de tecnologías variadas, entre ellas las informáticas, con exagerado énfasis en procesos de calificación de los aprendizajes, en lugar de la promoción de los mismos para asegurar que cada estudiante alcance las metas formativas que se requieren para crecer y ser socialmente productivo, capaz de vivir en una sociedad justa, armónica y democrática. O sea, que el déficit de maestros no es sólo cuantitativo, sino también de calidad y actualización, con innovación transformadora.

Frente a cambios avasalladores hay quietismo como si se resistiera el cambio.

 

 

 

 

 

 

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