Mi Río, Tu Río, Nuestro Río
Mi Río, Tu Río, Nuestro Río
Enrique E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
Quiso el Dios Creador que el
paraíso terrenal estuviese en tierra fecunda rodeada por dos caudalosos ríos,
el Éufrates y el Tigris, en «La Medialuna de las Tierras Fértiles».
Desde entonces, amparados por los beneficios abundantes de los ríos, surgieron
y florecieron, nutridos de fertilidad, los primeros conglomerados humanos y
también las primeras civilizaciones.
Como si fuese por mandato divino, los ríos han sido esenciales para la
vida en el planeta. Bien se puede afirmar que la historia se ha escrito
alrededor del agua. Sin agua, la tierra es improductiva y también los humanos.
Fueron los ríos fundamentales para la creación de sociedades agrícolas y para
conectar ciudades, crear y fomentar el comercio con los excedentes de
alimentos. Desde los orígenes mismos de la humanidad, ellos han sido base del
sustento alimenticio y del trabajo para grandes núcleos de la población.
Pero, los ríos también han sido consumidos, sobreexplotados y agotados
en la riqueza y bienestar que llevan en sus torrentes a lo largo de sus cauces.
Han sido agotados los ríos como vital recurso mediante insensatas acciones y
decisiones reiteradas y prolongadas en el tiempo para privilegiar ciertos modos
de vida en las ciudades, haciendo caso omiso, con ojos ciegos, oídos sordos,
negligente entendimiento y olvido cultivado, sobre la riqueza de los ríos y de
la esencia vital que, en su rumoroso y constante fluir, tienen para la salud
humana y el mejorestar general. Los ríos no pasan con intención neutra por
valles y praderas, no construyen meandros en vano, no avanzan a su conocida
desembocadura de modo frívolo; ellos, a cada paso, muestran sus mensajes de
plenitud y abundancia para todas las formas de vida. Los ríos no se ignoran o
se tratan con descuido o desdén; por el contrario, se precisa siempre agradecer
su eterna presencia y su alegre y fructífera compañía.
Tan importantes han sido los ríos que para muchas civilizaciones fueron,
y siguen siendo, sagrados. Ellos tienen el mensaje de las divinidades. El agua
es bendita; se emplea en las comunidades cristianas para formalizar, mediante
el bautismo, el ingreso de los nuevos fieles. También es el agua bendecida para
otra variedad de ritos y costumbres religiosas. El agua puede dar lugar a
variedad de epifanías, como la que se dio con la conversión de ella en vino en
la boda más conocida en la historia.
Pero, no solo los humanos se benefician con el agua de los ríos, sino
también los animales y plantas que viven en ellos o en sus amplias zonas de
influencia. Los ríos crean una variedad importante de ecosistemas que, cuando
se les atropellan, se destruyen sus fuentes o se contaminan sus aguas, queda
afectada por años incontables la calidad de vida de los humanos, así como la
extinción de las muy diversas formas de vida presentes en cada río y en las muy
extensas zonas sobre las cuales ejerce positiva influencia.
Fue, es y será insensato, perturbar el curso normal de la vida de un río
y trastornar también los ecosistemas, páramos, montañas nevadas, glaciales y
manantiales de los cuales surgen para iniciar un curso de distribución nada
egoísta con sus beneficios del agua. Un río es una red extraordinaria de que
aporta la naturaleza; a ellos se suman otros como tributarios; son alimentados
por infinidad de quebradas y arroyos. Con sapiencia natural crean fructíferos
humedales en los que consignan transitoriamente sus aguas.
Los ríos tienen vida; fallos jurisprudenciales han determinado que ellos
son sujetos de derechos, como lo es la red acuática completa de quebradas,
manantiales, ojos de agua y arroyos con las especies vivas que en ellos
habitan. «Mi Río», «Tu Río», «Nuestro Río», tiene
vida y es vital para la conservación de la nuestra.
Esa inmensa red de vida concurre con su
generosidad para suministrar agua potable a una humanidad siempre
sedienta; ella acoge a los animales que contribuyen a la saludable
configuración de los ecosistemas que son
básicos para todas las especies vivas, a
la vez que, con el ciclo del agua, contribuye al régimen de lluvias que permite
que los bosques crezcan, que las cosechas sean productivas, que la pesca
sustentable satisfaga necesidades de la población, que animales de las diversas
especies, acuáticas, anfibios, aves y
especies terrestres crezcan, que los bosques, árboles y plantas den sus frutos
y que otra amplia variedad de animales se beneficie del uso del agua y de los
productos que ella facilita.
No se sabe de ningún animal que perturbe el curso normal de los ríos, de
sus afluentes o de la red acuática en su totalidad. Pero, la alegría de vivir
del río, por el río, al lado del río, con el beneficio del empleo sensato de
sus aguas, permite contribuir al bienestar y felicidad de todos los seres vivos
en el planeta. Esa perturbación ha ocurrido, a guisa de progreso, con la
canalización de sus cursos, así como los de quebradas y arroyos. A estas intervenciones se agregan aquellas que, con el
crecimiento de las poblaciones urbanas y de los procesos de industrialización,
han llevado a que se hayan convertido en recipientes pasivos de desagües
putrefactos, llenos de contaminantes químicos, antibióticos, plásticos (y
partículas de microplásticos), además de los desperdicios biológicos de los
humanos.
Siempre se ha dicho que el río tiene memoria que, aunque su curso normal
sea artificialmente alterado, el que han labrado por eones, buscará regresar a
su camino tallado y trabajado con la fuerza de su movimiento hacia otros ríos,
hacia lagos o al mar. Los ríos, en su sapiencia, generan los playones o
llanuras de inundación, las que amortiguan los efectos que pueden tener las
riadas en épocas de intensas lluvias; llanuras en las que, de manera impropia,
se han construido poblados y ciudades en las que los ríos causan grandes daños,
como inundaciones, destrucción de propiedades y de cultivos, y pérdidas
humanas, además de las cuantiosas pérdidas económicas. Sobre tales llanuras,
que amortiguan con humedales o lagunas transitorias, se han sobrepuesto también
carreteras, plazas de toros, campus universitarios, edificios estatales,
barrios enteros, conjuntos residenciales multifamiliares, centrales
hidroeléctricas, todo ello con profunda afectación de los ecosistemas y de la
vida que estos albergan y sustentan.
Se precisa entonces hablar de «Mi Río», de «Tu Río», así
en primera y segunda persona del singular, y de «Nuestro Río», también
en mayúsculas, en la primera persona del plural. No hará falta decir y destacar
que los esfuerzos por la sanidad de los ríos, de sus ecosistemas conexos y de
la salud y seguridad de las poblaciones humanas y de los animales, implican
actuación colectiva pronta y con conciencia plena para lograr las acciones y
comportamientos que aseguren que se mantenga la sanidad de los ríos y que se
corrijan los terribles actos que se han cometido contra ellos, seguramente
guiados por la ilusión de la llamada «modernidad» y del progreso.
Una modernidad que ha significado la destrucción de un patrimonio
colectivo, físico, ambiental y cultural, de valía para todos. Modernidad, que
aparte de los daños ambientales, ha significado para muchos la tragedia, la
pobreza, la pérdida de bienes materiales, de cultivos y, también año tras año,
de muchas vidas, causadas por esa supuesta modernidad que se les ocurrió a
algunos para transformar ríos, patrimonios culturales e hidrográfico, en
pequeños canales. El curso natural, que parecía molestar a algunos, dejó de
serlo; fueron aprisionaron entre canales de cemento y se deshicieron de ellos y
de toda la red de arroyos y quebradas afluentes. A continuación, algunos se
apropiaron de las llanuras de inundación para proyectos de propiedad raíz. En
cada caso, se deshicieron de los ríos, de la abundancia de vida en ellos y de
su influencia en los vastos terrenos, de su provechosa influencia.
El «Fondo Mundial para la Naturaleza - WWF» destaca que algo más
de la mitad de los 500 principales ríos del mundo tienen altos niveles de
contaminación. (https://tinyurl.com/363887mr).
Contaminación que incluye toda clase de
basura, electrodomésticos, aceites de motores, pesticidas, colchones, mobiliario,
materiales de construcción, llantas, entre otros.
A toda esa basura que recibe y
sufre de manera inmisericorde «Mi Río», «Tu Río», «Nuestro Río»,
se agrega la de los metales, como el plomo y el mercurio. De este último, en
Colombia en un solo año se arrojaron 205 toneladas, afectando la calidad del
agua que debe ser potable, para consumo y riegos y, con ello, la salud pública.
A esto se agrega el envenenamiento de las especies vivas que ellos albergan. (https://shorturl.at/7JXRr, https://shorturl.at/DtyOa).
El río se ha convertido en el río de nadie; pasó al olvido, aunque haya
estado ahí a la vista de todos, un objeto estorboso, propio para el desagüe de
las inmundicias de la ciudad. No ha importado si el río es sagrado para algunas
religiones. Han dejado de ser «Mi Río», «Tu
Río», «Nuestro Río».
Hay ríos muy conocidos que
tienen altos niveles de contaminación como el Río de La Plata, el Ganges, el
Mekong, el Nilo y el Yangtzé. Todos con importancia crítica en los respectivos
países. En Colombia, se puede mencionar al río Medellín
Un juvenil y muy exitoso
alcalde de Medellín, con una visión clara de la importancia de preservar al río
con la red completa de todos sus arroyos y quebradas afluentes, para promover y
conservar ecosistemas y el bienestar y la salud de la ciudadanía, creó una
entidad de muy alto nivel bien denominada «Mi Río»; así, con énfasis
posesivo, para que todos, gobernantes y ciudadanos, entendieran que el río es
una posesión y un bien colectivo. Varias décadas después, el hoy exalcalde
continúa invocando a gobernantes y a toda la ciudadanía para que cuiden y
protejan todo el sistema acuático del río que cruza por toda la mitad del valle
en el que se encuentra la ciudad y que, con el conjunto de acciones colectivas,
se eviten las recurrentes catástrofes y se mejore la calidad de vida de todos
en la ciudad.
Ahora, en medio del descuido y
del abandono del río, desde hace un cuarto de siglo se ve, cada 25 de
septiembre «El Día Mundial de los Ríos», a un solitario, idealista,
quijotesco y algo quimérico defensor del río, navegar toda su cuenca en una
frágil barca, de endeble material, acompañado por centenares de paticos y
pollitos amarillos, de lo que se usan en las bañeras, para significar con ellos
la vida que se desea en el río y, a la vez, clamar por la atención de gobernantes y de toda la
ciudadanía sobre la necesidad de recuperar la salud del río para que cada uno
pueda llegar a decir que ese cuerpo de agua, con toda su cuenca, es «Mi Río», «Tu Río»,
«Nuestro Río». El río de todos.
Comentarios
Publicar un comentario