El Estancamiento de la Escuela o del Pensamiento sobre Ella
El Estancamiento de la Escuela o del
Pensamiento sobre Ella
Enrique E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
«Mañana es mi examen, pero no dejaré que ninguna hoja de papel decida mi futuro»- Thomas Edison.
Exámenes y tests
estandarizados para medir la calidad de los procesos formativos escolares es una
concepción que les interesó a otras generaciones. Los jóvenes saben que de tales
exámenes y tests estandarizados no depende mucho o nada de sus futuros. La calidad de la educación, inferida mediante
tales prácticas, corresponde a una visión de algunas corrientes economicistas
que, con base en las pruebas estandarizadas, acceden a puntajes con los cuales realizan
sus cálculos estadísticos e infieren «calidad». Esta es igual a lo que mal
miden tales pruebas; pero tales cálculos
no permiten cambiar a las escuelas, a la enseñanza o la vida de los
maestros. Se llega a afirmar que el
progreso escolar está en retroceso con respecto a los años 80, y antes, del siglo pasado, como si el mundo y las
expectativas de los jóvenes no hubiesen cambiado. La conclusión, nada creativa,
frente a agobiantes realidades escolares y extraescolares, es la añoranza del
pasado, fraguado en una frase muy repetida: «Regresar a lo básico»; o
sea, regresar a la escuela de los tiempos asaz idos.
En julio de 2024, «The
Economist» publicó un Informe Especial titulado «Schooling’s stagnation: Must try harder». (El Estancamiento de las
Escuelas: El deber es esforzarse más», el lector lo puede leer aquí: https://tinyurl.com/ys6zjx7v. Está dividido en cinco capítulos: 1. El estancamiento de la escolarización: Las
escuelas de los países ricos avanzan mal.
2. Los maestros del mundo rico están cada vez más inconformes o
molestos. 3. La tecnología: ¿La inteligencia artificial transformará a la
escuela? 4. Las habilidades socioemocionales: Los esfuerzos para formar en el
carácter traen promesas y peligros. 5. De vuelta a lo básico: Las reformas
escolares de Inglaterra están ganando adeptos en el extranjero.
En el primer capítulo se destaca que las escuelas en los
países más ricos progresan muy poco. Se presenta la argumentación basada en las
pruebas estandarizadas propias de esos países y en el desempeño de los alumnos
en las pruebas PISA, en las cuales se muestra un descenso en las puntuaciones
en matemáticas, ciencias y lectura; también se consideraron los resultados en los
exámenes de la «International Association for the Evaluation of Educational
Achievement IEA», la cual conduce, desde 1958, estudios sobre logros
académicos en distintas áreas.
Encontró el autor de este capítulo que si bien los
resultados en los años 80 y 90 de los 20 países más ricos eran satisfactorios,
desde entonces han decaído, resaltando
la caída de los puntajes en Finlandia, Francia, Alemania, Países Bajos y Nueva
Zelandia. Observa en sus reflexiones que los estudiantes han cambiado sus modos
de comportamiento y que les es difícil a las escuelas mantener las mejoras, por
lo que tienen que correr más rápidos en lugar de permanecer quietas. Anota que
parte del problema radica en la inmigración creciente, a la vez que reconoce,
lo que es muy obvio aun para las mentes más desprevenidas, que los alumnos
aprenden menos si están enfermos y si tienen hambre, a lo que agrega la culpa
del efecto negativo de las redes sociales y del uso de dispositivos móviles.
Los padres y los alumnos, argumenta el autor, rara vez
están organizados, lo que hace que los maestros y sus sindicatos resistan el
cambio, la cualificación y la evaluación, con base en las cuales pudiesen
mejorar los resultados (en las pruebas, se asume). La educación no ha sido una
prioridad pública como lo fue en el pasado. Se ha dado una inflación en la
asignación de calificaciones. Los resultados en la educación han conllevado en
Inglaterra al estancamiento en las habilidades más fundamentales. En los Estados Unidos hay un sentido de
fatiga hacia las reformas educativas con efectos en la baja inversión en
educación; la gente se ha acostumbrado a ignorar las malas noticias sobre el
progreso escolar. Agrega el autor que: «Los sistemas escolares necesitan ponerse manos a la obra. Cuanto más tiempo se enmohezcan, más difícil será revitalizarlos».
Otro acápite de este Informe (que se puede leer aquí: https://tinyurl.com/539rfpy3), se refiere a que los
maestros de los países ricos están cada vez más molestos o inconformes. Toma
como referencia a Estonia, como un país que enfrenta una
crisis de falta de maestros, especialmente jóvenes, debido en parte a que la profesión en sí
misma no es atractiva por sus salarios. A ellos se les asigna una carga
creciente de demandas, tienen que manejar clases de tamaños más grandes,
atender un creciente número de estudiantes con necesidades especiales, y porque
reciben poco apoyo y ofrecimiento para su cualificación. Todo lo cual tiene,
como consecuencia, el abandono masivo de ese trabajo debido al «burnout»
(desgaste laboral), lo que lleva a los
gobiernos a recurrir a maestros sin la debida cualificación, con el consecuente
efecto negativo en el progreso de los alumnos.
Para que todos los
estudiantes tengan acceso a una enseñanza de calidad, propone el autor de este otros capítulos que, aparte de incentivos y mejoras en los salarios, es
necesario un cambio en la estructura de la enseñanza, moviéndola más allá del modelo rígido de un
maestro por cada aula hacia áreas de formación integradas, con maestros
trabajando juntos sobre las diversas metas de aprendizaje, siempre acorde con
las necesidades de los estudiantes. El apoyo en recursos tecnológicos puede
jugar un papel muy importante, especialmente en lo relacionado con la
personalización de los aprendizajes y en el fomento de la creatividad de los
alumnos.
La ausencia de maestros es
un asunto que demanda un enfoque multidimensional que tiene que ver con los
asuntos financieros, el desarrollo profesional y los modelos de innovación. Los
países pueden crear una profesión de la enseñanza más gratificante y sostenible,
invirtiendo suficientes recursos para asegurar un mundo más brillante a las
siguientes generaciones de estudiantes.
En el Informe se aborda la
pregunta de si la inteligencia artificial transformará a la escuela. Se retoman
las reiteradas ideas a lo largo de los años se han expresado en el sentido de que
muchos de los múltiples desarrollos tecnológicos reemplazarían, en un corto
plazo, a los textos y a los maestros. Hoy, tal idea se apoya, entre otros, en
los tutores digitales. Algunos, desde el campo tecnológico, miran a la escuela
como dinosaurio, en dónde los maestros con clases de 30 o más estudiantes inevitablemente
gastan mucha parte de su tiempo dictando contenidos a velocidades y con niveles
de dificultad que se estiman apropiados para el estudiante promedio. Se
reconoce la posibilidad de que con el software educativo los estudiantes pueden
aprender a su propio ritmo y acercar la individualización de los aprendizajes,
en un mundo en el que sólo los estudiantes más ricos pueden tener sus propios
tutores.
En cuanto al impacto de los
últimos avances en inteligencia artificial generativa, estos pueden hacer que
el software educativo sea más motivante y también más fácil de construir, ya no
sólo para el área de matemáticas y ciencias, sino también para las humanidades.
Un hecho real es que esta inteligencia artificial generativa puede, en su
aplicación, dar como resultado sumas negativas. Una dificultad está dada por la
de la motivación de algunos, ya que si bien buena parte de los productos
funcionan bien para muchos estudiantes, siempre hay un grupo que no concuerda
con ello porque encuentran que hablar con los robots es muy aburrido. Pero,
definitivamente, hay un lugar en las escuelas para esa nueva tecnología; hay ya
maestros apoyando su trabajo en tiempo real con asistentes digitales. Tal vez
sea más posible mirar a las escuelas, no tanto como dinosaurios, sino como
grandes tiburones blancos, porque muchas de las prácticas escolares, cómo la
agrupación por grados y la asignación de calificaciones, no se han extinguido.
En cuanto a las habilidades
socioemocionales, se reconoce en el Informe que en los primeros años de edad para
la formación de un niño importan más el aprendizaje de las habilidades sociales
y el autocontrol. Basado en ese principio, muchos maestros ponen énfasis en
fomentar el optimismo y la estabilidad emocional; o sea, rasgos no académicos. Recayendo en la trampa de la examinación, se
afirma que algún esfuerzo empírico se ha hecho para demostrar, por ejemplo, que
la persistencia y la curiosidad pueden predecir mejor altos puntajes en pruebas
estandarizadas. Así, hay una línea de trabajo entre los nuevos maestros, más
que entre sus antecesores, se dice el Informe, que centran la formación en
tales habilidades, no sólo en preescolar y en primaria. Pero, algún sector de los críticos sociales
de las escuelas piensan que es una distracción de lo esencial y que lo fuerte
es el aprendizaje académico.
Finaliza el Informe con el capítulo sobre algunas reformas en
Inglaterra que, en el concepto de quien lo escribe, son imitadas en otros
países. Se propone un «retorno a lo básico»: Mayor énfasis en
asignaturas básicas como matemáticas y ciencias e inglés, el empleo de pruebas
estandarizadas, la asignación de salarios por mérito a los maestros y el uso de
indicadores de valor agregado con la evaluación de ellos y de las escuelas según
resultados.
La lectura del Informe de «The Economist», lleva a la
consideración de que el llamado estancamiento de la escuela no debe referirse a
una comparación de resultados en exámenes. Es una consideración no sólo
estrecha, sino abiertamente incorrecta sobre lo que se debe entender como una
educación de calidad medio siglo después. No se mejora la calidad de educación,
ni se garantiza el acceso a ella como un derecho fundamental, mejorando los puntajes
en las mencionadas pruebas estandarizadas. Esa es una ilusión que engaña a la
ciudadanía y a las nuevas generaciones. De otra parte, «regresar a lo básico»
es la añoranza de la escuela como dinosaurio revivido. Además, existen los que
se atreven a elaborar rankings de países y de escuelas con base en esas inútiles
e innecesarias pruebas, las cuales, en sí mismas, son otro de los factores que
evitan la innovación en educación y el mejoramiento de la calidad de ella.
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