No. No se Puede Regresar a la Normalidad
No. No se Puede Regresar a la Normalidad
Enrique E. Batista J., Ph. D.
Hemos
vivido en un mundo y sociedad muy anormal. Hay que aplanar la curva del
coronavirus y también muchas otras curvas mortíferamente infecciosas presentes en el
mundo.
La
expresión oída y promulgada tantas veces en estos días de “regresar a la
normalidad que algunos con nada afortunado eufemismo han llamado “la
nueva normalidad”, asume que vivíamos en un mundo y sociedad normal, cuando
todos sabemos que la sociedad mundial está
recorrida por una gran cantidad de anormalidades creídas, sostenidas como verdades
en sí mismas, toleradas o aceptadas con pasividad, impuestas o simplemente
aceptadas con resignación. No. No vivimos en un mundo normal. No podemos “regresar”
a lo imperfecto, a una nueva imperfección, a las desigualdades, inequidades,
exclusiones, pobreza, desnutrición infantil y hambre, desempleo, educación de
baja calidad, violencia, enfermedades endémicas, destrucción del planeta,
carencia de seguridad social, y muchas otras anomalías, sufridas o pasivamente
consentidas, de un mundo nada “normal”.
Sabemos que el mundo no será igual después de la pandemia. No
hay ninguna “normalidad” a la que regresar. La manera cómo concebimos la
globalización de nuestras relaciones y economías, las maneras cómo vivimos,
trabajamos, nos relacionamos, estudiamos y cooperamos han sido afectadas de
modo esencial. También ha sido demostrado qué somos seres altamente débiles y
susceptibles de ser dañados, y hasta aniquilados, en menos de 100 días. Esos cambios muestran que no hay manera de
volver al mundo anterior a la “normalidad” a esa “nueva normalidad”
que predican algunos.
¿Regresar
a la normalidad? De qué normalidad estarán hablando o fantaseando algunos que
con sus conceptos nada bien fundados y a la ligera pueden llevar a reaperturas
de espacios y ambientes de trabajo, recreación y de estudio de manera
precipitada. Se precisa garantizar, entre otros, el derecho a la educación,
pero también, y por encima de todos, el derecho a la salud y a la vida.
Como
ejemplo tómese a Corea del Sur que reabrió sus escuelas en mayo de 2020 para
muy poco después, en menos de 10 días, tener que cerrar cientos de ellas por la
aparición de nuevos brotes del covid-19. La corresponsal de la BBC en Seúl dijo
que “la situación está lejos de ser normal”. Allá, además, fueron cerrados parques públicos y museos; las autoridades han
vuelto a insistir en que las empresas flexibilicen sus agendas de trabajo y a reiterar
la recomendación a los ciudadanos para que obedezcan el distanciamiento social
y demás normas del confinamiento por el bien de la educación de los niños. (https://bbc.in/3726oz7).
Es
evidente que el “abre y cierra” de las escuelas acrecienta los efectos
psicólogicos negativos sobre los alumnos y sus maestros así como los niveles de
motivación para el mejor desempeño escolar. Contribuye, así mismo, a
incrementar la ansiedad de los padres de familia y a perturbar su tranquilidad.
Hemos escuchado
y aprendido que para proteger a toda la
población se precisa reducir el riesgo de propagación del virus y “aplanar
la curva”, lo que equivale, dicho de manera breve, a retrasar la tasa de
infectados, disminuirla en el tiempo, evitar el colapso de los servicios de
salud con el consecuente aumento de mortalidad y de infección a los
profesionales de la salud.
Pero a los ciudadanos del mundo no bastará que se logre el
necesario aplanamiento de la curva de esta pandemia. Necesitamos saber qué
ocurrió, por qué ocurrió, quiénes escondieron la verdad, qué autoridades
actuaron con desidia o pecaminosa omisión, en qué y por qué hubo posibles fallas
u omisiones de parte de la Organización Mundial de la Salud.
Hay que aplanar la curva de mentiras y engaños que buscan
ocultar responsabilidades de quienes con sus acciones han contribuido a que
haya tantos muertos, desempleados, recesión económica y confinamientos
perturbadores de la vida cotidiana con sus amplios efectos negativos psicológicos.
Los ciudadanos del todo el mundo requerimos que se aclaren las verdades
cubiertas por sofismas distractores por algunos, pedimos que se aplane la curva
de las mentiras.
Necesitamos aplanar las estrategias de comunicación con la
que se han tratado de comunicar que no ha pasado mucho y que vamos camino a lo
que fue y debe ser normal. Hay que aplanar las “fake news” con las que
se pretende rehuir responsabilidades y salir adelante diciendo que ya, y a la
ligera, se puede regresar al mundo previo a la pandemia.
Requerimos que se lleve a cabo de manera autónoma e
independiente una investigación global sobre los hechos que crearon la actual
tragedia de modo que los responsables asuman las consecuencias de sus acciones
u omisiones al ser juzgados por las autoridades de los países o por las Cortes
internacionales. La impunidad no pude regresar a su “normalidad”.
Hay que aplanar muchas otras curvas para así vivir una nueva realidad,
alcanzar el mundo como siempre debió ser. No se puede pensar que será normal
que los millones de desempleados mirarán y vivirán con optimismo el regreso a la
supuesta normalidad. No se puede regresar a la normalidad donde la
concentración de la riqueza global la
acumulan muy pocos que se pueden contar con los dedos de la mano. No se puede
regresar a un mundo normal plasmado de
desigualdades donde reina la pobreza de todos.
Tampoco se puede pensar que volveremos a la normalidad con
las carencias universales de acceso a servicios de salud eficientes y eficaces.
Hay que aplanar los males en el sistema de salud en donde los profesionales de
ese campo son desvalorizados y mal remunerados, aplanar las muy visibles arrugas
del sistema de salud en donde las drogas son de muy alto costo o no están
disponibles, aplanarlas para que recibir la atención médica oportuna a la que
se tiene derecho no se alcance por la vía de las tutelas. En el campo de la
salud, no se puede regresar a esa “normalidad”. La pandemia mostró el
alto valor humano de los profesionales de la salud y el desprecio y poca valía
que se les reconoce y asigna.
Hay que aplanar la curva de las muy visibles carencias
educativas. Regresar a la normalidad educativa, hacia las escuelas que siempre
funcionaron con la constante de la anormalidad, desprovistas de adecuada
infraestructura física vetustas y calamitosas, que no cumplen normas de sismo
resistencia; escuelas carentes de recursos tecnológicos y de los demás medios
necesarios para una enseñanza y
aprendizaje esenciales y significativos, con maestros mal pagados y nada
reconocidos, con una educación superior
pública desfinanciada, con deserción estudiantil cercana al 50%, con valores de
las matrículas impagables y con sus modelos de admisión excluyentes. Escuelas
con alumnos mal nutridos y sin cobertura en salud, escuelas sin agua potable y alcantarillado, sin acceso a Internet,
escuelas con cobertura muy baja en la educación media, escuelas con
bachillerato que no cualifican para la vida ciudadana y tampoco para el trabajo
productivo. Y mucho más. No. No se puede regresar a esa “normalidad”. La
educación y las escuelas no han sido normales para que se pueda predicar un regreso
de ellas a la muy pregonada “normalidad”.
Hay que aplanar la curva de las desigualdades, entre ellas
las de género, la de la exclusión e inequidad, aplanar las curvas del
desempleo, la de la explotación sexual de niños y adultos, la de los empleos crecientes
en la economía de la informalidad a las que son forzadas miles de familias,
siempre las más excluida, para una subsistencia indigna e infrahumana. Esa no
es ninguna “normalidad” a la que debemos regresar.
Hay que aplanar también la curva de la podredumbre que recorre a todos los países del mundo como lo son la corrupción, la evasión y
elusión de impuestos que enriquece a algunos y compromete la inversión social
para beneficio de a las mayorías. Se estima que cada año en el mundo los
corruptos se roban un trillón de dólares de presupuesto público por sobornos y que con la evasión fiscal esa cifra se
triplica. Con esos dineros se erradicaría la pobreza en todo el mundo. (https://bit.ly/3cm1xty). El Secretario General de la ONU, António
Guterres, ha destacado que los pobres y vulnerables son los que más sufren los
efectos de la corrupción en el mundo.
Indicó Guterres que la corrupción trae, entre otras, las
siguientes consecuencias: Roba a las escuelas, hospitales y otros servicios
vitales; priva a las personas de sus derechos; daña el medio ambiente; destruye
las instituciones; desencadena conflictos; colapsa las instituciones políticas
y sociales; y agrava la impunidad. (https://bit.ly/3cqluz8).
Esa no es, claro está, la
normalidad a la que hay que regresar sabiendo que la pandemia ha cambiado casi
todo y algunos querrán que se diga y se crea que ya todo es normal “otra vez”,
que está abierto el camino de regreso a
una “nueva normalidad”.
No podrá haber una “normalidad” concebida dentro de la
podredumbre que no tiene miramientos éticos, que desconoce las normas del
Estado social de derecho, los derechos humanos de todos, el civismo, la
urbanidad, la convivencia y respeto por la salud del planeta y su biodiversidad.
El mundo para ser “normal” tiene como una de sus condiciones tener
ciudadanos éticos.
Regresar a
la pregonada “normalidad” llevará a rebrotes de los males que han aquejado
en lo social a las diversas comunidades en el mundo; llevará a que el mundo
siga igual como si nada hubiese pasado, a pesar de la presente masacre genocida, llevará al continuo
reinado doloroso de las curvas no aplanadas y que la inequidad social, las
injusticias, la exclusión y la discriminación sigan rampantes. Serán rebrotes
que resurgirán engrandecidos en mitad de la indiferencia y silencio cómplice
que no podemos permitir en sociedades democráticas, igualitarias y justas.
Requerimos más bien que surjan brotes de riqueza interior, de
formación cívica, cultural, humanista y humanizante para que después de la
pandemia encontremos los caminos para el mejor estar humano colectivo y la
garantía de los derechos ciudadanos de todos y cada uno de los habitantes del
planeta. Para ello, es necesario aplanar muchas curvas de
las cuales aquí se han mencionado sólo algunas.
Espectacular reflexión. Sin partidismos ni politiqueria barata me puso a pensar en los retos que como humanidad tenemos a partir de la llegada del Covid a nuestras vidas
ResponderBorrarMuchas gracias Javier por tu muy importante opinión.
BorrarSe necesita entonces, que el nuevo cambio esté dirigido a interesarme en el otro y regresar con una mentalidad más solidaria.
ResponderBorrarAsí es Mabelein. Una meta formativa esencial es la construcción de sociedades solidarias. Con ella construimos un sólido valor esencial para una la inclusión, la armonía
Borrary la vida entre todos inclusiva, igualitaria y pacífica.
Gracias por tu comentario Mabelin. Buen día.
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