Conciencia y Formación Ciudadana sobre la Perniciosa y Tóxica Influencia en Niños y Adolescentes de las Redes Sociales
Conciencia y Formación Ciudadana sobre
la Perniciosa y Tóxica Influencia en Niños y Adolescentes de las Redes Sociales
Enrique E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
«Facebook sabe que
sus productos pueden ser adictivos y tóxicos a los niños» - R. Blumenthal
senador EE. UU.
Hace muy pocos días se cayeron y callaron Facebook, WhatsApp e Instagram, todas redes
sociales del grupo empresarial de Mark Zuckerberg, quien a los 37 años es calificado la segunda persona
más rica del mundo después de Elon Musk.
Fueron muchos los afectados con
la caída y se hizo evidente que buena
parte de las actividades humanas dependen de los servicios que prestan; cerca
de la mitad de la población mundial las usan.
A principios de octubre de 2021 la revista TIME propuso en su versión web la eliminación de Facebook,
resaltando que esta compañía cerró su
grupo de trabajo de integridad cívica
que tenía como función central poner a las personas por encima de las ganancias,
decisión que, señala TIME, alienó a muchos de ese equipo crítico creado para combatir
la desinformación y el odio. Una de las consecuencias de tal
decisión fue que una extrabajadora de Facebook, la científica Frances
Haugen, delató abiertamente perversas
prácticas en esa organización. (https://rb.gy/aqmrd4).
Entre los asuntos que denunció la
científica Haugen, quien había trabajado para Google, están: Facebook
sabe por investigaciones propias que sus sitios son potencialmente dañinos para la
salud mental de los jóvenes, investigaciones que fueron
escondidas e ignoradas; sus productos perjudican a los niños, considera
a los niños entre 10 y 12 años como "una riqueza sin explotar"; ha
optado por mostrar contenidos que hagan "enfadarse más" a los
suscriptores, a que se molesten o depriman porque el contenido que es odioso, divisivo y polarizante inspira más a la gente que otras
emociones; avivan la división y debilitan nuestra democracia; representan un
altísimo peligro al convertirse en un
servicio que se ha hecho necesario en la vida diaria de muchas personas; oculta
intencionadamente información vital a sus suscriptores, al gobierno de los Estados
Unidos y a los gobiernos de todo el mundo; es necesario actuar e ir más
allá de los actuales marcos normativos.
Se ha mostrado evidencia de que «Facebook se nutre de las miserias humanas».
(https://rb.gy/cnuqwu, https://rb.gy/3ltwh8).
Esas redes sociales son lucrativos
negocios hechos a costa de los suscriptores, carecen sus dueños de integridad cívica, con poco
o nada de acciones contundentes para prevenir que sean utilizadas para planear acciones violentas o para dañar la honra y el buen nombre de
muchísimas personas, empresas y diversas organizaciones sociales. El muy lucrativo negocio es muy simple: Se
ofrece acceso a la plataforma, sin costo sólo en apariencia, a cambio del
acceso y uso de información personal, la cual es vendida a muchos otros empresarios
para elaborar perfiles de cada suscritor y poder mejor vender sus mercancías. Cada
persona en el mundo, en especial niños y adolescentes, precisan conocer que
existe una multiplicidad de otras maneras adicionales de perder nuestra
información personal. A continuación se
presentan algunas de ellas.
Cada computador o dispositivo
móvil cuando accede a Internet lo hace desde lo que se denomina una dirección
IP (Internet Protocol). Cada IP
contiene cierta información de cada persona (u organización) la cual puede perderse de
varias maneras: hackeada, implantación de malware (programa malicioso),
robo de la identidad, control remoto por otros del dispositivo, al enviar o
recibir correos, abrir enlaces, bajar apps o software, participar en foros o videoconferencias y, también mediante
la participación en redes sociales. El empleador, mediante la IP de su
organización, puede trazar las actividades de sus empleados, eliminado
cualquier posibilidad de privacidad. (https://rb.gy/8dfmaz).
Otro canal para entregar, perder o facilitar que otros se apoderen de nuestra
información personal es mediante la aceptación de las “cookies” (que
traduce «galleticas dulces»). Son ellas espías, persistentes e intrusas, que a diario se permite que ingresen
a nuestros computadores y dispositivos móviles. Con ellas entregamos accesos a información,
como por ejemplo: páginas visitadas, idioma que usa, compras, password y nombre de
usuario, localización física, hábitos e intereses, amigos más cercanos, qué
hace cada día y a qué horas, dónde reside y trabaja, en qué lugares merca, compromiso o ideología política y más. Con
base en esa información se crea un perfil completo de cada uno para vender productos o influir en sus gustos y
decisiones de compra, cuando está en un almacén, o en sus decisiones políticas
en las elecciones. (https://rb.gy/7nkjs0).
Navegadores y multitud de
páginas web invitan a aceptar las «cookies» como condición para seguir navegando en
ellas. Presentan a las personas
condiciones como estas (subrayo): «Aceptar todas las cookies para colaborar
con nuestros estudios para marketing», «… para almacenar y acceder a
información en tu dispositivo y recabar datos personales sobre la audiencia», «…utilizar
datos de localización geográfica precisa e identificación … compartir
los perfiles obtenidos a partir de tu navegación entre las empresas del Grupo
para mostrarte publicidad personalizada».
Así, en las redes sociales, distribuidores de
apps y navegadores como Chrome y Microsoft Edge saben más de usted de lo que puede imaginar; conocen de la
totalidad de sus contactos dado que entre muchas de las condiciones impuestas
está permitir el acceso a la información
de cada uno de ellos; tienen acceso a la cámara y micrófono, galería de fotos,
pueden leer o escribir el contenido
almacenado en memorias USB; rastrean el registro de llamadas y se les otorga permiso
para hacer llamadas; conocen su localización exacta, clase y contenido de
videos y fotos que recibe, envía o recircula, almacenes, restaurantes, hoteles
que visita (y, así mismo, de moteles que con la concurrencia geográfica exacta
de las señales de los celulares se sabe quién en su compañía); todo ello es
posible aunque no haya habilitado la función de localización. (https://rb.gy/ixz5h0).
Otro modo de acceder a la información personal se
da con el uso más frecuente de software de
inteligencia artificial. Cuando se suben fotos en la que usted está con otras personas,
con esa inteligencia se comparan millones de rostros y otras facetas corporales
ya almacenadas que permiten identificar
a cada una de ellas. Un estudio reciente en la Universidad de Stanford encontró que con una red neuronal de inteligencia artificial es posible
inferir, con al menos el 90% de seguridad, si una persona hombre o mujer
es homosexual, a partir del análisis de facciones como la frente, la longitud de la
nariz y de la barbilla, expresión
facial, y estilo de peinado. (A raíz del estudio, muchos han gastado tiempo en
el espejo analizando su fisionomía. El lector puede encontrar el artículo
publicado en el Journal of Personality and Social Psychology aquí: https://psyarxiv.com/hv28a/).
No es un acto dadivoso, bajo la figura de acceso y uso gratis, el que ofrecen las redes
sociales y una variedad amplia de sitios en Internet. Se ha estimado que cada
suscriptor le representa a Facebook
US $32.03 que, dado los cerca de
3000 millones afiliados, se puede estimar
las inmensas ganancias anuales. (https://rb.gy/5a2zic).
Todos debemos adquirir la conciencia de que ante
las redes sociales no somos «usuarios», sino mercancía; el producto a vender somos nosotros.
Al suscribirse a ellas, aceptamos condiciones y términos gravosos, los cuales
se admiten, con descuido y como costumbre, sin leerlos. Lo que se acepta de
manera automática es un contrato
comercial que, como tal, obliga a las partes, con la peculiaridad de que
es leonino, ya que todas las ventajas son para
los dueños de las redes (y de multitud de sitios web). Es usual que se
afirme que esos términos pueden ser cambiados sin aviso previo, por lo que
invitan al suscriptor a que los revisen
cada vez que visite el sitio, tarea absurda, onerosas e imposible de cumplir.
No bastará cancelar la suscripción a las redes
sociales. La información personal ya diseminada entre miles de empresarios no
será posible recuperarla. La crisis reciente de
las tres redes sociales mencionadas ha
abierto el espacio a la necesidad de mayor regulación y debate público sobre la
perniciosa y tóxica influencia de ellas.
Conviene una formación personal y ciudadana para asegurar el control autónomo
por cada uno de la información
personal y de la identidad digital, en especial la de los
niños y adolescentes cuando ahora se ha hecho más que evidente que se
desea lograr que ellos, futuras víctimas de la voracidad empresarial, estén focalizados
como población objetivo, como "una riqueza sin
explotar".
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