La Salud Mental Escolar: Síndromes Traumáticos en la Pandemia

 

La Salud Mental Escolar: Síndromes Traumáticos en la Pandemia

Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/


Cómo bien se ha reconocido, la pandemia del coronavirus es el peor acontecimiento traumático que se ha vivido en los últimos cien años. Ha sido una catastrófica situación en la que se ha afectado toda la humanidad, todos los humanos sin excepción. En esta emergencia se requieren especiales estrategias sobre la salud física y mental de los miembros de las comunidades educativas.

Se sigue escuchando, con abiertos signos de negación de la magnitud de la tragedia, que existirá una «nueva normalidad» como si nada especial y muy grave hubiese ocurrido.  Si el mundo social y natural pre pandémico era bien reconocido  como anormal, el regreso sería a una «nueva anormalidad». La Organización Mundial dela Salud ha propuesto no una «nueva normalidad» sino un «nuevo futuro» sostenible como respuesta al COVID – 19. (https://rb.gy/lr3q9i).

No se puede pensar y proclamar «nueva normalidad» sin que a la vez nos preparemos para enfrentar también, y con especial cuidado, las consecuencias de los trastornos psicológicos que nos han afectado a todos. Hay efectos traumáticos hoy y los habrá postraumáticos por años. Si bien son necesarios los protocolos de bioseguridad, se requieren  los de «psicoseguridad» en el hogar, en el trabajo, en la sociedad en general, en las escuelas, colegios y universidades. La pandemia está en curso y, por tanto, se seguirán acumulando los efectos psicológicos pre, peri y postraumáticos.

Esta semana muchos países han cerrado sus escuelas, han decretado confinamientos obligatorios, hay crisis en las UCI, la pandemia está en un brote mayor que el año pasado y una nueva cepa del virus ha aparecido con mayor capacidad de infección.  En ese contexto sombrío la ministra de educación de Colombia ha dicho, «a contrario sensu» que: «Estamos listos para volver a las aulas con alternancia”. ¿Listos en este contexto nacional y global de la pandemia?, ¿listos en el momento en que ha reconocido que las escuelas son un vector importante y significativo de la infección?, ¿listos sin un protocolo de «psicoseguridad», de atención a la salud mental que permita enseñar y aprender de manera efectiva y significativa? Preguntas a las que se agregan las muy inadecuadas o deterioradas instalaciones sanitarias, las infraestructuras físicas  impropias para recibir 15 o 20  estudiantes, ausencia de cualificación de los maestros para implementar estrategias innovadoras de enseñanza, de promoción efectiva de los aprendizajes y de su evaluación para la denominada alternancia.

La estrategia denominada «alternancia» es un simple proceso administrativo que hace caso omiso de las graves afectaciones en la salud mental de maestros, alumnos, padres de familia, la comunidad educativa en su totalidad y la sociedad en general. Existe el riesgo que la «alternancia» sea para cubrir contenidos, dictar, copiar, leer documentos pdf, ver videos, examinar y calificar; o sea, un remedo de la misma vieja e inútil pedagogía. No habrá efectividad de los procesos formativos sin que se atiendan las muy evidentes afectaciones  de la salud de todos  y cada uno de los miembros de las comunidades educativas.

En estas condiciones de seria perturbación de la salud mental de todos, es iluso pensar que al regresar a la  escuela, con la estrategia  denominada «alternancia» se podrán cumplir, sin la garantía de la atención a la  salud mental y física de alumnos, maestros y directivos escolares, los altos fines formativos y sociales que se propone la educación. No es posible, no es viable y tampoco deseable el regreso a las mismas rutinas escolares de antes. La pandemia con sus efectos estresantes y perturbadores sobre la salud mental no ha pasado.  El virus permanecerá y los riesgos están y estarán presentes.

Por eso no es posible pensar en que habrá una «nueva normalidad». El regreso a la escuela tendrá como condición necesaria la implantación bien fundada de un sólido programa y  de estrategias para atender los efectos pre, peri y postraumático de la pandemia en el campo de la salud mental de cada alumno, de los padres de familia, de los maestros y de los directivos escolares, efectos que afectarán la oportunidad y calidad de los aprendizajes y del conjunto de las metas formativas.

Se ha predicho que las personas experimentarán reacciones pre, post y  peri-traumáticas frente al COVID-19, independiente de si han tenido la enfermedad, exposición directa al  virus, indirecta (por los medios y redes sociales) u otras experiencias negativas como las cuarentenas, los confinamientos forzosos, pobreza agudizada, hambre y desempleo. (https://rb.gy/albyum).  Por ello, se precisa el reconocimiento de los efectos pre, peri y postraumático en la pandemia. Para los especialistas la novedad de una pandemia tan generalizada y mortífera  lleva al reconocimiento de que ella no encuadra dentro de   la concepción, modelo y criterios de diagnósticos existentes  como los definidos en el «Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5».  

El estrés postraumático se define como una  afección de salud mental que se desarrolla al experimentar o ver algún evento de serio impacto en la vida de una persona: peligro de morir, guerra, desastre natural, agresión física o sexual, muerte inesperada de un ser querido y otras. Puede durar por muchos años y en algunas personas toda la vida.

Entre los síntomas del estrés están: la reviviscencia del evento perturbador, pesadillas, pensamientos aterradores, evasión y evitación de pensamiento y  lugares asociados al suceso, sobresaltos, insomnio, tensión constante, arrebatos de ira, problemas para recordar, pensamientos negativos sobre sí mismo, otras personas o el mundo, dificultad de atención  y de concentración para el aprendizaje, culpa y remordimiento, perdida de interés, dificultades escolares, inadaptación laboral, disnea, fatiga, miedo de morir por infección, aislamiento social, depresión, abuso de sustancias, ideación suicida y ansiedad anticipatoria. Se presentan también pensamientos, cognición  y estados de ánimo negativos. Cuando ocurre dentro del primer mes se denomina «desorden de estrés agudo». (https://rb.gy/9iada1, https://rb.gy/fy0bxv, https://rb.gy/efcrvf, https://rb.gy/erayxa). A sabiendas que el mundo (de la educación, de las escuelas y del trabajo) como  lo hemos vivido ha cambiado y cambiará sin que se conozca una  clara ruta, la vida en las instituciones educativas de todos los niveles, sin innovadoras transformaciones  será oscura matizada por algunos de los síntomas mencionados.

Es claro, entonces, que los protocolos de bioseguridad se complementen con el de seguridad psicológica y mental. Hay que  tener en cuenta que muchos miembros de la comunidad educativa han sido afectados directamente por la  enfermedad y también por la muerte de seres queridos y  que, por lo tanto, están en un proceso de elaboración del duelo interrumpido y agudizado por la amenaza permanente de ser  infectados y de sufrir los daños físicos y psicológicos que la enfermedad causa, incluida la muerte propia o las de familiares y amigos.

Es preciso recordar que  hay profesores, alumnos y otros miembros de las comunidades educativas que ya sufren  traumas psicológicos agudos debidos a la pandemia.  También hay que tener en cuenta que entre los maestros hay una prevalencia alta, como preexistencia, de «burn out» (desgaste en  el ejercicio profesional  con la concurrencia de extenuación mental, emocional y física) y  que muchos alumnos tienen una variedad de preexistencias físicas o emocionales así como una variedad de traumas previos que afectan la vida diaria y el desempeño en los estudios.


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