La Necesidad de Promover el Derecho de las Mujeres a las Profesiones STEM
La
Necesidad de Promover el Derecho de las Mujeres a las Profesiones STEM
Enrique E. Batista J., Ph. D.
Sin
ninguna razón científica y sólo por prejuicios sociales inveterados la
proporción de mujeres en las profesiones STEM es muy baja.
Una
sociedad igualitaria concede iguales derechos y privilegios a las mujeres que a
los hombres. No basta, por ejemplo, que tengan ellas acceso a la educación
superior si se les sigue, por valores y creencias ancestrales, menospreciando
sus altos niveles de inteligencia y relegándolas a ciertas profesiones
consideradas “suaves”. Situación de exclusión y de menos valía de su condición
humana que es preciso debe desechar. No hace mucho tiempo a ellas les estaba vedado
el acceso a la democracia participativa y a la educación superior.
Hasta
2019 los premios Nobel se han otorgado a 866 hombres y sólo a 53 mujeres, entre
ellas doce en fisiología o medicina, cinco en Química y tres en Física. El muy
apreciado premio Abel en matemáticas ha sido concedido sólo a una mujer (en
2019). El equivalente al premio Nobel en matemáticas, la Medalla Fields, también
ha sido concedido a una sola mujer (en 2014).
Para
poder atender debidamente las amplias necesidades sociales y el pleno
desarrollo del potencial productivo del país se requiere que la inteligencia de
las mujeres se ponga al servicio de los mejores avances en los campos
científicos, tecnológicos y sociales, en los cargos de dirección y gestión de
empresas de todos los tamaños, así como en posiciones de liderazgo político. A
la vez, será obvio, aun para las mentes más desprevenidas, que es responsabilidad
y compromiso general impulsar con denuedo la igualdad en ingresos
laborales para las mujeres que desempeñan, con la alta eficiencia, un mismo
cargo con las funciones iguales que realizan los varones.
En 2001
la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados Unidos introdujo el concepto
de STEM, el cual es un acrónimo para referirse al necesario desarrollo
de talento humano en ciencias, tecnologías, ingenierías y matemáticas (Science,
Technologies, Engineering y Mathematics).
Se estimó que la formación en todos los niveles escolares las tuvieran como
foco, propuesta que fue rápidamente acogida por otros países, en especial los
más avanzados que han visto en riesgo su liderazgo tecnológico, político,
cultural y económico debido a la carencia de recurso humano cualificado en
determinados campos de las ciencias y de las tecnologías, asunto que se les ha agravado
por el decrecimiento de la población razón por la cual cada vez más han tenido
que recurrir al recurso humano altamente calificado de otros países.
Las
profesiones denominada STEM, o sea aquellas que comprende el acrónimo
señalado, en general, han sido ajenas a las mujeres sin ninguna otra
justificación distinto al peso discriminatorio de la tradición como se indicó.
Y todos sabemos que la tradición excluyente es difícil de superar. Pero, como
no hay nada hoy que justifique y pueda sustentar la exclusión es menester
impulsar desde ya en el hogar, la escuela y en toda la sociedad el principio de
que hombres y mujeres, por igual, pueden aprender las ciencias, las matemáticas
y producir desarrollos innovadores en ingeniería y en los más variados campos tecnológicos.
No hay
ninguna razón para que muchas más mujeres puedan estudiar, a la par con los
hombres, profesiones que son fundamentadas en las ciencias naturales exactas y
naturales y también en las matemáticas. Bien es sabido, y reiterado con alta
frecuencia, que las mujeres tienen capacidades intelectuales iguales a los de
los hombres. Cuando se afirma lo contrario y se sustentan prácticas sociales opuestas
a lo que la misma ciencia ha demostrado estamos frente al reflejo de un
prejuicio que, como todos, es insostenible, aunque genera comodidad cognitiva o
afectiva en muchos.
Todavía
hubo alguien que recientemente y sin ningún asomo de vergüenza mandó a las
mujeres trabajadoras a que regresen a la casa a lavar y a planchar. O, para empeorar
el sexismo discriminatorio, obsoleto y ofensivo, recordar lo que el diputado
polaco de nombre Janusz Korwin-Mikke dijo en 2017 en plena sesión del
Parlamento Europeo: “Las mujeres
deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes”; y también lo afirmado por un bien
reconocido jefe de Estado quien espetó: “No hay nada que yo ame más que a
las mujeres, pero son diferentes de lo que se piensa. Son peores que los
hombres, más agresivas y, caramba, pueden ser inteligentes”. Son reflejos
de actitudes machistas y misóginas.
Las
ciencias cognitivas han demostrado que no hay diferencias en la capacidad
intelectual de hombre y mujeres, cualquier diferencia que se señale se debe a
factores socioculturales usualmente asociados a las atribuciones que a lo largo
de la historia las sociedades han asignado a hombres y mujeres. Conviene
recordar el denominado “Efecto Flynn” (por el investigador James Flynn
que lo caracterizó) que demuestra que, contrario a otros hallazgos en países
nórdicos, en muchas culturas con el pasar de los años los cocientes
intelectuales de las poblaciones son mucho más altos, atribuibles a mejoras en
el medio ambiente, mayor acceso a información, más altos niveles de
escolarización, mejor alimentación y cuidados de salud. Los niños y niñas hoy
muestran cocientes intelectuales más altos que los que obtuvimos usted y yo
hace años. Podemos estar avanzando hacia un mundo de mujeres y hombre
superdotados, como parte de lo que se llamado la revolución cognitiva. (https://bit.ly/30ZBSTr).
O
sea, niños y niñas son hoy más inteligentes sin que haya diferenciación entre ellos.
Hecho que también debe llevarnos a considerar que ellos y ellas están hoy en
mejores condiciones para el aprendizaje escolar, para el pensamiento
divergente, para la creación y la innovación científica, social y tecnológica. Es
necesario que en la escuela se reconozca que pueden unos y otras ser más
inteligentes que sus maestros y que sus padres.
Cuando
se dice que las mujeres tienen un sexto sentido no es más que una manera de
desconocer su inteligencia, ocultándola bajo un sentido adicional inexistente. De
una mujer que manifiesta su inteligencia, que razona bien y a profundidad, que
tiene pensamiento crítico y autonomía cognitiva se dice que tiene un sexto
sentido, no que es inteligente. Otro ejemplo de prejuicio sexista o
abiertamente de ginecofobia.
Acaba
de finalizar en Davos, Suiza, el encuentro del Foro Económico Mundial de
2020. Entre muchos asuntos que se abordaron estuvo el desafío de las vocaciones
STEM. Se consideró que tanto a los sectores públicos como privados les
corresponde ayudar a las mujeres en la transición hacia la sociedad hiper
informatizada de la cuarta revolución industrial. Omitir el apoyo en esta
transición causará un agrandamiento de la brecha digital entre los sexos. Con
base en estudio del McKinsey Global Institute cerca
de 160 millones de mujeres en el mundo necesitarán cambiar de trabajo dados los
desarrollos en el mundo laboral producidos por infinidad de avances
tecnológicos, a la vez que se destacó la evidencia que muestra que las
compañías que promueven a las mujeres son más productivas. (https://mck.co/2RtsBQi).
Ha habido avances, pero
muy lentos se destacó en el estudio. Al ritmo actual tomaría cerca de 20 años
para lograr paridad en los puestos ejecutivos.
Se da el hecho de que un número más pequeño de mujeres se están
graduando en los campos que seguirán creciendo en el futuro y que son
esenciales para un trabajo futuro. La demanda de
trabajo que requieren habilidades cognitivas y manuales básicas, así como
desempeño físico están en declive, a la vez que crecen los trabajos que
requieren habilidades técnicas y socioemocionales, lo cual lleva cada día más a
que muchas mujeres les corresponda hacer cambios radicales en su vida laboral.
En el mundo los hombres tienen una probabilidad mayor de acceder a Internet que
las mujeres, ellas representan sólo el 35% de los estudios universitarios en
profesiones STEM y menos del 20% de los trabajadores tecnológicos en
países avanzados son mujeres. (https://mck.co/2RtsBQi).
La profesora Marcela Sánchez en
investigación reciente señala que en la articulación de la educación con el sistema
productivo se observa con claridad la discriminación de las mujeres. Dos
tercios de la matrícula universitaria es de hombres en campos tecnológicos,
matemáticas y ciencias naturales, con matrícula, todavía estereotipada, de las
mujeres en el área de la salud, educación, ciencias humanas, economía y
administración. En grupos de investigación los hombres duplican a las mujeres.
(https://bit.ly/38ITUvB).
Es el tiempo de abrir los
corazones y las puertas cerradas para que las mujeres con su inteligencia
contribuyan al desarrollo científico y tecnológico y de la sociedad en general.
Corresponde a padres de familia y maestros y a los diversos sectores productivos,
acompañados por todos, contribuir a deshacer los prejuicios presentes en la
sociedad que niegan la inmensa capacidad de ellas para crear, aprender y
laborar en campos científicos y tecnológicos avanzados.
Buena reflexión.
ResponderBorrarGracias Maestro por tu comentario.
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