Bendita, Bendita, Bendita Navidad
Bendita,
Bendita, Bendita Navidad
Enrique E.
Batista J., Ph. D.
"No salga de sus bocas ni una palabra mala,
sino la palabra que hacía
falta
y que deja algo a los
oyentes." - Carta a los Efesios.
¿O
Maldita Navidad? Así lo ha gritado por años un cantante de nombre Gabriel
Romero. Maldición contra la Navidad que lanza 12 veces en las pocas estrofas
del impío y ofensivo canto.
Ese
abusivo canto lo tituló con ese nombre, sin ningún asomo de piedad y con sumo
irrespeto por la celebración del trascendental acontecimiento para los
cristianos: el nacimiento del Mesías.
La
Navidad es una celebración santa de los cristianos. Jesús, el
Mesías, cuyo nacimiento celebramos es santo y no puede ser objeto de maldición. Es
un blasfemo quien maldice a la Navidad y con ello a Jesús, la Virgen María y a
San José. Hiere quien maldice a la Navidad a los sentimientos
religiosos más intensos de los cristianos.
La
maldición se opone a la bendición. Quien maldice invoca al mal (mal
- dice, dice el mal). Frente a este blasfemo canto no estamos sólo ante un
asunto de fe sino también de un derecho inalienable. En estos días de Navidad
siempre corresponde a los padres y maestros formar en el valor y valía de la
diversidad religiosa. Derecho y deber presente en la declaración de “Los 30
derechos de los niños y las niñas de la Convención de los Derechos del Niño”
que en el número 9 de los mismos dice: “El niño tiene libertad de
pensamiento, conciencia y religión, y los Estados respetarán los derechos
y deberes de los padres de guiar al niño en ejercicio de su derecho.”
Fue
años atrás cuando en los días navideños, Quique el hijo mío de muy pocos años y
alta sensibilidad, como los de su tierna edad, entendió la ofensa y el sacrilegio.
Me expresó su queja, pidiéndome que no dejará que en las emisoras de radio
volvieran a poner el infausto canto, diciéndome: “ese señor cómo se atreve a
decir que la Navidad es maldita. Escríbale al presidente”, finalizó
diciéndome en mitad de su dolor por la ofensa recibida en su inocente alma con
la infausta composición.
El
Dios de Belén es bien nacido y no maldecido. Bien sienten los niños
que quien maldice la navidad está invocando el mal, cuando ellos, los
niños, invocan amor, paz y alegría. La Noche de Paz encarna para todos los
cristianos la grandeza de Navidad.
Todavía
se escucha en las emisoras de radio ese canto de manera impune sin que las
comunidades cristianas dejen saber su protesta como lo han hecho los niños que
en mitad de hermosos villancicos cantados en anticipación a la llegada del Niño
Jesús en el fondo escuchan la infortunada creación musical. Más grave aún es
que algunos, no recorridos por la conciencia de la ofensa, la bailan.
El
segundo mandamiento de la ley de Dios nos obliga no sólo a no jurar en vano
sino también a reverenciar el santo nombre del Señor y a no blasfemar y
pisotear su santo nombre. Así, la blasfemia “es un pecado
horrendo, que consiste en palabras o acciones de menosprecio o maldición contra
Dios, la Virgen, los Santos o contra las cosas santas.” (https://goo.gl/yrPQ8M).
En
“Navidad hacemos esfuerzos sinceros para amar, para comprender, para ser
instrumentos de paz y ser sembradores de justicia. Siempre que encendemos una
luz en vez de maldecir la oscuridad es feliz Navidad. Cuando nos alejamos
determinadamente de todo lo negativo, de todo lo que ensucia y afea nuestro
corazón es Navidad.” (https://goo.gl/8oNt4D).
Como se indicó arriba, no estamos
sólo ante un asunto de fe sino de un derecho inalienable presente también en “La
Declaración Universal de los Derechos Humanos” que proclama en el
número 18: “Libertad de pensamiento, conciencia y religión… a la que se suma
la libertad de profesar la fe religiosa de forma individual o colectiva, en
público o privado.”
Se ha señalado que la libertad de fe
y de práctica religiosa forma parte de otras libertades que hacen posible tener
sociedades estables, justas, democráticas y libres, a la vez que coadyuva a la
estabilidad política y a la reducción de la violencia. La libertad religiosa es
esencial para la dignidad y la integridad humanas (https://goo.gl/udZS6z).
Así,
los niños cristianos de todas las vertientes tienen derecho a una feliz
Navidad, a revivir la venida del Dios Mesías, a amar a Jesús y a reclamar que
ningún profanador, como el cantante en mención, maldiga y maltrate sus más
íntimos y felices sentimientos de alegría por la celebración santa.
No
cabe que en estas y demás Navidades los niños estén cantando y orando y una voz
disonante, a la vez, esté imprecando y maldiciendo la Navidad. Para los niños
hay intangibles: su Navidad será siempre santa, una preparación espiritual para
el nacimiento de Jesús Salvador.
Se
puede ser ateo o agnóstico, una posición o creencia personal que respetamos, lo
que significa a la vez, en comunidades pacíficas y tolerantes, el respeto a las
creencias de los demás que profesan una religión.
Si
personas de cualquier fe religiosa, o sin ella, viven en soledad, abandonados,
adoloridos o nostálgicos cabe en todos nosotros el camino humanitario del apoyo
solidario. La solidaridad es el valor humano más cercano a la caridad
cristiana. Con la reiterada maldición, no hay espacio para vivir y apoyar la
humanidad de los que sufren alguna desdicha.
Como
cristiano el ofensor puede ponerse a paz y salvo con Dios. Cabe el perdón y la
reconciliación, pero también que las emisoras de radio, en uso de su autonomía
responsable y respeto por los oyentes, no sigan difundiendo la profanación.
Siguiendo
al libro de las Revelaciones: “Ya no habrá maldición. El trono de Dios y del
Cordero estará en la ciudad. Sus siervos lo adorarán; lo verán cara a cara, y
llevarán su nombre en la frente.”
Cantemos
el villancico colombiano “Mi Alegre Navidad”, grabado con ritmo de vals:
¡Feliz,
Navidad! ¡Feliz, Navidad!
¡Feliz,
Navidad! ¡Feliz, Navidad!
Alegre
y feliz estoy
la
Navidad llega hoy
el
Niño Jesús nacerá
buena
nueva traerá.
El
rey Mesías pronto llegará.
¡Feliz,
Navidad! ¡Feliz, Navidad!
nuestro
hogar iluminará.
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